La vida se
compone de riesgos. Riesgos pequeños, riesgos grandes, riesgos que podrían
destrozarte, riesgos necesarios, riesgos estúpidos… Todos distintos pero aun
así en su núcleo son lo mismo: riesgos.
Puedes
saltar a mil metros de altura, dejando tu seguridad y tu vida a cargo de una
cuerda cuya función es detener tu caída por la simple razón de querer sentir la
adrenalina en tus venas. Puedes apostarlo todo, tu última moneda, tu casa, tu
vida misma, puedes dejar todo ello en manos del azar y arriesgarte a perderlo
por tu propia y estúpida ambición, tu necesidad de poder, de pertenencia, de
abarcar más y más. Puedes embarcarte en algo emocionante, nuevo, un proyecto,
una idea esperanzadora, existiendo la posibilidad de resultar en un desastre. Y
puedes cometer uno de los mayores riesgos que hay: entregar tu corazón. Oh, eso
sí que es peligroso, siempre lo ha sido. Tu corazón puede ser pateado,
pisoteado, dejado de lado, escurrido hasta exprimirle todo sentimiento de
felicidad. Pero es que el riesgo implica eso. Las cosas pueden salir bien, o
pueden salir mal, ese es todo el trasfondo de un riesgo, saber que puedes
llegar a la felicidad o a la amargura, o no arriesgar y permanecer en la
neutralidad. Pero eso también puede llevarte a la amargura, o no. Ese es el
verdadero peligro del riesgo, no puede saberse cómo afectará a tu vida. Entregar hasta el último resquicio de tu alma
y tu corazón a alguien no es más que darle la oportunidad de destruirte. Pero
también la de no hacerlo. Y la cosa es, que nos matarán por dentro una y otra
vez, lo harán, de eso no cabe la menor duda. Porque arriesgarse y fallar cien
veces es lo que da la oportunidad a la 101, de aparecer, de terminar en la
desembocadura correcta, de recomponer lo que creíamos roto. Y el tiempo también
cura las consecuencias de los riesgos, cicatriza las heridas y las cubre hasta
que no son más que una línea rosada marcada en ti. Porque tenemos que tener la
fuerza para recuperarnos de los desenlaces de nuestras decisiones.
Y es que la
vida se compone de riesgos, porque si no, ¿qué emoción tendría despertarse y disfrutar
de un día más?
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¡Buenas! Después de tropecientosmil días sin subir nada interesante, aquí traigo algo. Vale, se que no ha sido nada demasiado interesante, ni memorable, ni nada de nada. Y no me voy a poner a decir excusas de por qué no he subido un capítulo de Besos de Rubí como (más o menos) prometí. Soy un desastre cumpliendo promesas en lo referente a plazos, subir cosas al blog y similares. El próximo capítulo de BR está casi escrito, lo prometo, pero tengo dificultades para seguirlo y me voy quedando sin ideas, por eso me cuesta tantísimo seguir escribiendo, porque si por mi fuera los capítulos podrían hacerse bastante cortos, pero NO quiero hacer eso, así que tengo que currármelos y quitarme de encima la vagueza que al final va a acabar comiéndome viva.
Así que, lo siento, lo siento, lo siento por no subir capítulo. Peeeeeeeeeeero, se me acaba de ocurrir según escribía esto xD puedo subir un trocito, para que al menos veáis algo de lo que está escrito. Nada demasiado largo, solo un pequeño avance no demasiado revelador de un trocito del capítulo :3 Pues nada, entonces lo dejo aquí ;)
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-Buenos días, preciosa –Domenico decidió que tenía que
intervenir y ese era un momento igual de bueno como cualquier otro.
Notó la
sorpresa en el rostro de Cassandra cuando abrió los ojos y se giró hacia él,
seguido de un leve alivio por el hecho de reconocerle, pero que volvió a dar
pasó a una mezcla entre sorpresa y terror.
-¿Domenico?
¿Qué haces en… -miró a su alrededor para cerciorarse de que no era ella la que
se había colado en el cuarto de él en la enajenación de la noche y el alcohol-
mi cuarto? Mi cama, para ser más específicos. Tú y yo…
Él se
rio durante unos segundos, pero paró cuando vio que a Cassandra todo aquello no
le hacía ninguna gracia.
-Ey
–dijo suavemente.
Se
acercó a ella, tendiendo una mano y agarrando unas de las suyas. Cassandra
pareció consentir eso y guardó silencio.
-Tranquila.
Te estaba esperando aquí para hablar cuando casi todo el mundo se había ido. ¿Recuerdas?
–preguntó cauteloso.
Ella lo
miró fijamente unos instantes, su cerebro funcionando a toda velocidad,
buscando entre los recuerdos de la noche para llegar al por qué Domenico y ella
habían despertado en la misma cama. Domenico casi oyó como su cerebro hizo
‘clic’ cuando la expresión de ella se relajó notablemente.
-Bien
–susurró desplomándose de nuevo sobre el colchón.
Domenico
continuó observándola pero no dijo nada, se limitó a permanecer sentado,
pensativo.
-¿Tan terrible
hubiera sido que hubiera pasado algo entre nosotros? –dijo de repente en tono
ofendido-. O sea, no soy tan horrible, ¿no? Parece que te hubieras librado de
la peor cosa que pudiera ocurrirte jamás.
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¡Y ya! Me siento cruel dejando precisamente este fragmento, pero así mantengo un poquito el misterio. Prometo que en estos días sigo escribiendo, que llevaba ya mucho sin abrir el documento y yo misma ya ni me acordaba de lo que había escrito.
¡Saludos! No me odiéis mucho por traeros tan poquita cosa hoy.
Besos :3