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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Puede ser


Puede que me enamorara de tus brillantes ojos grises y tu sonrisa pícara. De la forma en la que inclinabas la cabeza para mirarme con suspicacia. De tu pelo alborotado y sin control, de ese color moreno que lanza destellos tan negros como el ónice a la luz del sol. Incluso puede que me encaprichara de la forma en que tu brazo se movía de forma protectora alrededor de mi cintura. De tu piel morena contrastando con la mía clara y de la forma en que tu mano encajaba sobre la mía. Y sé que echaré de menos perdernos entre las sábanas, la sensación de tener tus labios sobre los míos, la adrenalina corriendo por mis venas mientras hacemos una de nuestras tantas locuras… Y es cierto que puede que el alma se me rompiera en pedazos observando como te alejabas de mí, sabiendo que no había marcha atrás, que el tiempo no daría la vuelta y nos regalaría otra oportunidad para intentar hacer funcionar todo mejor. Quizás no mereciéramos más oportunidades, o quizás habría sido inútil dárnoslas, porque las cosas volverían a suceder igual. Y es que es posible que creyera que no volvería a sentir nada igual, que no podría mirar a otro con los mismos ojos con los que tantas veces te observé a ti.
Y es que, sí, es posible, o más bien probable, que todo eso ocurriera, que no fuera tan fuerte como parecía serlo, que cada noche se deslizaran las lágrimas por mis mejillas, lentas y cálidas, mientras mil y un suspiros salían de mis labios. También probablemente, me preguntaría a cada instante si por cada 100 lágrimas mías derramarías tú una sola, y si la sonrisa que veía a lo lejos pintada en tus labios no era más que una falsa máscara de felicidad. Seguramente deseé que así fuera, ¿quién quiere ver la felicidad en un rostro ajeno cuando el tuyo propio se desfigura por el dolor?
Nada es eterno, ni tan siquiera el dolor, y si todo lo anterior fue o no vedad, ya no lo recuerdo. Porque abrazar, besar, sonreír, amar… no es tan difícil si tienes la paciencia de darle tiempo al tiempo. Y tú recuerdo me acompaña cada día, sí, y espero que el mío te acompañe de la misma manera. Porque ¿y qué si uno nunca puede dejar de amar? ¿Qué si simplemente entierras el amor bajo capas y capas de olvido? Puede que un clavo no saque otro clavo, de hecho, probablemente lo entierre más profundo, lo suficientemente profundo como para ignorar su presencia, quedando solo con la sensación de ese nuevo clavo presionando en tu mente. En los pozos más profundos se guardan los tesoros más preciados, cosas tan valiosas o poderosas que no es recomendable permitir que salgan de ahí.
Y es que sí, admito que me enamoré de ti, y que demasiadas veces he deseado volver a suspirar entre tus brazos. Siempre lo deseé, siempre lo desearé. Como uno de esos sueños imposibles que derivan en amores platónicos, amores imposibles con los que solo se te permite soñar. Pero no impedirá eso que continua hacia delante, porque ¿quién sabe si en realidad me enamoré de ti? Es más que posible que solo esté enamorada de tu recuerdo.



Queridos míos!!!!!!!!! ¿Cómo lleváis el mes de diciembre? No queda prácticamente nada para nochebuena!!! Y antes de eso, siendo más exactos, pasadomañana, llega el tan "temido" fin del mundo. ¿Será o no será? Quién sabe. Personalmente no creo que este viernes vaya a explotar, implosionar, haber una apocalipsis zombie, y un largo etcétera, en la Tierra, pero bueno... ya se verá el viernes jaja Eso sí, en el supuesto caso de que fuera el fin del mundo... me arrepentiré de cada hora que he pasado estudiando porque no habría servido para nada -.-' jajajajaja
Bueno bloggeros, dejando de lado mis tontunas sobre el fin del mundo, desearos felices navidades a todos, que las paséis con la familia y los amigos pasándolo genial y que os traigan muchas cositas los Reyes Magos y Papá Noel ^.^ 
En cuanto empiecen las navidades me pondré a estudiar, hacer resúmenes, trabajos... y todas esas cosas horribles que tengo que hacer para la uni. El último examen lo tengo a principios de febrero, así que a partir de ahí y hasta que lleguen los próximos exámenes me pondré como loca a escribir Besos de Rubí. No sé si en navidades subiré el capítulo 9, pero en caso de que lo subiera sería el último de la historia hasta febrero, y seguiría subiendo historias cortas, las otras partes del relato por partes que estoy escribiendo y algo de Historias de un Caserón Victoriano. Vamos, que sin lectura no os quedáis, yo misma me muero si no escribo algo jaja
Bueeeeeeeeeeeeeno, que me enrollo muchísimo, ¡FELIZ NAVIDAD! a todos de nuevo y un beso enormísimo ♥♥♥

jueves, 13 de diciembre de 2012

Isabel Allende - La Isla Bajo el Mar

Buenas noches bloggeros míos!!!!!!!!! ¿Qué tal vamos llevando el frío de diciembre? Aquí en Madrid estoy al borde de la hipotermia jaja
En la entrada anterior comenté que subiría una reseña/recomendación de un libro de Isabel Allende, La Isla Bajo el Mar. Siento haber tardado un poco, pero me paso el día de un lado a otro entre clases, prácticas, estudiar y salir de fiesta (no voy a dejar eso fuera porque la verdad que no es que me prive de salir xD). Mañana por la tarde tengo el último examen, que es de física, por cierto, así que tengo ganas ya de hacerlo y quitármelo de encima. Aunque no es que vaya a tener unas navidades de relaz, que va!! Si en febrero tengo los finales!!! Viva el estudio navideño (viva mi ironía y maldito plan Bolonia). 
Poco más que decir, allá voy con el libro ^.^



Sinopsis:

La isla bajo el mar de Isabel Allende narra la azarosa historia de una esclava en el Santo Domingo del siglo XVIII que logrará librarse de los estigmas que la sociedad le ha impuesto para conseguir la libertad y, con ella, la felicidad. Esta es la historia de Zarité, una muchacha mulata que a los nueve años es vendida como esclava al francés Valmorain, dueño de una de las más importantes plantaciones de azúcar de la isla de Santo Domingo. A lo largo de la novela viviremos cuarenta años de la vida de Zarité y lo que representó la explotación de esclavos en la isla en el siglo XVIII, sus condiciones de vida y cómo lucharon para conseguir la libertad. Pese a verse obligada a vivir en el ambiente sórdido de la casa del amo y verse forzada a acostarse con él, nunca se sentirá sola. Una serie de personajes de lo más variopinto apoyarán a nuestra protagonista para seguir adelante hasta conseguir la libertad para las futuras generaciones. Mujeres peculiares como Violette, que se dedica a la prostitución o Loula, la mujer que organiza su negocio; Tante Rose, la curandera, Celestine o Tante Matilde, la cocinera de la plantación: personajes con este punto de magia que dan un ambiente y un color especial a la novela. Los amos desprecian y maltratan a los esclavos. Estos a su vez organizan rebeliones, una de las cuales provoca un incendio en la plantación. Valmorain huye de la mano de Zarité. Ella ha criado a Maurice, hijo de Valmorain que crece junto a Rosette la propia hija de Zarité y su amo. Como esclava, también estará al servicio de las dos esposas de Valmorain: dos personajes totalmente distintos pero muy bien caracterizados por la autora. Conforme avanza la novela nuestro personaje alcanza la dignidad que le corresponde. Vivirá su propia historia de amor y conseguirá la libertad. 

