Seguidores

jueves, 28 de junio de 2012

=)

Buenas noches bloggeros!!! (Sí, es bastante tarde, pero ando con insomnio o algo así xD)
Pues veréis, tengo un serio dilema ahora mismo y es........ Lo explicaré con una sencillo pregunta: ¿Hola, imaginación, dónde narices estás?
Pues eso, creo que ha quedado bastante claro. No se si el calor me derrite el cerebro y funde mi lado creativo o que narices me pasa. Y luego está mi otro comecocos, que es: ¿sobre que narices escribo? Lo sé, suena estúpido porque podría seguir con el próximo capítulo de "Besos de rubí" (que por cierto esta a la mitad, no me acordaba) o seguir con el siguiente relato de "Historias de un caserón victoriano", pero -a saber por qué- pensar en esas dos cosas en concreto más que inspiración me da dolor de cabeza. Y ahora desde luego no puedo justificarme a mí misma con que me falta tiempo, porque tiempo lo que es tiempo... me sobra a puñados (de hecho estoy tan aburrida que me he planteado seriamente aprender a hacer punto de cruz o cosas así O_o)
Así que con toda esta megarrallada-medios-histérica-de-chica-loca estoy como... ¿¿¿¿¿¿¿¿¿?????????
Solo me queda recordarle a Kashmir (si te da por pasarte por aquí guapa ;) ) que espero esa sugerencia que quería hacerme, a ver si las musas vienen a mí jaja
Pues nada un beso enormísimo, y solo decir que ruego porque a mí amigo el sol le de por aflojar un poco antes de que acabe como un pollo al horno o algo similar.
Besos, abrazos y cosas bonitas varias (O_o) jaja BYE!!!!!!!!!!

miércoles, 13 de junio de 2012

¡¡Por fin!!

Buenas bloggeros!!!! Como veis la entrada se titula "Por fin" y eso es porque....
POR FIN he terminado el último examen de la PAEG (selectividad). En este preciso momento he acabado con biología (entrada programada ;P) e independientemente de como me hayan salido los exámenes, estoy contenta a rabiar porque ya sí que sí empiezan las vacaciones para mí *.*
Y además de lo anterior, que ya es terriblemente bueno por si solo jajaja, tambien........
POR FIN vuelvo a publicar relato. En esta misma entrada está una historia que tenía medio escrita antes de empezar con todo el lío de los exámenes y que he ido terminando cuando me tomaba un ratillo de descanso. Así que, ahí os lo dejo. Un beso ENORME, y espero que los que hayáis hecho también los exámenes de selectividad esteis muy contentos, aliviados, relajados, felices y demás (xD) y para los que esteis de exámenes en el instituto, venga un último empujoncito que vosotros podéis ;)

