Capítulo 7: Una decisión
Cuando Domenico
presionó sus labios con los de Cassandra, esa sensación de electricidad que los
había recorrido a ambos un rato antes volvió a inundarles, pero con mayor
intensidad. El beso, que comenzó como un simple toque entre los labios de
ambos, tomó mayor intensidad. La mente de Cassandra estaba totalmente abrumada
por las sensaciones que la envolvían, y ella tan solo acompasaba el movimiento
de sus labios con el ritmo suave y adictivo que marcaban los de Domenico.
Él por su parte
deslizó sus manos en sentido ascendente a lo largo de la espalda de Cassandra
hasta llegar a la parte alta de su cuello, dónde enredó sus dedos en el sedoso
pelo rojizo y presionó para sentir aún más los labios de ella contra los suyos
propios.
Este último
movimiento consiguió despejar la neblina de la mente de Cassandra que,
repentinamente alarmada, se escurrió de entre los brazos de Domenico con
agilidad. Ella permaneció sentada, lo más lejos posible de él en el sillón,
tocando levemente con los dedos sus recién besados labios y clavando su mirada
lapislázuli en los ojos grises de Domenico.
Él se llevó una
mano a la cabeza, peinando hacia atrás su ondulado cabello negro., apartando
los ojos de la mirada intensa de ella y sin saber si quiera como actuar.
-Yo... Dios mío, Cassandra,
discúlpame. Es que… tú…, quiero decir, yo… -apenas era capaz de pronunciar dos
palabras juntas.
-Tengo que irme –soltó ella al
tiempo que se levantaba, pareciendo mucho más segura y tranquila de lo que en
realidad estaba.
Él la miró con confusión y se puso
en pie un instante después que ella. Cuando Cassandra le dio la espalda y
comenzó a avanzar hacia la puerta, la siguió con la mirada cambiando el peso de
un pie a otro nerviosamente.
-Espera, no te puedes ir así, ahora
–pero Cassandra seguía avanzando-. Reitero mi invitación, ven conmigo a Siena
–dijo a la desesperada sabiendo que eso la detendría, aunque trajera con ello
también su furia.
Cassandra se detuvo en seco,
permaneciendo aún de espaldas a él, y pasó una mano nerviosamente por su cara.
Estaba cansada de hacer lo correcto, negarse ante los hombres con indiferencia
que, aunque realmente sentía en muchas ocasiones, le costaba llevar consigo en
todo momento. Durante demasiados años se había limitado a hacer su trabajo, sin
salirse de los esquemas, a mantenerse seria incluso cuando salía con amigas
para alejar a cualquiera de ella. Hacía ya mucho que no se relajaba y
simplemente dejaba de pensar, de mantenerse orgullosa y altiva ante todo, y
aquello la acabaría consumiendo. Recordó las palabras de su madre ese mismo día
horas unas horas antes: “. Quizá, después de todo, no te vendrían mal unas pequeñas
vacaciones en Siena”. ¿Cuánto tiempo llevaba sin tomarse un descanso? La
mayoría de las veces sus vacaciones acababan volviéndose viajes por negocio de
un modo extraoficial, y no simples vacaciones por placer en las que visitar
lugares o simplemente no hacer nada.
Dio la vuelta con
determinación grabada en su rostro.
-Está bien, te acompañaré a Siena
–sabía que la respuesta sorprendería a Domenico sin necesidad de fijarse en su
cara de confusión-. Pero esto… -agitó las manos señalándolos a ambos-, solo
olvidémoslo. De verdad tengo que irme, solo envíame un mensaje con todo lo que
necesite saber. Adiós –y salió por la puerta sin esperar una despedida por
parte de él.
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-¿Hablas en serio, Cassie? –la
sorpresa y confusión eran palpables en la voz de Lorraine, todo ello sumado a
una clara actitud de estar complacida con la noticia.
-¿Tengo voz de estar bromeando,
Lorri? –preguntó ella a su vez.
-Es que no me puedo creer que la
siempre exigente y correcta Cassandra Diamantidis vaya a tomarse unos días de
vacaciones por placer, y menos acompañada de un hombre.
-Vale, en eso te doy la razón, ni yo
misma lo creo –aceptó ella con tono bromista.
-¿Te quedarás con él en la casa de
su familia?
Cassandra no contestó. Se reprendió
a sí misma por haber olvidado un factor tan importante de la ecuación. Ella se
negaba en rotundo a quedarse en casa de sus padres, ya fuera porque lo creía un
abuso de hospitalidad o porque no quería dar una idea equivocada de la relación
existente entre ambos.
