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sábado, 17 de diciembre de 2011

Con un beso

Todas las historias bonitas comienzan con un “Erase una vez…”, o el, también típico, “Hace mucho tiempo, en un lujar muy lejano…”. Por seguir la tradición no estaría mal comenzar así, con algo sencillo y popular, pero como antes he dicho, así suelen empezar las historias bonitas, por lo que esta… será de otro modo. Comenzará con una calle abarrotada, sin tiempos lejanos ni lugares extraordinarios, solo una calle, de un barrio, de cualquier ciudad. Al fin y al cabo, cualquier lugar es bueno, o malo, para que se desarrolle una historia. Pero, y solo por situar a los personajes, será una calle, como ya he dicho, abarrotada, repleta de tiendas, con la nieve acumulándose en las aceras y los tejados de los edificios cubiertos por un manto blanco. Puede que haya unos cuantos niños en brazos de sus padres, llorando y pataleando por no conseguir el juguete que tanto anhelan, o por simple cansancio. También es posible que haya algunas mujeres mayores, casi siempre en pequeños grupos de tres o cuatro, observando con descaro a la gente pasar y comentando con suspicacia las vestimentas y acciones de los demás. Quizá unas cuantas adolescentes se diviertan y alboroten con risas nerviosas mientras saben que otro grupo de chicos las observa con cierto deje chulesco. Sí, todas esas personas encajarían en una calle así, todos abrigados hasta las orejas por el tenaz frío que se cala hasta los huesos, todos ajenos a lo que sienten y guardan por dentro aquellos con los que se cruzan por la calle, y, también todos, críticos ante lo que aparentan los viandantes.

Ahora, podemos centrarnos algo más en ese entorno, una cafetería, por ejemplo, donde hombres y mujeres de todas las edades charlan al calor del café, o chocolate, que se desliza por sus gargantas, mientras lo acompañan con algún dulce que engañe el hambre hasta la hora de la cena. Una chica sentada sola, agarrando entre sus manos una taza, un café vienés, su favorito, mientras da pequeños sorbos, absorta en sus pensamientos. No falta el chico que se acerque a decir algo como: “Una cara tan bonita no debería estar tan seria”, y espera con una sonrisa a que ella ría ante su desparpajo, pero cuando esto no ocurre se queda parado, tenso, sintiéndose incómodo y un tanto estúpido. Entonces ella, por mera cortesía, le regala una sonrisa no muy alegre y se disculpa con timidez tras dar el último sorbo a su café, entonces se levanta, deja el dinero en la mesa y se despide del chico con un gesto, y con una sonrisa del camarero que la atendió. Según abre la puerta de la cafetería el gélido viento la golpea en la cara sin compasión, recordando que es invierno y así será por algún tiempo más. Entonces ella camina por la acera, encogida en su abrigo y cubierta por camisetas, jerséis y chaquetas, sintiéndose en cierto modo, como una cebolla con sus tantas capas, y entonces ríe ante ese pensamiento, aunque de una forma más bien amarga. Saca su mp3 del bolsillo y se coloca los auriculares, busca entre las tantas canciones que guarda en el pequeño aparato y elige por fin una acorde a su estado de ánimo. Llevan tiempo aconsejándole que tire ese viejo trasto y se compre algo más moderno, pero, mientras funcione no tiene porque comprar otra cosa, o al menos eso piensa ella. Esta chica, durante mucho tiempo se dejó llevar por lo que esperaban los demás de ella, y las apariencias, como para muchos otros, lo eran todo. Pero entonces algo cambia, y con ello también se modifica su manera de pensar. Pudo ser una discusión, un accidente, una pérdida… o un beso. Sí, probablemente fue un beso, y todo lo que este conlleva.

Un chico que se acercaba a ella, y que llevaba observándola semanas sin que nadie lo supiera, que dijo ver más allá de la superficie y saber que ella no era como todos creen, incluida ella misma. Le arranca una sonrisa - la primera de muchas- con aquella ocurrencia y ella acepta que vayan a tomar algo. Después de algunas horas de risas, historias y conversaciones sin importancia se despiden en la puerta de la cafetería con unas sonrisas que son incapaces de disimular. Cada uno emprende el camino en dirección a su casa. Ella va absorta en sus pensamientos cuando alguien le toca el hombro, entonces se gira repentinamente y ahí está el de nuevo, pidiéndole su número de teléfono, porque le gustaría quedar con ella alguna vez más. Y con una sonrisa ella escribe el número en la mano del chico y le besa en la mejilla ruborizándose ligeramente.