Isabel Allende le da voz a una luchadora que saldrá adelante en la vida sin importar las trampas que el destino le tiende.



Qué decir de este libro. Pues empecemos por el heco de que está escito de una manera que, personalmente, me encanta. La verdad es que Isabel Allende siempre me ha encantado. Empecé a leerme la trilogía de "La Ciudad de las Bestias" (que la recomiendo, porque me encantó) y desde entonces libro suyo que veo, libro que leo ^.^ Es de la mejores escritoras que he visto en un tiempo.
Ya metiéndonos en el libro en sí, como he dicho, está bien escrito -cosa que yo valoro mucho- y la historia desde luego se lee con ganas, porque es bastante realista.
Lo único malo ue puedo decir de este libro es que hay momentos en los que llega a pesar bastante, porque además de la trama de la novela en sí, se mete en temas históricos y de conquista, gobiernos y similares. No es que esto sea una parte muy extensa del libro -de hecho, es bastante poco- pero yo había algunos parrafos que tenía que leerlos dos veces porque desconectaba unos segundos xD
Centrándonos en las cosas buenas -que desde luego ganan a las - y en la historia, pues tengo que decir que el personaje de Zarité me encanta. Lo fuerte que es capaz de ser mientras a la vez es totalmente débil y está desamparada... es cuanto menos interesante. Toda su historia, la manera que pasa de mano en mano, cómo cuida a Maurice como si fuera su propio hijo... Me parece que es un personaje con una psicología complicada, aunque a la vez es tan simple como que quiere proteger a los que ama y ansía la libertad, como cualquier esclavo. La evolución del personaje es fascinante, eso desde luego.
En cuanto a Valmorain, había instantes en los que le odiaba tanto... pero luego no me caía tan tan mal, sigo teniendo sentimientos encontrados con respecto a ese personaje. Es cruel, pero en el fondo no tanto. Lo que más odié de él fue la segunda esposa que eligió. En serio, sentí deseos de meterme en el libro y matar a esa mujer a bofetadas.
Maurice y Rosette son tan monos *.* Lees cómo nacen, sigues cómo crecen y después ves su carácter cuando son un poco mayores. El personaje de Maurice en especial me encanta. Rosette me desconcertó un poco, porque no tenía muy claro qué pensaba ni por que actuaba como actuaba.
Un personaje que sin duda he llegado a adorar es el doctor Parmentier, me parece el personaje más alegre, simpático y pragmático de todo el libro. No lleva arraigado ese sentimiento de los franceses de controlar a los esclavos de color ni ese odio irracional a los mulatos. Ese hombre es todo dulzura ^.^
Otro personaje que me encantó fue Tante Rose, me parece muy interesante. En general todo lo relacionado con las loas y demás puntos de la cultura africana me parecieron muy interesantes. Cada uno tiene su pensamiento y creencias y demás, y siempre me ha gustado conocer culturas y creencias de otro lugares, así que en ese sentido el libro me dejó con muy buen sabor de boca. Y lo que es la parte de las plantas medicinales y cosas de ese estilo me cantó, en general el tema de la naturaleza me apasiona, todo lo que pueda obtenerse de manera natural sin sobre-explotarse, bueno es jaja
En cuanto a toda la trama, no es que sea tremendamente original, porque libros sobre la esclavitud hay muchos, pero lo que si es buena es la manera de expresar los diferentes puntos de vista y como quedaba clara la frivolidad de los señores y propietarios de terrenos, la crudeza de la situación fe los esclavos y las pésimas condiciones que se les daban en Santo Domingo. 
Y ya para terminar, pues hablar de el final (pero sin spoiler ¿eh= ;P ). Pues el final no me impresionó mucho, la verdad. Pero el libro es como es, y el final a mi parecer no está mal como está. Podía haber sido totalmente distintos, más trágico o más alegre, pro en cierto modo combina ambas cosas de tal manera que te quedes algo pesaroso pero a la vez "satisfecho". Pero nada del otro mundo, la verdad, es un final bastante apropiado, y no muy sorprendente.
Pues nada más que contaros. Espero que os haya guiado algo mi opinión y que os animéis a leerlos porque, a pesar de las pequeñas críticas que halla podido hacerle, el libro es bueno.