Lady Crowley

Elizabeth Crowley era la preciosa, delicada, deseada por muchos y también ligeramente impulsiva esposa de Benedict Crowley, un político de bajo cargo pero con buenos amigos muy influyentes. Los Crowley pasaban gran parte de su vida asistiendo a fiestas, comidas, reuniones y actos públicos que aseguraban lenta pero progresivamente la, hasta entonces, poco brillante carrera de Benedict. Lady Crowley acompañaba pacientemente a su esposo, pero, como gran parte de la esposas de los amigos de su marido, tan solo era un bonito objeto que llevar agarrado a su brazo, y ella lo sabía. Escasos meses después de que se produjera su matrimonio, la paz y la relativa felicidad que le otorgaban el saberse esposa de un hombre de fortuna, que parecía mirarla con adoración, desaparecieron. La mujer pronto se dio cuenta que la inicial devoción que veía en los ojos de su marido cuando la miraba, y que ella confundió con amor, era la misma que sentía cuando recibía una de sus tan preciadas obras de arte, y aquello la sumió en la monotonía de un matrimonio sin amor, en el que brillaban por su ausencia las muestras de afecto, la conversación, y también la sensualidad. El señor Crowley permanecía en casa  lo estrictamente necesario, que para él era dormir –y solo dormir- junto a su esposa. En ese continuo estado de aburrimiento y tedio se veía obligaba a buscar entretenimiento en la desidia de su día a día, como aquella tarde pensaba hacer.
Esa tarde Lady Crowley saldría a visitar la plaza del mercado acompañada, como no, de una de sus muchas doncellas. Eligió una de las más jóvenes y de las más nuevas también, pues eran fáciles de engañar. Elizabeth estaba segura de que la señora Quincey advertía a cada nueva sirvienta de su tendencia a hacerlas enloquecer de múltiples maneras, pero las muchachas nunca se imaginaban que el ingenio de Lady Crowley era muy puntilloso y casi desquiciante.
Su próximo plan para aquella tarde era sencillo y fácil de ejecutar pero no por ello menos divertido para la dama. Se encontraba con Giuliana, una bella doncella italiana que habían contratado recientemente, curioseando entre los puestos de comestibles, cuando Elizabeth advirtió que la joven, enfrascada en una “intensa” conversación con la doncella de otra dama sobre las frutas de aquella temporada, no la estaba prestando atención alguna, momento que aprovechó para escabullirse entre la gente. Observó lo que vendían en algunos puestos, pero siempre atenta a dónde se encontraba su doncella para asegurarse de que no daba con ella. Y en uno de sus escrutinios se encontraba cuando chocó contra algo, o alguien.
-Dis-discúlpeme, no miraba por dónde iba… -tartamudeó Lady Crowley cuando advirtió que aquello con lo que había chocado era un imponente hombre de metro ochenta y cinco de altura, y cuando subió su miraba lentamente y sintiéndose avergonzada, se encontró con unas duras pero amables facciones enmarcadas por un cabello oscuro y en cuyo centro resaltaban dos hipnotizantes ojos verdes.
-No se preocupe, no tiene imp… -trató de disculparla el hombre antes de que Lady Crowley se escondiese precipitadamente tras su gran y musculado cuerpo.
Segundos después, pasó muy cerca de ellos Giuliana, buscando con la mirada desesperadamente a su señora. Hasta que la doncella no se alejó lo suficiente Elizabeth permaneció escondida tras aquel desconocido, para después tratar de escabullirse precipitadamente en la dirección contraria, pero una mano reteniendo su brazo se lo impidió.
-Disculpe dama, ¿de quién está usted escondiéndose? –preguntó el desconocido con un ligero tono de gracia.
-Oh, perdone por mi descortesía –dijo ella de pronto recordando sus buenos modales-. Mi nombre es Elizabeth Crowley, y con respecto a su pregunta… Mi doncella, me escondo de mi doncella –añadió señalando la dirección por la que había desaparecido la chica.
-Entiendo. Y discúlpeme si le parece descortés, pero, ¿por qué una dama querría huir de su doncella? –preguntó él divertido.
-Un pasatiempo, se podría decir –dijo ella como explicación, pero al ver la expresión de confusión del hombre añadió-: no me gusta sentirme constantemente vigilada y pasar el rato desquiciando a mis doncellas es lo único divertido en mi monótona vida.
-Así que su pasatiempo es desquiciar doncellas. Interesante –dijo él con el ceño fruncido, arrancando una tímida sonrisa de los labios de la joven-. Pues le convendría alejarse cuanto antes, supongo que no tardará en volver por aquí buscándola. Permítame acompañarla –añadió tendiéndole un brazo.
Ella declinó su ofrecimiento con una dulce sonrisa, pero aceptó disfrutar de su compañía mientras se ocultaba de Giuliana.
-¿Y hacia dónde se dirigía exactamente antes de nuestro repentino choque? –preguntó él sonriendo.
-Realmente no me dirigía a ningún lugar en concreto –contestó ella pensativa-. Oh, disculpe, no le he preguntado su nombre. Usted es…
-Fedric Bloodworth. Un placer –dijo él cortésmente besando la mano de Lady Crowley.
-El placer es mío, señor Bloodworth.
-Perdone mi atrevimiento, pero su apellido me suena terriblemente familiar, ¿de dónde es?
-Mi apellido familiar es Eldbridge. Crowley es el de mi marido, Benedict Crowley –aclaró ella.
-Así que Benedict Crowley. He oído hablar mucho de él, pero no tengo el placer de conocerlo –dijo Fedric amablemente.
-Si no es usted uno de tantos políticos desquiciados le recomendaría que se abstuviese de hacerlo –dijo ella casi con sorna-. Y no piense que difamo sobre mi marido pero, nadie que no se moviera en el mundo de la política sería capaz de, digamos, sobrellevar su presencia –añadió mientras su rostro mostraba su esfuerzo por buscar las palabras adecuadas para describir a su sobrio esposo sin faltar el respeto del mismo.