El recuerdo de aquel día seguramente se cuele entre sus pensamientos por mucho que intente evitarlo, y le traerá sensaciones agradables que desearía volver a sentir, pero… hay más. Tras muchas llamadas, salidas al cine y a tomar algo, más risas y más historias, algo más ocurre entre ellos. El uno piensa que es maravillosa, la otra que es el amor de su vida, y ambos callan por vergüenza o miedo, ni si quiera ellos lo saben. Pero, como parecía tener que ser, las circunstancias hacen que todo se descubra y que comiencen a salir, lo que parece lo mejor y probablemente lo sea. Más llamadas, cine, cenas, risas y un largo etcétera de situaciones divertidas, románticas, o simplemente agradables, transcurren en la vida de ambos llenándola de alegría y amor. Entonces, una casualidad lo destruye todo, sí, una mera casualidad, de esas que, tras haberlas sufrido, piensas: “¿y si hubiese llegado cinco minutos más tarde?”. Ella con una sonrisa imborrable en el rostro, llegando a su acogedor piso después de la universidad una hora antes de lo previsto. Abre la puerta de la entrada y se dirige a la habitación dispuesta a ponerse el vestido más ligero que encuentre para soportar el terrible calor veraniego. En el pasillo oye un ruido, de cremallera, y sonríe pensando que él ha llegado también antes de lo previsto de trabajar, entra en la habitación y allí está, con unas bermudas a cuadros y una camiseta blanca, arrastrando con esfuerzo una enorme maleta. Y entonces algo se rompe. Él quiso irse sin hacer ruido, con una nota de despedida encima de la cama y sin un último beso, pensando que sería más fácil para ella. Ella mira sin comprender, se acerca a él con el terror en la mirada, pero sin mediar palabra, intenta coger la nota de encima de la cama, pero él se lo impide. Susurra un “lo siento” y la besa en la frente como toda despedida, y después se marcha. Ella llora, espera a oír cerrarse la puerta del piso y coge la nota lentamente, abriéndola después con las manos temblorosas. La lee y la rompe en dos, se tumba en la cama y solloza, pensando que nunca más volverá a creer en nadie.

Y volvemos al ahora, la chica sigue caminando entre la gente, siendo una más entre la multitud, pasando desapercibida como todos. Y mientras avanza rápidamente por la acera mirando hacia el suelo, choca contra algo o alguien. Levanta la mirada y, como es de esperar, está él, esto debía pasar algún día. Sonríe nerviosamente y después esa sonrisa se borra de su cara, él parece pedir perdón con la mirada y de sus labios no sale ni un austero saludo. Entonces ella le besa en la mejilla, como aquel primer día, y susurra en su oído: “tan solo espero que te enamores de alguien tanto como lo hice yo de ti”, y después sigue su camino, no quiere nada más de él. Y esas últimas palabras que parecen amables a ojos del chico, están cargadas de un significado no tan agradable, pues en los labios de ella se quedó dormida la última parte de la frase: “… y que te rompan el corazón de la misma manera”. Es muy probable que cuando llegue a casa las lágrimas se apoderen unos minutos de ella, porque todo había terminado, del todo, con un beso, tal y como empezó.

Bueno, pues este es una pequeña historia rescatada de algún lado jaja Me daba cosa dejar el blog tan abandonado y como ya no me quedan exámenes que hacer hasta pasadas las navidades (o al menos de momento es así) pues me he propuesto ocupar un poco de mi tiempo en volver a escribir (o por lo menos corregir historias antiguas). De momento la inspiración no parece estar demasiado de mi parte, pero todo llega jaja Pues nada, un beso enorme y espero que haya sido al menos interesante leer lo que he subido hoy. Que tengáis unas fantásticas navidades =)

martes, 6 de diciembre de 2011

Gran concurso de otoño

Hola bloggeros!! Hoy no traigo ningún relato, aunque estoy en ello. A lo que íbamos, hoy os traigo un concurso, el Gran concurso de otoño del blog El hechizo de los libros. Es un concurso verdaderamente interesante y os animo a participar. Yo ya he participado, como no. Pinchad ---> http://hechizodelibros.blogspot.com/2011/11/gran-concurso-de-otono.html para ver las bases.
Un beso ;)

lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Una ayudita?