Un beso enorme!! ♥

sábado, 1 de diciembre de 2012

Ingrid y Elián


Elián siempre quiso a Ingrid, incluso antes de conocerla. Desde que vio su sonrisa infantil asomar por el marco de la puerta de su habitación el corazón se le aceleró y la respiración se le cortó. Sus rizos dorados y alocados danzaban a su alrededor, y su boca regordeta, siempre manchada de cualquier dulce, nunca hacía una mueca triste. Era un pequeño tornado de tres años la primera vez que se topó con sus ojos oscuros como el ónice, con aquellos pequeños y chispeantes destellos de amatista, y él tan solo le doblaba en edad, con sus recién cumplidos seis años. Nunca nadie creería que aquel pequeño niño de pelo oscuro y ojos ambarinos, que se escondía en su cuarto el día de su propio cumpleaños para escapar del constante ir y venir de los adultos y la excesiva atención que tenían sobre él, se enamoraría de la inocente sonrisa de aquella chiquilla descontrolada a tan corta edad.
Ingrid era la hija de la cocinera de la casa, una mujer de aspecto amable y rasgos suaves que pasaba el tiempo entre fogones y que preparaba los mejores pasteles que Elián jamás había probado. La niña había heredado de su madre el gusto por los duces y el chocolate, pero también la sonrisa dulce y el pelo claro. Los ojos oscuros de Ingrid, esos que al mirarlos parecían pozos, eran los mismos que los de su padre, muerto por un desafortunado accidente sin siquiera haber visto el rostro de su niña. Las mejillas sonrosadas de la pequeña añadían un destello de color a su tez pálida como la porcelana, que contrastaba con el moreno natural que poseía el pequeño Elián.             
El día que el niño, resguardándose en su habitación del ruido de la fiesta, vio la pequeña naricilla de Ingrid asomarse curiosa por el marco de la puerta, el miedo pasó a través de él con la fugacidad de un rayo. El temor inicial de que alguno de sus irritantes familiares fuera a buscarlo y obligarlo a abandonar su cuarto, desapareció en el instante que se dio cuenta de que aquel pequeño ángel de pelo rubio y ojos negros no tenía intención de lanzarlo a la angustia de la fiesta que abajo se celebraba.
-Hola –saludó Elián con una sonrisa en el rostro-. ¿Quién eres?
-Hola –saludó la pequeña de vuelta con su voz infantil y tímida-. Ingrid –añadió señalándose a si misma con una sonrisa dulce y tímida.
El pequeño Elián amplió su sonrisa y se acercó a la niña con cautela, tendiéndole una mano.
-Yo me llamo Elián –se presentó sin perder la sonrisa al tiempo que tomaba la mano de Ingrid.
-Elián… -repitió ella pensativa, y en su rostro apareció la sonrisa más radiante que el niño jamás había visto.
Aquella presentación tan desconcertante, entre un niño tímido que amaba más al silencio que a las personas y una pequeña niña que a su corta edad tenía la charlatanería y el desparpajo de alguien mayor, fue el inicio de una relación tan extraña como firme. Elián consiguió averiguar de la pequeña que era hija de la cocinera y que recientemente su madre comenzó a llevarla a las cocinas con ella para no depender de otros que la cuidasen y poder también pasar más tiempo a su lado. En aquella tarde de cumpleaños la amistad entre ambos consiguió crecer desconcertantemente rápido, y Elián descubrió que, desde ese día, sería incapaz de vivir sin aquella pequeña niña a su lado. Cada mañana, tas terminar sus clases, él bajaba a las cocinas a toda velocidad y esperaba a la revoltosa Ingrid, que aparecía con la boca manchada de chocolate y un dulce diferente cada día para su amigo. La casa entera era su patio de recreo, y siempre se aseguraban de no ser vistos porque, a pesar de que nadie le dijo que no debía trabar amistad con Ingrid, el niño presintió que su padre no aprobaría aquello. Elián era incapaz de pasar un día sin tener cerca a la niña, y ella absorbía cada palabra y gesto de él con una profunda admiración. Los revoltosos niños se cuidaban y protegían el uno al otro a toda costa. Elián tomaba las culpas de cualquier posible destrozo que produjeran mientras correteaban por la casa, e Ingrid se hacía responsable frente a su madre de la desaparición de cualquier dulce. El día a día de ambos transcurría con monotonía, pero nunca era aburrido, jamás podrían aburrirse si estaban el uno junto al otro.
Los años pasaron por ambos con rapidez, hasta que Elián dejó de ser un pequeño niño de facciones suaves e Ingrid cambió los rizos alborotados y las mejillas regordetas por una suave cascada de bucles dorados y un rostro dulce de pómulos rosados. Continuaron encontrándose casi diariamente durante todos esos años, pasando de los juegos de niños a las largas conversaciones, lecturas  y paseos por el jardín, e incluso algún beso furtivo en la comisura de los labios que dejaba las mejillas de Ingrid encendidas y que provocaba una sonrisa pícara en el rostro de Elián. El sentimiento que ellos bien conocían, y del que nadie tenía constancia, se hacía cada vez más intenso y maduraba y crecía a medida que ellos lo hacían.
Ingrid contaba ya con 16 años el día que su madre consideró que debía comenzar a ocupar un lugar en la cocina y aprender todo lo que ella tenía que enseñarle. La joven había heredado de su madre el amor por la cocina y, sobre todo, por los dulces, pero no quería encerrarse entre cuatro paredes, pues eso le robaría horas que pasar con Elián, y ninguno de los dos podía evitar sentirse angustiado si no podían verse en un par de días.
-Pero madre –comenzó a replicar Ingrid-, no puedo pasar el día entero encerrada entre hornos y fogones. Por favor –suplicó con expresión desolada.
-No pongas esa cara, niña. Te podía funcionar cuando eras una cría, pero ya no –la riñó su madre, pero sin verdadero enfado.
-Por favor, madre… -repitió suplicante.
La siempre sonriente mujer observó a su hija con mirada escéptica y la tomó de la barbilla, mirando con fijeza los ojos oscuros de la joven.
-Ingrid, no puedes continuar llevando la vida de una niña atolondrada. Vagar por lo jardines de la casa y por el pueblo no te hará una mujer de provecho.
-Lo sé, madre –admitió la chica con pesar-. Trabajaré por las mañanas en las cocinas, lo prometo. Pero permíteme tener las tardes para mí. Por favor, madre, por favor –su voz afligida ablandó el corazón de la madre.
-Está bien –consintió ella tras un largo silencio-. Pero trabajarás todas las mañanas, sin distraerte, y aprenderás todo lo que tenga que enseñarte.
-Lo prometo, madre. ¡Gracias! –y lanzó los brazos alrededor de la sonriente mujer.
-Corre a disfrutar de tu último día de libertad, revoltosa, mañana no saldrás de la cocina hasta la hora de la comida –palmeó la cabeza de su hija y sonrió-. ¡Ah! Una última cosa, la señora quiere conocerte. Siempre quiere saber quién pertenece a su servicio.
-Claro –asintió Ingrid ya saliendo por la puerta de la cocina-. ¡Adiós, madre! –se despidió.
Corrió por hacia el jardín de rosales que había en una de las zonas más alejadas de la finca, donde encontró a Elián recostado contra un árbol y con los ojos cerrados. Ingrid desaceleró su paso y se aproximó lentamente al joven. Los años habían marcado sus facciones, sus hombros eran anchos y contaba con una considerable altura. Llevaba el pelo desordenado en rizos negros y una ligerísima capa de vello le cubría la mandíbula. Ingrid se sentó junto a él, sin tocarlo, haciendo uso de su natural sigilo, y tomó una rosa caída con la mano. Con cautela, la acercó al rostro del chico y la pasó por su nariz y mejillas. Elián reaccionó abriendo los ojos repentinamente y mirándola con sorpresa. Al cabo de unos segundos en su rostro se dibujó una dulce sonrisa y se incorporó para acercar a la joven hacia él.
-Sigues siendo una niña, Ingrid –bromeó, y a continuación depositó un beso en la mejilla de ella.
Ingrid pasó una mano dulcemente por la mejilla de él y besó la punta de la nariz de él.
-A partir de ahora solo podré verte por las tardes –dijo Ingrid por fin, aún cercano su rostro al de él.
-¿Y eso por qué? –la preocupación se filtraba poco a poco en el rostro de Elián.
-Mi madre quiere que trabaje con ella en las cocinas. He conseguido convencerla de que me deje las tardes libres –le contó ella con pesar.
Elián rodeó a Ingrid con los brazos y la atrajo hacia su pecho.
-Las mañanas serán eternas sin poder estar contigo.
-Lo sé –se acercó a un más a él.
-No deberías trabajar en las cocinas –la voz de él sonaba seria y pensativa.
-¿Y eso por qué? Me gustan las cocinas, pero no separarme de ti –ella levantó su rostro, mirándolo a él.
-Cuando me case contigo no tendrás que cocinar –sentenció Elián.
-Elián –comenzó Ingrid-, sabes que no desearía otra cosa en el mundo pero…
-No –la interrumpió-. Me da igual lo que digan, mi madre, mis padres, el pueblo, la comarca y el país entero si se tercia. Sé qué quiero y a quién quiero –fijó sus ojos ambarinos en los ojos oscuros de ella.
Ingrid permaneció en silencio, asimilando las palabras que el joven acababa de decirle. Elián llevaba años, desde que eran niños, asegurando que se casaría con ella, pero nunca había visto esa seriedad y determinación en su rostro y, en cierto modo, eso le asustaba más que nada. No era estúpida, lo que sentían el uno por el otro era fuerte, demasiado, pero nadie lo consentiría. Llevaban tantos años ocultándose a los demás que había olvidado como podría ser actuar en público frente a él. Jamás se habían encontrado por la casa o la finca sin haberse citado antes e Ingrid no conocía a ninguno de sus señores, pues su madre se encargaba de que no apareciera por las cocinas cuando alguien tenía intención de bajar. La fuerza con la que Elián pronunció aquellas palabras le asustó tanto que tan solo quiso correr y olvidar que alguna vez había estado enamorada, pero solo fue capaz de abrazarse a él lo más fuerte posible y aspirar su olor a pino y sándalo.
-Elián… -su voz temblaba por lo nervios.
-Te quiero, jamás olvides eso –se inclinó sobre ella y rozó suavemente sus labios-. Y pase lo que pase no te van a separar de mí –y al fin le dio ese beso que ambos llevaban esperando demasiado tiempo.



