Una de ellas es que Orión violó a una de las seguidoras de Diana, y esta como castigo hizo que un escorpión lo matara y ambos quedaron como constelaciones el el cielo.
La otra dice que Diana esta enamorada de Orión, y su hermano Apolo sentía celos de ello, por lo que mando lejos a Orión y reto a Diana a acertar en un punto del mar, que por supuesto ella acertó. Y como allí se encontraba Orión, lo mató.
Ninguna de las dos versiones me terminó de convencer así que hice una propia jaja Espero que guste. Un beso =)
-¡Diana! –la voz de Júpiter perturbó los pensamientos de la
diosa.
-Padre
–dijo ella como todo saludo.
-¿Es cierto
lo que se dice en el Olimpo? –la voz del dios era autoritaria, una voz que
se hacía respetar, pero que en aquellos momentos Diana no temía y ni tan
siquiera conseguía perturbarla.
-Muchas cosas se dicen en el Olimpo, padre, ¿a cuál
de ellas en concreto se refiere? –preguntó ella despreocupadamente,
esquivando dar una contestación que sabía tarde o temprano tendría que salir de
sus labios.
La paciencia de Júpiter iba consumiéndose como la madera
en una hoguera, pero no permitiría que acabase con su templanza, no ella.
Mientras, la bella diosa ignoraba deliberadamente la presencia de su padre.
Ante su actitud, el dios optó por actuar con su faceta más comprensiva, algo no
muy habitual en él.
-Orión –dijo
con un tono de voz entre lo compasivo y lo respetable.
-Nada ocurre
con Orión. Murió, esa es toda la historia –dijo Diana sin que ningún signo
de tristeza, arrepentimiento o nerviosismo perturbara su tono de voz o su
rostro.
-Eso es algo que ya sabe todo el Olimpo, Diana.
El porqué de su muerte es lo que destruye la paz de nuestro hogar –el dios
comenzaba a ofuscarse ante la indiferencia de su hija.
-Yo no pido
explicaciones de los castigos que decide ejercer el resto con los mortales. No
seré yo quien comience a justificar mis actos –dijo descaradamente y sin
temor a las posibles represalias-. Y si
la paz abandona el Olimpo, desde luego no será por mí, no soy yo quien inventa
y cuenta rumores.
Y tras estas últimas palabras Diana se levantó del
tronco dónde estaba sentada y se alejó de su padre mientras su fina túnica de
color escarlata ondeaba tras ella, dejando a la vista sus largas y estilizadas
piernas, así como gran parte de su muslo izquierdo. Su andar era ligeramente
rápido, pero sin perturbar su respiración o dejar entrever que estaba
ejerciendo algún esfuerzo por continuar con aquel ritmo. Sus pies apenas
tocaban el suelo, y ni un solo ruido por su parte irrumpía en la tranquilidad
en la que estaba sumido el bosque, algo que sin duda solo había podido adquirir
en las muchas horas de caza a las que se dedicaba diariamente. Cuando se había
alejado lo que ella consideró suficiente para esquivar durante algún tiempo las
insistentes preguntas de su padre, Diana se dejó caer al lado de un roble,
mientras los recuerdos de aquel día volvían a su mente:
“Unos chillidos que
repentinamente fueron ahogados rompieron la concentración de la diosa, quien
estaba en el bosque siguiendo la pista de un magnífico ejemplar de ciervo al
que llevaba cerca de una hora siguiendo la pista. Su puntería era infalible y
su don para encontrar el rastro de sus presas inmejorable, pero aquella tarde, que
pronto se tornaría en noche, sus pensamientos volaban hacia el joven Orión,
aquel bello y jovial mortal que la había hecho replantearse su eternamente
importante promesa de no contraer matrimonio. Guiada por el bosque y los gritos
ahogados que ya apenas se escuchaban, la diosa llegó hasta una zona cercana al
río, aquel en el que algunas veces se bañaba y descansaba en armonía con la
naturaleza, pero lo que allí encontró no armonizaba con la naturaleza en
absoluto y despertó la implacable furia que caracterizaba a los dioses.
Ante ella encontró a una de las preciadas ninfas de
su séquito luchando contra un hombre que se encontraba a horcajadas sobre ella,
en una posición en la que claramente se veía la intención de violar a la criatura,
si es que no lo había conseguido ya. Cuando el hombre levantó la cabeza, Diana
pudo observar con total claridad que se trataba de Orión, aquel por el que
instantes antes perdía su concentración en el bosque. A su alrededor el viento
bramó, los árboles se zarandeaban violentamente, sintiendo el huracán interno
que golpeaba a la diosa, mientras los animales corrían y se refugiaban de una
furia que sabían sería implacable.
-Maldito seas
Orión eternamente. Por tan deplorable acto morirás a manos de un escorpión y
una vez mueras sufrirás su persecución hasta el final de los tiempos en el
firmamento –escupió la diosa con odio, mientras su divino poder cumplía con
la maldición anunciada al joven.
Los ojos de este mostraron un infinito terror cuando
toda la furia de la diosa lo golpeó y aquel escorpión que ella había anunciado
hundió su mortal veneno en su carne. La horrorizada ninfa huyó de la escena tan
pronto como se liberó del agarre de Orión y este rogaba por su vida mientras el
rencor, el odio y, hasta los celos, envolvían a la diosa en una caótica pero increíblemente
bella espiral que creaba una imagen todopoderosa.
Cuando todo terminó el cuerpo de Orión desapareció,
desplazándose su alma a las estrellas, donde se formó una constelación a la que
poco después siguió la de Escorpio, pues, como dijo Diana, se vería obligado a
huir eternamente del escorpión en el firmamento.”
-Hermana –la
voz de Apolo se coló entre los tortuosos pensamientos de Diana, con un tono
compasivo y preocupado.
-Estoy bien.
Volvamos al Olimpo –dijo ella como toda explicación. Y tras esto ambos se
alejaron lentamente en un silencio triste y pesado.