Bueno, hoy, hace un rato, estaba en tuenti (descanso de los estudios jaja) y me ha llegado un evento con esta dirección (http://actuable.es/peticiones/evitemos-creacion-un-centro-experimentacion-animal-en). Es una recogida de firmas para evitar la creación de un centro de experimentación con animales, en los que se pretende hacer cosas verdaderamente atroces, y me ha parecido que no estaría mal un poco más de difusión por mi blog. Así que, por favor, os pido que firméis, que no se tarda ni un minuto y ayudaréis a una gran causa.
Gracias y un beso a todos!!!!!!

sábado, 19 de noviembre de 2011

Relatillo y prólogo

-¿Sabes? Puedes girarte cada vez que paso cerca de ti, ignorarme cada vez que trato de decir “hola”, reír cuando me veas a lo lejos, tratando de disimular que todo te va mejor sin mí. Sí, puedes hacer todas esas cosas, pero yo sé la realidad. Cuando paso cerca de ti te giras para evitar que vea la tristeza en tus ojos, escucharme hablar hace que te suden las manos, porque estás nervioso, y se te corta la voz, y tus risas… si las pudieras escuchar como yo las oigo, te darías cuenta de que van cargadas de tanta desolación que ni siquiera se nota la falsa alegría que tratas de desprender en ellas. Te olvidas de que te conozco mejor que tú mismo, de que podría describir cada milímetro de tu alma sin dificultad, y también cada milímetro de tu cuerpo. Así que deja de disimular que no te importo, y deja de creer tu estúpida y falsa convicción de que no me importas.

Después de soltar de carrerilla aquel pequeño discurso, casi sin respirar, la chica se marchó con paso firme, decidida a dejarlo a él allí, aturdido y sin palabras. Según se alejaba sentía que el corazón se le iba haciendo añicos, sabía que había cruzado el límite, aquella línea imaginaria que durante tanto tiempo había trazado con sumo cuidado, y que, de repente, se había borrado como si nunca hubiese existido. Ese era y sería siempre el fallo de ambos, planeando y trazando un camino alternativo para evitar algo a lo que siempre volvían. Y es que es fácil planear tus acciones, pero no tan fácil evitar tropezar con la misma piedra tantas veces, y más, cuando esa piedra te hace perder la cabeza.

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PRÓLOGO

-Antia –llamó con clara y firme voz un hombre anciano de cabellos y barba plateada que llevaba recogida en una gruesa y larga trenza. Vestía una larga túnica ambarina en perfecto conjunto con sus ojos rasgados, sujeta en la cintura con un fino cinturón de plata con piedras de ámbar incrustadas. De su cuello pendía un colgante de un triskel de plata sobre un fondo también de ámbar.

-¿Sí, Meistr? –la sutil voz de Antia sonó desconcertada ante aquella reunión tan inesperada. Permaneció de pie, sin mover un solo musculo, frente al Meistr –el Maestro de la orden-.

-Cordelia –aquel nombre retumbó en la estancia, creando un eco que envolvió a las dos personas que allí había.

Antia mostró pánico en sus ojos azules durante solo un instante, pero fue suficiente para que el Maestro leyera el terror en sus facciones. Se levantó de su trono y caminó hacia ella con cierto amago de pena y comprensión en los ojos.

-Ha llegado el momento –dijo como toda explicación a lo que ambos sabían, a la par que reposaba una arrugada mano sobre el hombro de la mujer-. Debe estar lista. Sabíais que pronto llegaría el día.

Sin pronunciar una sola palabra, la mujer bajó la mirada y salió de la gran cámara excavada en la roca que era la sala de reuniones haciendo ondear su túnica escarlata, y dejando atrás al hombre de la barba plateada.


Bueno, ahora me toca explicar que es lo que he subido en esta entrada. Lo primero es un relatillo que escribí hace unos días, no es muy largo y tampoco me gusta demasiado, pero tenía el blog demasiado abandonado =(

Con respeto a lo segundo, llevo un tiempo escribiendo una historia-novela (lo cierto es que no lo sé bien jaja) Pero bueno, es el prólogo de esta historia que estoy escribiendo y me gustaría saber que tal pinta. No creo que suba capítulos, por el simple hecho de que hago cambios cada dos por tres, me falta muchísimo para terminarla y llevo varios meses dejándola abandonada (es lo que tiene 2º de bachillerato >.<) Así que nada, lo dicho, a ver si resulta algo interesante jaja

Un beso!!!

viernes, 23 de septiembre de 2011

Almas corruptas

Buenas!!! A ver, lo primerísimo de todo siento que últimamente haga tan poco en el blog, pero acabo de empezar el curso y ando liadísima (solo con deciros que YA TENGO EXÁMENES creo que me entenderéis). Pero aún así... Tengo el próximo mini-relato de "Historias de un caserón victoriano". Sí, de verdad, aunque a mí también me parecía imposible que fuera a salirme de una vez. Me ha costado mucho sacarlo, ya que últimamente no ando muy inspirada, y puede que incluso os decepcione un poco (aunque espero que no =$)
Un beso a todos y aquí os lo dejo.