-Lorri, ¿de verdad no piensas que
todo esto es un absoluto error? –preguntó escéptica.
-Cassie, no puedes echarte atrás
ahora. Por una vez que te desinhibes y decides vivir un poco no puedes solo
encogerte y no salir de tu caparazón. Todo saldrá bien –añadió su amiga tras
una breve pausa.
-Como quieras –se rindió ella-. Pero
no imagines romances idílicos o cosas así. Me conoces, no sé siquiera como
puedes pensar algo así.
-Porque te conozco sé que no estás
siendo la misma en esta situación. Pero no te preocupes, no insistiré más sobre
ti y el bombón italiano escapando para casaros en algún lugar recóndito
–desvarió Lorraine imaginando la situación-. Sin embargo, y esto no me lo
niegues por favor, la química sexual entre vosotros es más que fuerte. Caerás
en Siena, recuerda lo que te digo.
-Como sugieras algo así de nuevo me
negaré a tomar ese maldito tren –advirtió ella irritada.
-Por muy despectivamente que me
hayas hablado de ese beso furtivo que te dio, estoy segura de que casi lloras
de puro deleite –insistió su amiga con sonrisa pícara.
Cassandra rodó los ojos y se dispuso
a despedirse de una vez de su amiga, antes de que la conversación llevara a
caminos que no quería tocar y que la enfadarían de verdad. Se despidió
rápidamente prometiendo llamarla cuando llegara a Siena y se desplomó sobre la
amplia cama del hotel rememorando el extraño día.
Cuando salió del
apartamento de Domenico el chófer de él la esperaba para llevarla de vuelta al
hotel a pesar de que era bastante tarde ya. El trayecto no fue muy largo y
cuando entró al fin en su habitación se deshizo de topa su ropa para ponerse un
cómodo pijama compuesto por pantalón corto y camiseta de media manga, ambos de
color perlado. No había podido evitar llamar a su mejor amiga para contárselo
todo casi en el preciso instante en que se sentó en la cama y encendió el
televisor.
El sonido de un
mensaje la despertó de su pequeña ensoñación:
Acabo de hablar con tus superiores sobre el viaje a
Siena. Lo tomarán como un viaje de negocios con la condición de que no cancele
esa reunión. Todo está arreglado, te recogeré en el hotel a las 9, no te
preocupes por nada más.
Domenico.
Ella sonrió. Había
pensado que sería un problema convencer a sus jefes, pero, como no, el italiano
lo tenía todo controlado. Con todo solucionado, y agradeciendo internamente la
intervención de Domenico, Cassandra se acostó entre las sábanas y se dejó envolver
por la tranquilidad del sueño hasta que la alarma la despertara unas horas
después.
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Domenico esperaba sentado en la
parte trasera de su coche mientras Claudio entraba en la recepción del hotel
para buscar a Cassandra. Aún no se creía que realmente ella hubiera aceptado ir
a Siena con él. Ciertamente, nadie habría apostado porque algo así sucediese.
Ella era una de esas mujeres que se encierran bajo corazas de hielo que tan
solo el más potente calor puede derretir. Con este pensamiento Domenico pensó
que le gustaría ser él quien consiguiera aquello, atravesar la coraza hasta el
corazón de Cassandra.
Cuando la noche
anterior se vio solo en el salón tras la marcha de ella, no conseguía salir de
su estupor. Se dirigió a su amplia habitación y se derrumbó sobre la cama con
la cabeza embotada. En esos momentos tan solo podía pensar que el vino le hizo
escuchar cosas que en realidad no fueron dichas, pero no, aquello era real, y
ahora que tenía lo que quería no sabía cómo manejarlo. El primer pensamiento
coherente tras la marcha de ella fue que debería hablar con sus jefes para
solucionar aquel embrollo en el que su hermana los había metido a ambos. Fue
fácil negociar, ellos tan solo querían esa reunión y darían cualquier cosa por
conseguirla. Por ello aprovechó la situación y le ahorró a Cassandra el
esfuerzo de dialogar con sus exigentes jefes. Una llamada, un mensaje
informándola a ella de la situación, y todo había quedado solucionado en menos
de una hora.
Un golpe en la
ventanilla le devolvió a la realidad. Cassandra le sonrió con nerviosismo
mientras Claudio abría la puerta para que ella entrara en el coche.
-Buenos días, Domenico –saludó
alegremente.
-Buenos días a ti también, Cassandra
–saludó él de vuelta ligeramente confuso por el buen humor de ella.