Bloggeros míos!!!! Tenía unas ganas locas de subir algo al blog, y llevaba varios días trabajando en esto, que en principio iba a ser un relato corto, lo típico, pero me esta gustando así que voy a dividir el relato en 3 o 4 partes para hacerlo un poquito más largo.
Como veis volvemos a la época antigua (lo mío es obsesión, ¿eh? jaja)
En breves tengo intención de subir una "reseña-recomendación" de un libro que leí hace poco: "La Isla Bajo el Mar" de Isabel Allende, que la verdad adoro a esta autora. 
Poco más que decir, espero que empecéis el mes de diciembre con ganas y energía y que nadie se agobie por exámenes y demás. Mejor estudiar tranquilamente, que nada bueno sale de estar nervioso ;)
Un beso!!!! ♥

martes, 27 de noviembre de 2012

Historias de un caserón victoriano-6


POR CONVENIENCIA

                -Es lo que hay que hacer, Julius, y se hará –Edith hablaba, al igual que siempre, altiva y titubear.
                -No puedes obligarla a hacer algo así, Edith. Sabes que Selina jamás lo aceptará –Julius por su parte hablaba con tono derrotado, abatido por tratar con su mujer.
                Mientras la conversación transcurría y las miradas cargadas de tensión y hastío volaban por la habitación, Selina escuchaba la conversación tras la puerta, temerosa de saber qué era aquello que su madre tenía planeado para ella y que sabría que no le agradaría. Recorrió el pasillo rápidamente cuando notó el silencio extenderse unos instantes en el despacho de su padre y se aseguró de que nadie había por allí cerca. Tras esto volvió junto a la puerta y captó de nuevo la voz de su padre.
                -No puedes pretender casar a nuestra hija con ese hombre –Julius trataba hacer entrar en razón a su esposa.
                -¡Siempre has sido un blando! La vida son negocios, Julius. Estamos arruinados, ¡lo sé!, por mucho que hayas tratado de escondérmelo, y necesitamos el dinero de Lord Gladstone antes de hundirnos en la miseria.
                -Así que vendes a tu hija al mejor postor por conservar ese absurdo y ostentoso nivel de vida que lleváis Samantha y tú, ¿no es así? –le reprochó con rabia.
                -No puedes reprocharme el nivel de vida que hemos llevado, jamás me dijiste que teníamos problemas económicos –se exculpó Edith.
                -¡Claro que te lo reprocho! –gritó Julius sin poder contenerse-. Jamás he querido gastar más de lo necesario en ropas, servicio y alimento. Mientras tanto vosotras acudíais a esa modista parisina y gastabais en un vestido el dinero que necesitaría una familia para comer durante varios meses.
                -No trates de culparme a mí de nuestros apuros económicos –gritó ella-. Las gestiones de tierras y comercio no son de mi incumbencia.
                -Cúlpame a mí si quieres, asumo la culpa si es lo que deseas, pero sabes que has vivido por encima de nuestras posibilidades, y no casarás a Selina para solucionar algo que, desde luego, no es culpa suya –Julius le dio la espalda a su esposa y se sentó en el amplio sillón de cuero que tenía frente a su escritorio-. No hablaré más sobre esto, Edith –añadió al saber la intención de su mujer de replicar.
                -Ya lo veremos –respondió ella histérica dirigiéndose hacia la puerta.
                Selina salió del estupor en el que se había sumido al escuchar la conversación de sus padres y corrió a esconderse en la habitación más cercana: la biblioteca. Se encogió en uno de los amplios sillones de tela color vino y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas, mientras un único sollozo pesaroso y profundo salió de su garganta. Se abrazó a sí misma sobre el mullido sillón y se repitió una y otra vez a sí misma que su padre no permitiría que ella tuviera el destino que su madre quería imponerle. Se obligó a si misma a levantarse y caminar hacia la puerta, estaría mucho mejor en su habitación, donde no pudieran molestarla. Salió de la biblioteca y cerró la puerta con cuidado.
                -¿Selina? –la voz de su padre la sorprendió por la espalda.
                Limpió cualquier resto de lágrimas de su cara con un rápido movimiento y se giró tratando de sonreír.
                -Padre –saludó ella con una forzada sonrisa dulce.
                -¿Qué ocurre, mi niña? –preguntó él escéptico, al ver los ojos ligeramente rojos de su hija.
                -Nada, ¿qué iba a ocurrir?
                -Selina, cariño, ven aquí –insistió él abriendo los brazos, a lo que su hija se acercó con rapidez refugiándose en ellos.
                -No permitas que madre me case con un extraño, por favor no lo permitas –suplicó ella.
                -Selina, no deberías escuchar conversac… -pero se detuvo a sí mismo al ver el rostro afligido de su hija-. Claro que no lo permitiré, mi pequeña –y la acercó aún más contra su pecho.
                Permanecieron un par de minutos así, solos en el pasillo, Selina tratando de retener las lágrimas y Julius acariciando el pelo de su hija.
                -Tengo una reunión, cielo. Volveré a casa en un par de horas –besó la coronilla de su cabeza y se dio la vuelta con la intención de volver a recoger unos papeles a su despacho, pero Selina lo retuvo de un brazo.
                -Padre… -titubeó-. ¿Es cierto que estamos arruinados?
                Julius tomó la cara de la joven entre sus brazos y suspiró.
                -Las cosas no van bien, cariño.
                -Y que Samantha y madre gasten una fortuna en vestidos no ayuda, por supuesto.
                Él no tuvo fuerzas para contradecir a su hija y se limitó a asentir.
                -Pase lo que pase, padre, el dinero es lo que menos me importa.
                -Lo sé, mi niña, lo sé –dijo Julius abatido.
                Entró en su despacho con pesadez y dejó a Selina, aun ligeramente temblorosa, andando lentamente por el largo pasillo en dirección a las escaleras de la planta superior para dejarse caer en la calidez de su cama y olvidar por un rato que su madre pretendía venderla al mejor postor, como a cualquier animal, para seguir costeándose sus caros vestidos y tocados. Pasara lo que pasara no permitiría que su madre la utilizara para sus fines egoístas, y mucho menos que la alejara de su amado Richard, porque eso acabaría de una vez por todas con su vida.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Capítulo 8, parte dos