-¡Julius!
La histérica voz de una mujer rompe la pacífica calma que instantes atrás reinaba en la estancia.
-Querida, ¿a qué tanto alboroto? No me gusta que irrumpas así en mi despacho.
-Discúlpame, pero es importante -se excusa la mujer remarcando la última palabra y retocándose con altivez su extravagante recogido.

Julius muestra una mirada resignada y sigue a su esposa por los largos pasillos de su, casi laberíntica, casa. Edith solía ver dramas en cualquier minucia que importunara la rutina de su día a día, algo que Julius no soportaba. Llevaba con su esposa casi 18 años, los mismos que pronto cumpliría su hija mayor, su preciosa Selina. Tras el paso de los años, Julius fue perdiendo a su mujer, lo sabía, y no podía hacer nada para remediarlo. La avaricia y el ansia de poder le habían arrancado de entre sus brazos a una Edith alegre y jovial, el sol de un día nublado para Julius, y habían corrompido el alma de su mujer.
Muchas fueron las veces que Julius, exasperado por los caprichos y desmanes de su esposa, deseó montar en su hermoso pura sangre y galopar hasta el lugar más recóndito de la tierra, lejos de aquella casa dominada por la codicia. Lo único que impedía su huida era el amor por sus hijos, en especial por Selina, que conservaba el mismo corazón puro que poseía Edith en su juventud. Samantha, su otra hija, era demasiado parecida a su madre: a sus 14 años el poder y el dinero se encontraban en lo más alto de su escala de prioridades. Y el pequeño William... era una luz que poco a poco brillaba algo menos, su alegría y vitalidad se atenuaban con cada soplo de aire fresco y nadie era capaz de predecir cuando se apagaría por completo.

Julius aún recordaba el día en que conoció a Edith. Era un caluroso día de verano aquel en el que se le anunció que debía vestirse con sus mejores galas, pues aquella tarde conocería a su futura esposa. Ante el desconcierto del joven, tan solo se le aclaró que así lo había mandado su padre, sería un matrimonio de conveniencia, que aportaría beneficios a ambas familias.
Aquella misma tarde la casa era un continuo ir y venir de gente. Las flores adornaban cada estancia y aportaban una embriagante mezcla de diferentes olores y colores. La tensión se respiraba en el ambiente, cualquiera lo podía notar. Julius, tras arreglarse, y puesto que nadie le ofrecía mayor información, decidió investigar por su cuenta. Los criados, cocineras y mozos de cuadra chismorreaban en cada rincón de la finca, evitando cruzarse con el joven, sabedores de que serían asaltados a preguntas que tenían prohibido contestar. Repentinamente, el ajetreo, los susurros y los arreglos fueron sustituidos por una ligera histeria colectiva, todos corrían hacia sus respectivos puestos, y eso solo podía significar una cosa: su prometida ya había llegado.
La puerta se abrió ruidosamente y, precedidos de un criado que les abría el paso, aparecieron ante él un hombre alto y muy ataviado a cuyo brazo se aferraba una mujer de tez pálida y aspecto frágil, enfundada en un vestido burdeos, y, tras ellos, se encontraba una joven de cara redonda y afable enmarcada por unos rizos color chocolate que resaltaban su clara mirada.

Julius sonrió al recordar aquella inocencia que desbordaba Edith en su juventud y lo mucho que disfrutaron los días anteriores al anuncio público de su compromiso. Pero una voz lo sacó de su ensoñación:
-¡Julius! ¿Me has oído? ¡Mira!
Julius mira hacia dónde señalaba su esposa y resopla amoscado. Un pájaro, un pequeño pájaro que apenas sabía volar había entrado en el salón por uno de los grandes ventanales. Julius se agacha pesaroso, recoge a la pequeña ave con dulzura y se dirige hacia el jardín, dónde libera al pajarillo que, con gran esfuerzo, consigue mover rápidamente sus alas y volar entre las copas de los árboles, saboreando una libertad que, Julius más que nadie, desearía poder disfrutar unos instantes.

domingo, 11 de septiembre de 2011

viernes, 9 de septiembre de 2011

Como un juego de niños

Hola a todos. Lo primero y más importante: ¡hoy os traigo algo para leer! No, no es el relato sobre los padres de Selina. Tras haberse borrado me quedé pensando y no se me vino nada a la cabeza digno de ser escrito, pero bueno... la inspiración volverá jaja
Lo que traigo hoy es un "relato" un tanto extraño. No es autobiográfico ni por nada que me haya ocurrido, tan solo.. me vino la idea a la cabeza hace unas horas y al final tuve que escribirla. Bueno, no os entretengo más, aquí os dejo el relato.
Un beso!