Ella lo notó.
-No tengo ningún trastorno de
personalidad si es lo que estás pensando –comentó ella-. Suelo ser bastante
agradable, pero mi temperamento me supera cuando estoy en situaciones fuera de
mi control.
-Yo…
-No lo niegues, de verdad. Si
empezamos mintiendo para quedar bien el camino a Siena será terriblemente
desagradable.
Él guardó silencio. Cassandra le
observaba tratando de no perder la sonrisa mientras movía ligeramente las manos
con nerviosismo.
-Está bien –dijo él finalmente-.
Tengamos un viaje tranquila, señorita temperamental.
-No te burles –refunfuñó ella.
A partir de ahí la conversación fue bastante
fácil. Domenico le contaba cosas sobre el paisaje de Siena, la duración del
trayecto hasta allí y la situación y apariencia de la casa de sus padres. Esto
último trajo un pensamiento a la mente de Cassandra que, en contra de su
voluntad, había olvidado. El gesto de sorpresa, confusión y fastidio no le pasó
desapercibido a Domenico.
-¿Qué ocurre?
-Olvidé reservar una habitación de
hotel en Siena –dijo más para sí misma que para él-. Esta cabeza mía…
-Espera –interrumpió él-. ¿Un hotel?
Yo te he invitado a Siena, no voy a dejar que pagues un hotel. En casa de mis
padres hay habitaciones de sobra.
-No puedo ir a casa de tus padres
–se negó ella-. Daría a entender algo que no es. ¿Tengo que recordarte que hace
solo un par de días que nos conocemos? Ni siquiera estoy segura de que haya
sido buena idea aceptar la invitación.
-Claro que ha sido buena idea,
necesitas unas vacaciones –respondió él-. Hasta yo me he dado cuenta de ello y,
como tú dices, hace solo un par de días que nos conocemos.
-Definitivamente esta no ha sido la
decisión más acertada de mi vida –se frotó las sienes con los ojos cerrados.
-Esta –remarcó él-, es probablemente
una de las mejores decisiones que podrías haber tomado. ¿Tu vida alguna vez la
has dedicado a algo aparte de matarte a trabajar? Jesús, Cassandra, yo me
consideraba un obseso del trabajo, pero creo que me superas con creces.
-Tú, señorito Don Perfecto, no sabes
absolutamente nada de mí, y no tienes derecho a juzgarme.
-Puede que no lo tenga, pero parece
ser que no estás acostumbrada a ser juzgada, algo que, permíteme que te diga,
deberían hacer más frecuentemente contigo –a pesar de lo grave de la
conversación Domenico mantenía la calma.
-¡Oh! Por favor, ¿ahora vas a
decirme lo que la gente debería hacer conmigo también? –exclamó ella enfadada.
Ambos se miraron con furia mientras el
coche continuaba avanzando hacia la estación de tren. Ella se negaba a ser
quien rompiera el silencio, siempre altiva y orgullosa. Él por su parte no era
capaz de encontrar una forma de arreglar las cosas, y ¡todo por decirle que no
permitiría que fuera a un hotel! Bueno, Domenico debía admitir que sus últimas
respuestas hacia ella no habían sido de lo más acertadas para evitar el
asegurado enfado, pero esa mujer le sacaba de sus casillas con su excesivo
orgullo y su intempestivo carácter.
El coche se paró
frente a la estación y Claudio bajó del coche con la intención de abrir la
puerta de Cassandra, algo que no pudo hacer puesto que ella se adelantó,
saliendo apresuradamente y cerrando la puerta con fuerza. El chófer mostró toda
su profesionalidad permaneciendo impasible ante la situación. Ella abrió el
maletero y saco su maleta, para después dirigirse hacia la parada de taxis.
-De acuerdo, Cassandra, discúlpame
–se rindió finalmente Domenico yendo tras ella-. No debería haber dicho lo que
dije. No soy quien para juzgarte, lo siento.
-Ciertamente no lo eres –ella se
detuvo pero continuó de espaldas a él-. No soy una niña, no creo que a mis 26
años deba soportar reprimendas de cualquiera –esa última palabra se le clavó
como un cuchillo en el pecho a Domenico, que se obligó a recordar que de hecho
no era nadie en la vida de Cassandra. Aún.
-Te repito que lo siento, Cassandra.
Dale tu maleta a Claudio y subamos al tren, por favor.
Ella se mantuvo donde estaba, de
espaldas a él, con la cabeza alta y los puños y ojos cerrados.