Bloggeros míos!!!!!!!!!!!! Vale, tengo que decir que lo siento, porque estoy muy pero que muy distraída últimamente, y no me concentro para escribir de la historia. Tengo relatos sueltos, mil ideas y muchas ganas de escribir, pero por unas o por otras acabo dejándolo para el día siguiente, y así día tras día. Así que voy a intentar centrarme, empezar a llevar más al día la historia (y de paso también los estudios, que estoy siendo un poco vaga jaja) y tener el blog un poquito más activo ^.^ 
Bueno, y no tengo más que decir, aquí os dejo con la segunda parte del capítulo 8, que la verdad, me parece poco sustancial, pero hay que dar fin al capítulo y las cosas que van a pasar no serán hasta el siguiente jaja
Un beso gentecilla mía!!! :D

Capítulo 8 (parte 2): Siena

-Parece una chica encantadora –la voz de Apprile era suave, como una brisa fresca-. No me habías hablado de ella.
            -No hay mucho que hablar –dijo Domenico despreocupado-. Es una compañera de negocios, tampoco hace mucho que la conoz… -no terminó la última palabra, dándose cuenta de que el hecho de que apenas conociera a Cassandra le llamaría la atención a su madre.
            -¿No hace mucho que la conoces? –preguntó ella con voz escéptica.
            -En realidad no –confesó él con un suspiro.
            -¿Y por qué la has invitado? Hace ya tiempo que no traes a nadie a casa, mucho menos a alguien que apenas conoces.
            -No lo se, simplemente sentí que tenía que hacerlo –dijo él escéptico.
            -¿Tenías que hacerlo o querías hacerlo?
            -Puede que ambas cosas –se dirigió hacia la barra del bar nacarada que había en el extremo opuesto de la habitación y sacó un frasco con un licor ambarino.
            -¿Licor a estas horas, Domenico? –había reproche en la voz de su madre.
            -Tan solo me apetece un trago –contestó él restándole importancia al asunto.
            -Nunca bebes por la mañana, ¿por qué hoy sí?
            -No lo sé –bebió del vaso con avidez.
            -Te preocupa algo –no era una pregunta.
            Domenico evitó la mirada seria de su madre, quedando de espaldas a ella y tomando otro largo trago del vaso. Sabía que ella tenía la mirada clavada en su espalda, frunciendo el ceño, tratando de averiguar lo que pasaba por su cabeza en esos instantes. Pensó burlonamente que esa seria una tarea dura para ella, pues ni él mismo tenía claro qué pensamientos cruzaban por su mente, ni la relación coherente que pudiera haber entre ellos.
            -He dejado a Cassandra en su cuarto –anunció Alice con su característica voz alegre-. Creo que está un poco abrumada.
            Domenico se giró hacia ella, que bajaba las escaleras con gesto pensativo.
            -¿Qué le has dicho, Alice? –preguntó preocupado.
            -Nada, cosas de chicas –dijo con voz despreocupada-. Solo necesita instalarse.
            -¿Seguro?
            -Tan sobrepreocupado como siempre, cariño –intervino Apprile jocosamente-. Seguro que Cassandra está bien, solo necesita instalarse.
            -Como digas –respondió no muy convencido-. Voy a subir a mi cuarto.
            Apprile le dio un leve beso en la mejilla a su hijo y le instó a subir las escaleras con una sonrisa dulce en el rostro. Alice desapareció por la puerta de la cocina y regresó instantes después con un pequeño cuenco repleto de bombones.
            -Si esta familia acaba arruinada será por tu adicción al chocolate suizo, pequeña golosa –dijo Apprile riendo al tiempo que cogía una pequeña esfera de chocolate blanco entre el índice y el pulgar.
            -¡Eh! –Alice escondió el recipiente tras de sí mientras sonreía burlonamente, y la mujer mordió un trozo del dulce chocolate.
            -Voy a meter la carne en el horno –informó Apprile posando una mano en el brazo de su hija-. Y tú sube a cambiarte –añadió señalando los arrugados pantalones cortos azules y la camiseta blanca de tirantes que llevaba la joven puestos.
            -Claro –aceptó ella sonriente-. En seguida bajo –y caminó hacia las escaleras con paso rápido.

…………………………………………………………………..