Y en ese momento solo quise matarle, borrar de su rostro esa estúpida sonrisa de suficiencia que tanto me irritaba y que por mi boca salieran mil y un insultos y palabras ofensivas hasta hacerle llorar, ver sus ojos enrojecidos y reírme por ello, a carcajada limpia, sin reparos.

Pero en vez de eso agarré su rostro y le besé con toda la rabia que tenía contenida, caí de nuevo en el bucle de engaños y torturas que me perseguía desde hacía ya tanto tiempo. ¡Tonta de mí! Creí que podría escapar de ese juego sin sentido al que llevábamos años enganchados, un tira y afloja en el que ninguno de los dos podía rectificar un milímetro sin que el otro lo permitiese.

Comenzó como un juego de niños, en el que cada uno trataba de demostrar que era el más fuerte. Creo que caímos en una red de sufrimiento que nosotros mismos tejimos, creyendo que cualquier día, cuando el juego nos cansara, podíamos cortarla con unas tijeras, como si de un simple trozo de papel se tratase. Pero no podíamos estar más equivocados.

Y ahora, tras años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos de agonía y desesperanza, creí que podría salir de este círculo vicioso cuyo principio aún hoy no tengo muy claro. Pero no, la historia se repite, una vez más, y ojalá fuera la última. Nos disfrazamos de Romeo y Julieta ante la atenta mirada de la gente y continuamos con ese amor-odio que llevamos años profesándonos y que, cada día un poco más, nos consume la vitalidad al igual que se consumen los cigarrillos que día tras día se alojan en mis labios.

En el fondo, entre toda la mierda que se nos ha venido encima, a pesar de todo, creo que algún día nos amamos. Aunque puede que solo sea una ilusión, al fin y al cabo… este sigue siendo un juego de niños.

lunes, 5 de septiembre de 2011

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Bueno, lo primero de todo pedir perdón porque no he subido nada a pesar de que dije que como muy tarde ayer subiría algo. Pero hace dos días cuando estaba terminando el relato de los padres de Selina, mi hermano tocó el ordenador y no se cómo borro todo lo que había escrito. Y además ayer estuve castigada sin ordenador por lo que no pude hacer nada. Así que pido disculpas y espero, de verdad, que lo más pronto posible consiga volver a escribir el relato.
Un saludo.

viernes, 26 de agosto de 2011

De vuelta

Hello again.
Como podéis ver, he vuelto. Mis vacaciones se alargaron unos días más de lo esperado, y no voy a decir que lo siento jaja porque la verdad es que me lo pasé muy bien.
Me gustaría decir que vuelvo con millones de relatos e ideas pero lo cierto es que no. Las ideas que tengo son poco sólidas y no tuve tiempo de escribir nada, así que hasta la semana que viene no subiré nada, tengo que pensar bien como seguir con "Historias de un caserón victoriano", y lo único que puedo decir (ya que es lo único que yo misma sé) es que daré a conocer a los padres de Selina y el próximo relato tratará mayormente sobre ellos.
Bueno, pues eso era todo, me alegro de haber regresado y me pasaré por todos los blogs que sigo, que me tengo que poner al día cuanto antes.
Un beso!

domingo, 7 de agosto de 2011

Bye

Bueno, tenía pensado dejar un relato como despedida ya que me voy y no podré subir nada al blog hasta dentro de 10 días más o menos. Pero estos días he tenido gente en mi casa y preparar las cosas y escribir no son cosas que se puedan hacer al mismo tiempo, prometo que trataré de volver cargada de ideas y si puede ser con algún relatillo ya escrito.
Bueno, y los blogs que sigo, me pondré a leer como loca en cuanto vuelva jaja
Un beso y feliz verano!

jueves, 28 de julio de 2011

El por qué de una sonrisa (parte II)

Bueno, después de mucho pensar, decidí hacer una segunda parte de "El por qué de una sonrisa" ya que para mi gusto le faltaba algo y, ya que me gusta como quedó la primera parte, no quiero eliminarla y hacer un conjunto de las dos cosas así que aquí os dejo la segunda parte.

Narrada por Richard (Dick)

Aquella tarde veraniega no buscaba compañía alguna, tan solo caminaba alejado de las abarrotadas calles de la ciudad, tratando de no cruzarme con nadie conocido con quien tener que entablar conversación por mera cortesía. Llevaba días buscando cualquier trabajo que me permitiera llevar algo de dinero a casa con el que llenar el estómago de mis hambrientos hermanos y mi cansada madre, pero las oportunidades no se me presentaban a espuertas.