-Comprendo –asintió él con una chispa divertida en su mirada-. No soy político, no, Dios me libre. Generalmente me abstengo de involucrarme en temas ajenos a las artes. La pintura, la música, el teatro y demás maravillas que alivian el alma de los hombres, es lo único en torno a lo que gira mi vida.
-¿Así que es usted pintor, músico y actor, señor Bloodworth? –preguntó ella con verdadero interés.
-Para nada puedo aspirar a ser tantas cosas como las que pude dar a entender, tan solo las admiro y practico con humildad. Aunque he de admitir, y espero no sonar pretencioso, que la música nunca fue algo que se me resistiera a dejarse manejar –la voz de él sonaba melosamente armónica y dulce en los oídos de ella, con un deje de diversión y cierto coqueteo que Lady Crowley detectó pero que, sin saber por qué, no le molestaba en absoluto.
-Mi marido se hace llamar a sí mismo fanático del arte, pero nunca llegaré a comprender como lo que él llama fanatismo consiste en adorar, admirar y prácticamente enamorarse de una obra de arte solo hasta el momento en que otra nueva aparece ante sus ojos –dijo Elizabeth más para sí misma que dirigiéndose a su acompañante.
-Con todos mis respetos, y espero no ofender su honor de esposa con esto, pero, no considero que su marido aprecie realmente lo que posee. No por ser algo la novedad debe ser más adorado, dejando de lado lo que ya conocemos. Cada obra desprende una luz propia, al igual que lo hacéis las mujeres, si me permite decirlo –susurró él con cierta sensualidad en su voz-, y al igual que ocurre con las mujeres siempre habrá una obra que se aprecie y ame más, pero no por ello el resto pierden su brillo. Cada hombre ve en una mujer en concreto un algo que le llena, por ende, y según el ejemplo que he puesto, cada persona consigue encontrar en una obra en concreto la paz que otorga mirar la belleza absoluta.
-He de decir, señor Bloodworth, que sus palabras me han dejado realmente impresionada. Además de el buen músico que ve usted en sí mismo he de añadirle que sería un excelente poeta –alabó Lady Crowley a su nuevo conocido.
-Para nada, señorita, pero le agradezco su cumplido –agradeció él cortésmente.
Lady Crowley se sonrojó ligeramente mientras continuaba su paseo hacia la tienda de retales cercana a la estación, disfrutando de la compañía del apuesto Fedric Bloodworth. Durante el trayecto la conversación pasaba de unos temas a otros con la más absoluta naturalidad. Lady Crowley quería saber más sobre pintura, música, poesía, teatro…, y el señor Bloodworth contestaba a todas sus preguntas, devolviéndole algunas propias a ella sobre su familia, su casa, sus aficiones… Y así la tarde pasó con extraña rapidez, volviendo ambos al mercado unas horas después, con una bolsa repleta de telas de brillantes y vívidos colores, y la sonrisa de ambos permanentemente pegada a sus labios.
-Bueno, creo que sería hora de buscar a mi doncella. Es probable que siga buscándome desesperadamente, o que haya ido a buscar a la señora Quincey invadida por el pánico –dijo ella tratando de mostrarse seria mientras una ligera risa escapaba de su garganta.
-Con todo el respeto, es usted totalmente perversa, Elizabeth –pero la sonrisa en su rostro mostraba que se trataba de una broma.
-¡Mire! –dijo ella de pronto-. Aquella de allí, la muchacha de cabello claro que hay cerca del puesto de legumbres. Esa es Giuliana, mi doncella –explicó señalando discretamente  la joven-. Le aconsejaría que si quiere reír unos instantes continúe observando –añade Lady Crowley antes de despedirse de su acompañante con una rápida sonrisa, para después gritar sobre su hombro-: Ha sido un placer, señor Bloodworth.
Elizabeth se aproximó a Giuliana más pausadamente mientras simulaba enfado en su mirada, sintiendo los ojos del hombre pegados en su espalda.
-¡Giuliana! ¿Dónde te habías metido? Me acerqué un momento a un puesto de dulces, y al instante habías desaparecido –Lady Crowley trató de contener la risa que se agolpaba en su garganta mientras observaba el rostro lleno de pánico de la joven doncella.
-Pero… señora, yo… usted… -la voz de la joven era apenas un susurro jadeante, su rostro mostraba verdadero terror y Lady Crowley no fue capaz de continuar con su broma, sintiendo compasión por la pobre chica.
-Tranquila querida, era solo una broma. Relájate –dijo tratando de calmar a la joven mientras pensaba como sacar provecho de la situación sin causar un infarto a la alterada doncella-. Está bien Giuliana, no ha ocurrido nada. Pero te propongo un trato –añade sonriendo-. Tú me acompañarás a partir de ahora en mis compras y paseos, yo podré caminar sola entre los puestos o ir a donde me plazca mientras tú podrás hacer lo mismo, y nadie sabrá nada acerca de hoy ni de ninguno de los otros días. Ninguna de las dos se meterá en problemas, sobre todo tú. ¿De acuerdo? –propuso Elizabeth pensando que ahora su mayor deseo para romper la monotonía podría dejar de ser sacar de quicio a sus doncellas.
Por su parte Giuliana asintió, pero aún estando dudosa.
-Piensa que son horas libres en las que continuarás cobrando. Y espero que podamos ser amigas, de verdad. En la casona la compañía se está volviendo realmente tediosa –añadió con el rostro más serio.
Y tras esto empujó ligeramente a su desconcertada doncella dirigiéndose de nuevo a casa a tiempo para la hora de la cena.




Ah!!! Por cierto, Kashmir, adelante con tu propuesta ;) jaja Un beso, guapa.

lunes, 11 de junio de 2012

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡!!!!!!!!!!!!!!!

Bloggeros!!! Por favor, por favor, deseadme suerte.
Exactamente ahora (obviamente he dejado programada la entrada xD) estoy empezando el primer examen de selectividad, el de lengua y literatura, así que solo decir que seguramente tengo unos nervios terribles y espero que me salga bien!!!!
Un besazo enorme y ya queda menos para que retome mis relatos (que tengo muchas ganas la verdad ^.^) Así que paciencia hasta el día 13 a las 11 que es justo cuando termino el último examen.
Bye!!!!!!! <3