            Domenico cerró la puerta de su habitación tras de sí con un golpe seco. Hasta él comenzaba a pensar que invitar a Cassandra a viajar con él a Siena había sido un error. Era cierto que hacía años que nadie iba a casa de sus padres como invitado suyo, y el hecho de llevar con él a una mujer que apenas conocía sabía que sorprendería a todos, pero no estaba dispuesto a verse interrogado las veinticuatro horas del día.
Se acercó al gran armario de madera negra que se encontraba junto a la cama y comenzó a guardar la ropa que llevaba en la maleta. Tan solo esperaba que la conversación durante la comida fuera tranquila, y que su hermana y su madre no les atormentaran a ambos con preguntas de difícil respuesta. Domenico suspiró y se rio por su propia ocurrencia, era muy probable que sus temores se cumplieran.
            -¿Mimmo? –la voz de Alice lo sacó de sus pensamientos-. ¿Puedo pasar?
            -Claro.
            La joven entró con su habitual vitalidad, haciendo ondear el bajo de su corto vestido aguamarina. Llevaba el pelo dorado en un sencillo recogido, dejando escapar algunos rizos desordenados, y los labios pintados de un intenso rosa.
            -¿Qué haces tan arreglada? –preguntó al percatarse de las sandalias de tacón que llevaba su hermana.
            -Después de comer saldré con Filippo –le informó ella con sonrisa pícara.
            -¿Filippo? ¿No salías con un tal Giorgio? –preguntó él escéptico.
            -Eso fue hace ya un mes, Mimmo, y Filippo es solo un amigo, por el momento –añadió y emitió una risa infantil-. Voy a ayudar a mamá con la comida, no tardes en bajar –y salió precipitadamente por la puerta mientras reía.
            Su hermana acabaría por matarlo con el vaivén de relaciones en el que estaba metida. Él tan solo se preocupaba por que estuviera con buenos chicos, mientras ella insistía con buscar rebeldes de pelo largo y sonrisa pícara que aumentaban la locura de la joven. Alice seguía siendo una niña, a pesar de su figura esbelta, su grado en Derecho y su capacidad para escuchar y aconsejar a los demás. En el fondo Domenico sabía que su hermana tenía toda la razón acerca de sus sentimientos, y que lo entendía mejor que nadie, pero era más fácil culpar a su alocada imaginación como detonante de todo y olvidar así que hacía mucho tiempo que no le sudaban las manos al estar frente a una mujer.
            -¿Domenico? –de nuevo se vio interrumpido por una voz femenina, pero esta vez no era la de su hermana.
            -¿Cassandra? –se giró sorprendido al reconocer la voz.
            -Lo siento, es que Alice no está en su cuarto, y no sabía si bajar al salón o… -se interrumpió a sí misma ante la mirada de Domenico-. ¿Ocurre algo?
            -No, nada, tranquila -contestó rápidamente con nerviosismo-. Espera fuera un momento, en seguida salgo y bajamos al salón –le dijo con una dulce sonrisa.
            -Está bien –aceptó ella saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras de sí.
            Domenico cerró las puertas del armario en un rápido movimiento y cambió la camiseta que llevaba por una camisa que había dejado sobre la cama. Terminó de abrochar los pequeños botones y abrió la puerta de la habitación con una sonrisa en el rostro. Cassandra estaba apoyada en la pared, a su izquierda, tecleando rápidamente en su teléfono móvil y sonriendo con nostalgia. A Domenico le pareció que nunca la había visto tan guapa, con un vestido corto de color blanco y unas sandalias bajas negras, su pelo largo y rojo trenzado hacia un lado y los labios, como siempre, rojos.
            -¿Lista para bajar?
            Ella levantó la mirada rápidamente.
            -Claro –sonrió-. Estaba leyendo un mensaje de mis hermanos –añadió señalando el móvil.
            Domenico se limitó a asentir y sonreír, y se dirigió hacia las escaleras seguido de Cassandra, y bajaron con tranquilidad. Lo único que ambos esperaban era que todo transcurriera con normalidad y, aunque ellos mismos no lo supieran, que las miradas de complicidad que acabarían intercambiando durante toda la comida no se notaran mucho a los ojos de los demás.

martes, 30 de octubre de 2012

¿Quién quiere un príncipe azul?


+Entonces… ¿has encontrado ya a tu príncipe azul, pequeña? –la voz divertida y descarada de él le sacó una sonrisa sarcástica a la vez que rodaba los ojos.
-¿Príncipe azul? Siempre he creído que ese concepto está sobrevalorado. Y generalizado como el amor ideal de toda chica. Y se equivocan, por supuesto –respondió ella orgullosa, alejándose unos pasos.
+¿Se equivocan?
-No todas queremos que nos traten como a una figurita de cristal. Ni todas buscamos a esa idealizada imagen de ángel de rizos rubios y ojos claros como el cielo. Y Las palabras de amor susurradas una y otra vez al oído no son siempre tan deseadas como se quiere creer, porque lo poco gusta y lo mucho cansa –apuntó en tono afilado.
+Buen punto –le consintió él-. Pero, a pesar de todo, siempre ganarán los tipos guapos, ¿no?
Ella se aproximó con una sonrisa socarrona en los labios.
-A cualquiera le atrae un tipo guapo –aceptó ella-. Pero no todos lo tipos guapos enamoran –añadió en un susurro y se retiró de nuevo un par de pasos dándole la espalda.
+Siempre se dice eso en la teoría. Sería fascinante verlo en práctica –dijo él con un deje de desafío.
-Lo sería, ¿verdad?
Él se limitó a asentir sin perder la sonrisa.
-A veces tan solo necesitas a alguien que sacuda tu mundo y te haga temblar de pies a cabeza. Alguien que rompa los esquemas y sea capaz de decirte lo horrible que estás un domingo por la mañana.
+A todas os gusta escuchar piropos, eso no puedes negarlo.
-¿A quién no le gusta un piropo? Pero eso no quiere decir que dos de cada tres palabras tengan que serlo –se sentó en el desvencijado columpio y cruzó las piernas.
+No me creo que quisieras escuchar lo horrible que estás un domingo por la mañana. De verdad que no me lo creo.
-Puede que escuchar un “estás horrible” un domingo al despertarme no sea algo que me gustaría –le dio la razón-. Pero tampoco querría oír a todas horas que estoy preciosa. Sería una mentira, y muy descarada, además.
+¿Entonces que te gustaría escuchar? –se sentó a su lado, interesado esta vez por la respuesta.
Ella levantó la vista al cielo amoratado, perdiéndose en los tonos de las nubes.
-Querría que me sacasen una carcajada al despertar burlándose de mi pelo alborotado y mi cara adormecida, que se sorprendiera y dijera sinceramente lo bonita que estoy cuando me arregle, que discuta y me contradiga cuando no lleve la razón, pero sin perder la sonrisa… -la última frase quedó en un susurró hacia el infinito, al igual que la mirada soñadora de ella.
Él la observaba con cierta fascinación.
-No quiero al chico malo de la película, pero sí al rebelde y despreocupado. Al que te saca de tus casillas, que se ríe de tu gesto de enfado y te da un beso en los labios para hacerte callar. El que no se pasa el día tratando de estar contigo, que vive la vida, te saca de fiesta pero también adora las noches de película y palomitas. El que te hace levantarte entre sábanas arrugadas y no se molesta en hacer la cama, que te lleva en volandas a la cocina y te pringa la nariz con mantequilla mientras preparas unas tostadas –se paró para tomar aliento-. No quiero al chico perfecto, quiero a un chico con tantas imperfecciones que tenga que aprender a enamorarme de cada una de ellas, y que se enamore de las mías.
+Todo eso suena bastante perfecto.
-No lo es, en absoluto, pero sería una perfecta imperfección para mí –un suspiro escapa de sus labios.
+Puede que lo fuera también para mí –el susurro que era su voz apenas llegó a los oídos de ella.
Bajó la cabeza, que había mantenido hacia el cielo mientras hablaba, y lo miró con los ojos brillantes. Él se le acercó unos escasos centímetros.
-No… -pero los labios de él le impidieron continuar-. ¿Qué..? –trató de preguntar confundida.
+Cállate –su sonrisa burlona era radiante en su rostro-. Y ahora vamos a hacer realidad esa perfecta imperfección tuya.
En un rápido movimiento la levantó en volandas y la sentó en su regazo. La risa de ella sonaba casi infantil.
+No soy tu príncipe azul, ¿verdad?
-Claro que no –contestó ella entre risas-. Los príncipes azules son demasiado perfectos, con su pelo y ojos claros. El pelo oscuro y ojos negros están reservados para los rebeldes imperfectos. Y teniendo a uno de ellos, ¿quién quiere un príncipe azul? –y de nuevo él la calló con un besó.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Sorry

Vale, tengo alrededor de dos minutos para decir lo que quiero xD
Sigo sin internet, ahora he pillado el wifi de la uni, y os dejo una sinopsis de una cosita que escibçi, en plan historia.. no se, pero no tengo pensado seguirla, es por ver opiniones xD
Bueno eso!! Que me voy Un beso!!