Entre mis tortuosos pensamientos me dejé llevar por mis pies hasta un discreto encinar situado cerca de uno de los caminos que salían de la ciudad. Allí, bajo una frondosa encima de tronco grueso y hojas frágiles, se hallaba sentada una chica. Estaba totalmente convencido de que pertenecía a una familia acaudalada, pues sus ropas, a pesar de ser sencillas, se mostraban de aspecto caro. Por un instante mi cabeza me dijo que me alejara de allí, pues nunca me gustó tratar con gente adinerada, pero sus ojos, perdidos en algún lugar lejano, denotaban tal tristeza que no pude si no acercarme y decir:

-¿Hola? -si hay algo que tuve claro en ese momento, era que mi voz destilaba una gran inseguridad en cada letra.

Ella se levantó agitada, haciendo botar sus rizos castaños y repentinamente, como si me conociera desde siempre, sonrió con tal intensidad que hasta sus, antes tristes, ojos azules desprendían cierto brillo.
Aquella imagen tan desconcertante, dada la situación, pero tan bella, provocó en mí la sonrisa más estúpida que jamás he mostrado ni mostraré. Desde ese fascinante instante en que nuestros ojos se cruzaron y que dio ligar a una serie de simples pero importantes sonrisas, mi vida cambio hasta el punto de no reconocer en mí al chico arisco y orgulloso que siempre fui. Y pondría la mano en el fuego una y mil veces sin miedo a afirmar que la suya tampoco fue igual desde aquel día.

Mi Selina. Porque siempre fue y será mía, por mucho que la vida se empeñe en poner trabas. Pero esa, es otra historia.

viernes, 15 de julio de 2011

El por qué de una sonrisa

Hace ya muchos años, tantos que muchos los olvidaron ya, una joven de aspecto frágil, de claros y sagaces ojos y cabello castaño suelto y rizado, salía de lo que siempre llamó su hogar, cegada por un arrebato juvenil. Su cuerpo, ceñido por un prieto corsé –tal y como se llevaba en la época- estaba enfundado en un sencillo vestido azul que se adornaba con un lazo en la cintura. Caminaba con prisa, sin lugar concreto al que acudir, tan solo iba en busca de algo, o quizás fuera alguien, que presentía sería su liberación, mientras una gran capa del color del zafiro ondeaba tras ella dejando una estela azulada durante unos escasos instantes.

Caminó por las calles de una ciudad en pleno apogeo, repleta de risas de niños, puestos de venta y la mezcla de perfumes de las muchas damas que paseaban seguidas de su servidumbre por las angostas calles del mercado. Algunos caballeros, ataviados con sus chalecos, sombreros de copete y aquellos lustrosos zapatos limpiados a conciencia por los criados de cada uno de ellos, se reunían a charlar, siempre lejos de las entradas de los garitos de mala muerte que abundaban en aquella calle y que ellos consideraban no aptos para su persona. Los niños correteaban sin prestar la más mínima atención a sus cuidadoras, que corrían espantadas tras ellos temiendo la reprimenda de sus señores.

La joven caminaba entre la multitud, tratando de pasar desapercibida, encogiéndose en su amplia capa con la esperanza de que nadie la reconociera. Estuvo horas paseando por las calles de la ciudad sin rumbo fijo y con la mirada fija en los bajos de su vestido, mientras escuchaba con apenas interés algunas palabras entremezcladas de las conversaciones de las gentes que se cruzaban en su indefinido camino.

El sol ya estaba dispuesto a ceder protagonismo a la luna cuando, cansada de caminar, la joven se apoyó en el tronco de una enorme encina y se dejó escurrir hasta el suelo. Se había alejado mucho de su casa, y durante demasiadas horas, estaba convencida de que su madre la estaría buscando. Pero el pensamiento de volver la hizo estremecerse.

Entre sus pensamientos, no llegó a oír el roce contra el suelo que provocaba alguien al andar, y que se aproximaba cada vez un poco más, lenta y pesadamente.

-¿Hola? –la voz de un chico sonó de pronto detrás de ella.