-Por favor –repitió-. Te aseguro que
jamás he rogado tanto a alguien, ni siquiera cuando Elisabetta se marchó. No me
hagas rogar de nuevo.
-No juegues al prometido abandonado
del que sentir lástima, no funcionará conmigo –apuntó ella.
Estas palabras enfurecieron a
Domenico, que trató a duras penas de mantener bajo la superficie su enfado.
-¿Lástima? Te aseguro que en mi vida
he tratado de dar lástima a nadie, mucho menos a ti. No estoy jugando ningún
juego para ablandarte, solo era una maldita comparación.
De nuevo el silencio se hizo entre
ellos, cosa que empezaba a ser frecuente.
-¿Señor? –el chófer rompió el
incómodo silencio-. El tren sale en apenas diez minutos, deberían ir ya.
-Gracias, Claudio –agradeció él con
un leve asentimiento de cabeza-. ¿Cassandra? –la miró directamente a ella.
-¡De acuerdo! Vamos en este preciso
instante o jamás montaré en ese tren –y a continuación comenzó a andar.
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El trayecto en tren fue más corto de
lo que ella había pensado, alrededor de una hora sentados charlando sobre nada
en particular, con un cierto miedo constante por parte de Domenico de decir
algo incorrecto que enfadara a Cassandra de nuevo. Aquella mujer acabaría por
matarlo con sus constantes cambios de humor. El trayecto de la estación a la
casa de campo de la familia Di Gennaro, sin embargo, estuvo cargado de una
ligera tensión junto a la que reinaba un silencio casi total. Cuando el taxi
que habían tomado se detuvo junto a las enormes puertas de hierro de la casa la
primera reacción de ella fue abrir los ojos con desmesura. Ante ella tenía
probablemente la finca más impresionante que había visto jamás. Árboles
frondosos y verdes recorrían todo el camino hasta una casa, que se observaba
algo lejana, de tejado color rojizo y paredes exteriores decoradas con piedra
al mas puro estilo de La Toscana.
-Es impresionante –susurró inconscientemente.
-Lo es, ¿verdad? –comentó él
sonriendo-. Mis padres construyeron esta casa desde los cimientos. Nunca he
visto otra igual.
Cassandra asintió con fascinación.
-¿Te disgusta ahora tanto que insistiera
en que te quedarás aquí? –preguntó él en tono divertido.
Ella le miró con el ceño fruncido,
pero no dijo nada.
-Vamos, no te disgustes conmigo.
-No estoy enfadada –admitió ella tas
suspirar-. Me habría arrepentido de no ver esta maravilla arquitectónica –su sonrisa
hizo dar un vuelco al corazón de Domenico.
-Pues allá vamos –a continuación
bajó del taxi y se acercó a un pequeño aparato electrónico situado junto a la
puerta en el que insertó una tarjeta. Segundos después las puertas comenzaron a
abrirse y él regresó al coche.
-No te ofendas, pero en una casa así
la tecnología parece no concordar –comentó ella.
-Mi madre es de la misma opinión –rió
al recordar la obcecación de su madre por evitar más aparatos electrónicos de
los necesarios en su casa-. Mis hermanos y yo la convencimos para que pusiera
un sistema de acceso más cómo y evitar tener candados y llaves para la puerta.
Según ella es su rincón apartado de los excesos de la civilización.
Cassandra simplemente sonrió sincera
y volvió su vista hacia la ventanilla, observando lo que pasaba ante ella
mientras el taxista se adentraba en la finca de extensas llanuras y exuberantes
jardines de flores.
Mis queridas lectoras de la historia espero que os haya gustado el capítulo, o al menos os haya entretenido. Sé que es un tanto desconcertante, eso no hace falta que lo digáis jaja Cassandra yendo a Siena... cuesta creer que se ha leído bien. Pero tenía que ir, era absolutamente necesario, ¿verdad? xD
Aquello que comenté hace un par de entradas sobre que publicaría cada dos semanas o así lo doy por empezado a partir de este capítulo. Pasado mañana empiezo ya la universidad, que sinceramente tengo unas ganas locas jaja, y habrá que medir el tiempo con lupa (y eso lo veo porque estoy en casa de mi mejor amiga y ella lleva ya dos semanas de universidad o así y anda loca con lo del tiempo). Pero no os preocupéis que en cuanto tenga un rato yo escribo, subo relatos, capi o recomendaciones. No os abandono ;D
Pues nada más que decir. Deseadme suerte para el viernes.
Besos♥