Para muchos el silencio es algo agradable, reconfortante. Tumbarse bajo un árbol en la calma del atardecer, cerrar los ojos en la cama y perderse en pensamientos, absurdos o coherentes, lo mismo da, acurrucarte bajo la manta en el frío invierno y observar el crepitar de las llamas… Probablemente sean sensaciones cálidas y tiernas a los ojos de la mayor parte de la gente. Para mí, no lo sé, pues hace tiempo que olvidé cómo se siente uno en aquellas situaciones. Tiemblo por las noches cuando cesan el ruido y las palabras de la gente, las silenciosas horas de estudio se convierten en un verdadero infierno. Por el contrario, me agradan las estruendosas tormentas que el resto odia, y prefiero el ajetreo de las calles abarrotadas, los gritos de niños mimados que reclaman atención y los cuchicheos continuos que plagan los cafés y tabernas a mediodía.
Muchos me calificarían como rara si conocieran esta información sobre mí. Pero, lo que ellos no saben, es que aquel que teme al silencio de la realidad, es tan solo porque, cuando la vida refrena y da un alto a los ruidos diarios, otros oyen los ajetreos de otra vida a la que la mayoría de la gente permanece ajena, aunque, sería más propio llamarla “no-vida”. De niña, disfrutaba con la sensación de nunca sentirme sola, pero pronto los lamentos, peticiones, palabras y sensaciones que percibía de aquel otro mundo, me arrastraron a un profundo terror que me obligaba a buscar cualquier ruido existente en la realidad.
Me llamo Iris, tengo 17 años y estas son las costumbres de mí día a día, extrañas y temibles, pero costumbres al fin y al cabo.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Pequeños problemas

Hola bloggeros y bloggeras!

Resulta que tengo un pequeño problema, y es que hoy me he ido a vivir ya con mis tíos (echaré de menos a mi amiga, pero es lo que toca) y cuando he preguntado por internet, pues mira por donde que resulta que andan con problemas y no tienen! Y me fastidia muchísimo ya no solo por el blog, si no que en la universidad es 100% necesario para cualquier cosa.
Así que yo seguiré escribiendi y cuando me sea posible pillar alguna red abierta por ahí pues subiré cosas.
Que lo siento mucho gentecilla, un beso enorme y a ver si en poco puedo subir cosas que tengo muchas ganas!
Bueno y ya os deko, que odio escribir entradas en el móvil.
Un beso enorme!

domingo, 7 de octubre de 2012

Besos de Rubí, capítulo 8, parte 1

Capítulo 8: Siena (parte 1)

-Domenico, esto no es una buena idea, lo sé yo y lo sabes tú.
            Cassandra se encontraba ante las estilizadas e impolutamente blancas escaleras del porche delantero de la enorme mansión, esperando mientras el taxista y Domenico sacaban las maletas del vehículo. Al oír sus palabras él depositó la maleta en el suelo y se giró hacia ella.
            -¿De verdad tan terrible te parece permanecer unos días bajo el mismo techo que yo? –trató de bromear.
            Ella puso los ojos en blanco.
            -Por una vez, no es mi animadversión hacia ti lo que me desanima –le dedicó una sonrisa sarcástica, pero en seguida cambió su expresión-. No hay ninguna buena razón para que yo esté aquí.
            -¿Y por qué tienes que buscarle una razón? –dijo él, recogiendo de nuevo la maleta del suelo y tendiéndosela a Cassandra. Ella la tomó dubitativa.
            -Porque… -comenzó, sintiéndose insegura, algo que odiaba-. ¡No lo sé! –se rindió al final gritando y terminando con un suspiro.
            -No busques razones, simplemente diviértete –le recomendó acercándose a ella con la última bolsa en la mano.
            -Aun así sé que es una mala idea, no tengo buena sensación sobre todo esto –dijo en un susurro que Domenico apenas oyó.
            -¿Además de economista eres pitonisa? Bonita afición, querida –se carcajeó él.
            -Bromea todo lo que quieras –espetó ella con el ceño fruncido, mientras él sonreía burlonamente-. Eres odioso –le golpeó ligeramente en el hombro y comenzó a subir las escaleras arrastrando su maleta.
            -Es posible que lo sea –le siguió el juego en tono bromista-, pero al menos he conseguido que te decidas a subir el tramo de escaleras.
            Cassandra se detuvo una vez hubo alcanzado la última escalera, giro la vista hacia Domenico, le dedicó una mirada a medio camino entre la diversión y el enfado, y se giró de nuevo hacia la robusta puerta de madera, tomando con toda la confianza que pudo el llamador de forja con detalles grabados que había frente a ella.
            -Llama de una vez –la animó Domenico, pero al notar su vacilación colocó su mano encima de la de ella y se dispuso a hacer saber a todos que ya había llegado, y con compañía.