La joven se levantó ágilmente y volvió el rostro hacia quien había hablado, y después de aquello, sin saber el por qué su sonrisa se hizo paso entre la amargura que llevaba a cuestas.

lunes, 27 de junio de 2011

Abandonado. (Presentación)

Un gorrión se posa en la vieja y oxidada verja de un caserón victoriano, envuelto en silencio y tinieblas, abandonado décadas atrás por una triste familia que cargaba a sus espaldas más desgracias de las que se puedan soportar.
Ese viejo caserón abandonado, ahora tan solo habitado por los fantasmas del pasado y las miradas rotas de los personajes de los cuadros que decoraban cada estancia. Los retratados perdieron la luz de su mirada mucho tiempo atrás, mientras las llamas del tiempo y el olvido devoraban los rostros sin vida de mujeres y hombres por igual. La vitalidad que pudieran desprender los paisajes pintados -que un día fueron bellos- se veía apagada por un halo de miseria y oscuridad. Los grandes ventanales por los que un día había entrado, glorioso y cálido, el sol de la mañana, albergaban ahora capas y capas de las cenizas de una muerta alegría, arrollando y acosando a ese sol que tiempo atrás desistió en su intento de llenar las estancias. Los suelos, muebles y paredes que un día fueron testigos de corteses fiestas señoriales, jocosas celebraciones infantiles y apasionados amoríos juveniles, languidecían sin la esperanza de tiempos mejores.
Y hoy por hoy, el pequeño gorrión retoma su vuelo y deja atrás un laberinto de terror y agonías, envuelto en los espectrales susurros que el viejo caserón exhala al viento.


Hola, bueno aquí está la primera historia de una pequeña "colección" que se titula Historias de un caserón victoriano. Espero que os guste.

jueves, 23 de junio de 2011

Eros

Toma aire, despacio. Inunda tus pulmones de vida. Ahógate en la dulce droga de su aliento. Cierra los ojos, y no dejes que la más mínima luz de realidad despeje tu mente. El viento roza tus pómulos, como dedos largos y suaves con olor a rosas. El sol golpea tu rostro con miles de látigos de luz, cálidos y tentadores hasta lo inverosímil; su calma te atrae, su calidez te desarma. Y te quemas, te abrasas, pro no huyes, no permites a tus pies dar media vuelta y alejarte de las llamas. Tu cerebro no responde, se esconde, enajenado por el mundo y sus sentidos. El corazón, desbocado, se lanza hacia su perdición, galopa sin cordura alguna por una pradera de emociones. El alma se aferra a una libertad inexistente, cree volar sin control ni barreras, saborea una falsa realidad. Cada célula, cada recoveco de tu ser tiembla ante su tacto.
Su recuerdo congela tus pensamientos, resquebraja tu mente y adormece tu razón.
Y un día, tratas de desplegar tus alas, volar hasta los más alto y expandir tus sentidos. Pero no puedes. Te revuelves en una prisión en la que tu mismo te has encerrado. Estás cohibido ante un ser que no conoces, que creías parte de ti.
Y cuando todo acaba y tu tormenta interior parece encontrar la calma, el recuerdo de los pasado se te clava como un puñal de mil filos.
Ya son muchos los que cayeron, y es que esta,
ES LA MAGIA DEL EROS.

domingo, 27 de febrero de 2011

Dead in life

Se sentía sola, con una opresión en su pecho que la desgarraba lentamente, una especie de sentimiento creado especialmente para ella, para herirla causándole un dolor atroz, tanto, que habría preferido morir entre las fauces de una bestia o ahogada en el océano, antes que soportarlo un instante más. Pero se vio obligada a sufrirlo en silencio, acurrucada en un rincón de su cálida cama, el único lugar donde se sentía segura.

Llorar durante horas era lo único que parecía ayudarla a evadirse del dolor tan intenso y real que sufría cada día. Se sentía inútil entre tanta “perfección”. La auténtica perfección en su mundo era el amor que sentía, pero que no se atrevía a compartir por miedo a perderle.

El amor era ese sentimiento apasionado y bello en esos instantes en los que podías compartirlo con total felicidad, pero cuando el amor debes tragártelo… duele más que nada de lo que puedas encontrarte. Se dio cuenta de que lo amaba en el momento menos preciso, el menos afortunado y, también, el menos esperado. Lo único que deseaba era besarlo dulcemente, como si fuera un sueño, pero del que no despertaría jamás.

¿No despertar jamás? Se confesó a sí misma el pensamiento que la rondaba de quitarse la vida en un suspiro para dejar de suspirar por él, pero se dio cuenta de algo tan evidente que era estúpido por su parte ignorarlo: si lo hacía, si desaparecía para siempre en la muerte, se reprocharía a sí misma el no haber luchado, no haber esperado saber si las cosas podían haber sido. Tan solo siguió en pie por el amor que sentía. Todo era un desastre en su interior, en realidad, en todo. Estaba cambiando y sabía el motivo, el mismo por el cual lloraba cada noche sin poder evitarlo. Pero siempre uno puede sacar fuerzas y fingir.

Fingía delante de aquellos a los que quería, pero en la soledad se derrumbaba sin importarle nada, porque… ¿qué mas le podía importar ya?

Se miraba en el espejo y no se reconocía.

El tiempo pasaba, nada cambiaba. Agonía, desesperación… ¿qué más podía esperar? Y ¿cuánto debía esperar para aquello que no sabía que era?

Pero al final perdió. Se derrumbó, murió en el silencio. La tristeza despedazó su corazón. Sucumbió al final eterno, sin el beso de eterno amor. Murió para poder vivir, porque era más difícil estar muerta en vida.

sábado, 12 de febrero de 2011

Feliz San Valentín

Querida Rosse:

Se acerca San Valentín, lo habrás notado, ¿verdad?

Las miradas furtivas entre parejas o simplemente amigos enamorados sin valor o conocimiento para expresar sus sentimientos, recorren el aire, veloces como un ave rapaz surcando el cielo, y con ese buscado disimulo propio de los secretos más íntimos.

Por otro lado, el desamor acecha en cada esquina. Los hay compungidos por el rechazo de esa persona a la que aman o melancólicos por la reciente ruptura a las vísperas del día de los enamorados, algunos de ellos sentados en un sofá con la televisión encendida pero sin ver nada, con la mirada perdida o fija en una cajita que contiene ese regalo perfecto que buscaron durante días para la persona a la que más querían, y en muchas ocasiones, aún quieren.

Hay parejas cegadas por la emoción del primer amor, pero también hay personas solitarias que lloran el infortunio de su vida amorosa y se ven solos y sin poder celebrar ese día con alguien especial. Mientras otros, ajenos e indiferentes al amor, alegan que San Valentín tan solo es producto de la codicia de los comercios.

También hay parejas con una increíble historia de amor que se transformó en recuerdos por el fatal inconveniente de la lejanía, aunque existen otras que se aferran a cada kilómetro que los separa con el positivo pensamiento de: “el amor salva las distancias”.

Otros rehúyen encontrar a su príncipe o princesa ideal, aunque no lo admitan, por el miedo a perderlo, y se esconden entre fiestas y amoríos de una noche, que nada tienen que ver con ese sentimiento profundo y cálido, y no tienen la esperanza de mirar a alguien y ver su interior.

Algunos celebran su amor cada día, como el más bello regalo que han podido recibir, por lo que ese día de San Valentín, es tan solo un día más en su perfecta y profunda ensoñación. Pero también existen otros, traicionados y doloridos, que rechazan todo amago de disculpa por parte de aquel que le traicionó, mientras que otros en la misma situación, perdonan incondicionalmente por la debilidad que causa en ellos el amor.

Tantas clases de amor existen… El inocente e incondicional amor infantil, el loco amor de la juventud y el dulce y duradero amor de la vejez son solo algunos de ellos, todos transcurriendo ante nuestros ojos día a día. Y, como aquellas parejas que viven su amor sin pausa y cada día con más intensidad, ¿no deberíamos vivir el amor puro de los enamorados, amigos o sencillamente familiares, todos y cada uno de nuestros días con la misma intensidad? San Valentín tan solo es un día, un día para que recordemos ese amor, pero con regalos, globos con forma de corazón y cartas anónimas con palabras bonitas y detalles en purpurina.

Por cierto, feliz San Valentín.

Tuyo siempre. Te quiere,

Mike.

sábado, 5 de febrero de 2011

Machado

Hola =)
Bueno, un poco más abajo voy a poner unos versos de Antonio Machado, que es uno de los autores que más me gustan, y espero que disfrutéis de estos versos tanto como yo.
¡Un beso!
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Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
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El hada más hermosa ha sonreído
al ver la lumbre de una estrella pálida,
que en hilo suave, blanco y silencioso
se enrosca al huso de su rubia hermana.

Y vuelve a sonreír porque en su rueca
el hilo de los campos se enmaraña.
Tras la tenue cortina de la alcoba
está el jardín envuelto en luz dorada.

La cuna, casi en sombra. El niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan,
hilando de los sueños los sutiles
copos en ruecas de marfil y plata.

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Lejos de tu jardín quema la tarde
inciensos de oro en purpurinas llamas,
tras el bosque de cobre y de ceniza.
En tu jardín hay dalias.
¡Malhaya tu jardín!... Hoy me parece
la obra de un peluquero,
con esa pobre palmerilla enana,
y ese cuadro de mirtos recortados...
y el naranjito en su tonel... El agua
de la fuente de piedra
no cesa de reír sobre la concha blanca.