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Dos golpes secos resonaron en la entrada.
            -Alice, querida, estoy ocupada. Ve a abrir la puerta –la joven escuchó la voz ligeramente aguda de su madre y bajó las escaleras lo más rápido que sus piernas le permitían.
            -¡Voy! –gritó ella de vuelta.
            La emoción corría por sus venas como el agua en un río. Hacía ya mucho que no pasaba más de unas escasas horas con su hermano y, aunque nunca lo admitiría, lo echaba tanto de menos que los últimos días había sido incapaz de concentrarse totalmente en los preparativos de su fiesta de cumpleaños. Domenico era la persona en quien más confiaba en todo el mundo, había sido su salvador cada vez que se metía en algún lío y le había demostrado que haría cualquier cosa por ella. Alice adoraba a su hermano mayor, por mucho que la sacara de quicio y la tratara como si aún fuera una niña.
            -¡Mimmo! –gritó sin poder contenerse, saltando en brazos de su hermano.
            Tan solo unos instantes después, entró en su campo de visión el flamante cabello pelirrojo de Cassandra.
            -¡Oh! –saltó sorprendida alejándose un par de pasos de su hermano-. ¡No dijiste que traías compañía!
            -Buenos días, Alice. Veo que te has levantado enérgica hoy –Domenico sonrió burlonamente.
            -Yo siempre tengo energía, hermanito –le guiñó un ojo, luego devolvió su atención a la tercera persona que contemplaba la escena con clara vergüenza en el rostro-. ¡Déjame adivinar! Tú eres Cassandra, ¿verdad? –la alegría nerviosa era palpable en su voz mientras hablaba, como si jugara a las adivinanzas.
            -Alice, cálmate o acabarás abrumándola –advirtió su hermano añadiendo después una mirada reprobatoria.
            -Eres un aburrido –se quejó ella, y a continuación se acercó a Cassandra-. Ignora al señorito soso, vamos adentro –añadió animada, agarrándola del brazo.
            Domenico se resignó, soltó un pesado suspiro y caminó tras ellas hacia el interior de la casa. Tan solo esperaba que la apabullante energía de su hermana no provocara una inmediata retirada por parte de Cassandra. Habían sido mucho el esfuerzo empleado para llevarla hasta allí y se negaba a dejar pasar cualquier cosa que provocara diez pasos hacia atrás cuando tan solo había conseguido un par hacia delante.
            -¿Mimmo, me escuchas? –su hermana lo zarandeó del brazo-. ¡Ya estás de nuevo en las nubes!
            Domenico enfocó su vista en Cassandra, que, a pesar de continuar nerviosa, había relajado su cuerpo y su expresión notablemente.
            -Lo siento –se disculpó mirando de nuevo a su hermana.
            -Decía que papá no estará en casa hasta mañana. Ha ido a recoger a los abuelos –repitió ella con fastidio.
            -¿Y mamá? –preguntó él.
            -Aquí mismo, cielo –una voz a su espalda le sorprendió-. Es increíble lo grande que está mi hombrecito –casi suspiró besando la mejilla de su hijo.
            -Sigues tratándonos como a niños –exclamó Alice poniendo los ojos en blanco.
            -Siempre seréis mis niños –replicó la mujer depositando un ligero beso en la frente de su hija-. ¿Y quién es esta encantadora joven, cariño? –preguntó con un deje de picardía mirando a Cassandra.
            -Mamá, su nombre es Cassandra, compañera de negocios y amiga mía –la presentó empujándola ligeramente hacia delante-. Cassandra, ella es mi madre, Apprile –añadió.
            -Encantada de conocerte, querida –exclamó alegremente, besándola ambas mejillas con entusiasmo.
            -El placer es mío –Cassandra tenía los nervios a flor de piel, pero la desinteresada y para nada forzada amabilidad de la familia de Domenico, provocaron que se relajara casi instantáneamente.
            -¡Basta de presentaciones y formalidades! –Alice parecía cada vez más emocionada por la situación-. Voy a acompañar a Cassandra a la habitación contigua a la mía. Será totalmente perfecta para ella.
            Cassandra se dejó arrastrar por la atolondrada hermana de Domenico hacia el piso de arriba. Las escaleras por las que subían eran amplias, de madera oscura y barandillas con detalles en hierro forjado, una verdadera obra de arte para un uso de lo más cotidiano. La planta superior era un largo pasillo con por lo menos una decena de puertas, algunas de ellas de doble hoja. Alice guio a Cassandra hacia las puertas situadas a la derecha de la escalera, indicándole rápidamente donde estaban los baños y las habitaciones principales, y abrió la última de ellas.
            -Y esta será tu habitación –informó la joven con una deslumbrante sonrisa en el rostro.
            Cassandra entró lentamente al cuarto, dejando la maleta a un lado y descolgando el bolso del hombro. La habitación a la que Alice le había llevado era espaciosa, de tonos anaranjados y rojizos que contrastaban con el color oscuro de la madera con la que estaban hechos los armarios, mesillas y demás mobiliario, con una mullida y enorme cama con un cobertor color melocotón y un dosel de un ligerísimo tejido del mismo tono que la colcha.
            -Muchas gracias –la inquietud e incomodidad de Cassandra desaparecían por instantes, y esbozó una sonrisa de sincera gratitud-, es una habitación preciosa.
            -La decoración es obra mía –dijo visiblemente orgullosa de su trabajo-. Los chicos querían convertirla en una “sala de hombres”, con una barra de bar para licores, sillones de cuero y mesa de billar. Todo demasiado lúgubre para mi gusto –rodó los ojos-. Pero en esta casa siempre ganan las mujeres, ya te darás cuenta de eso –añadió riéndose con la dulce risa de un niño pequeño.
            -Eres una estupenda decoradora, entonces –la alagó Cassandra.
            Alice le dedicó una deslumbrante sonrisa.
            -Tú y yo vamos a ser buenas amigas, ya verás –la joven era puro nervio y casi irradiaba energía y alegría.
            -Seguro –confirmó Cassandra sin pizca de sarcasmo.
            -Así que… entre Domenico y tú… -comenzó a decir Alice con cierta cautela.
            -¿Sí?
            -Es solo… -su voz era algo cortada, pero aun así segura-. Creo que le gustas a mi hermano –dijo al final sin rodeos.
            -Oh –Cassandra se quedo muda.
            -Es demasiado tonto y orgulloso para reconocerlo, pero estoy segurísima de que le gustas. De todos modos, ¿a quién no le gustarías? Mi madre casi no te conoce y estoy convencida de que ya te adora.
            Cassandra no sabía como responder ante la incontrolable sinceridad de la chica.
            -Son solo negocios –consiguió decir al fin.
            -¿Negocios? –rio Alice-. Mimmo ni siquiera ha traído a casa a un amigo desde que era adolescente, mucho menos a socios de negocios. Hay mucho más que negocios entre mi hermano y tú y estoy…
            -Alice –interrumpió Cassandra-. Te agradecería poder quedarme sola un momento, debería deshacer la maleta… y…
            -Claro –sonrió la joven-. Lo siento, te daré tu espacio.
            -Gracias.
            -Mi habitación está justo al lado, por si me necesitas. Baja al salón cuando estés lista –añadió dándole un ligero apretón en el brazo, para después salir de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
            Cassandra se quedó de pie, sola, en la cálida estancia. ¿Gustarle a Domenico? Tan solo hacía un par de días que se conocían, eso era totalmente imposible. Estaba de acuerdo con que la situación en la que estaban era terriblemente extraña, y ni ella comprendía por qué había aceptado viajar con él e instalarse en la casa de sus padres. Fuera lo que fuera, los sentimientos no estaba implicados, por supuesto que no. Ni si quiera estaba segura de si podía incluirse su relación en la categoría de amistad, mucho menos en la de amantes. Domenico solo era un golpe de suerte que le permitiría tomarse unas pequeñas vacaciones y conocer nuevos lugares, nada más.
Pero esos pensamientos le parecían tan faltos de convicción que soltó un bufido y se dejó caer en la cama escondiendo la cara entre sus manos.

Ya tenéis la primera parte del capítulo 8!! Me parece sosa, voy a ser sincera, pero es que si no ocurre esto lo que tiene que venir después no podría pasar, así que.. jaja La segunda parte trataré de subirla dentro de poco, que tengo las ideas recientes y puede que algo más de tiempo para escribirlas.
Un beso!!!!