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lunes, 21 de octubre de 2013

Sueño extraño, como poco

¡¡Muy buenas!! Cómo podéis ver, la entrada se titula "Sueño extraño, como poco". La cosa es, que he tenido un sueño desconcertante, o por lo menos para mí lo es. Entre todos los sueños que he tenido en realidad creo que no es el más raro (juro que suelo soñar cosas de lo más extrañas). Pero lo gracioso esta vez, es que en el sueño estábamos mi mejor amiga y yo. Lo cierto es que hace ya bastante que no la veo, y creo que mi subconsciente me dice que vaya a verla o algo jaja El caso, el relato que he escrito es básicamente el sueño que he tenido. Antes de lo del relato recuerdo partes extrañas del sueño, pero como no tienen ni pies ni cabeza, ni tengo manera alguna de saber qué demonios pasa ahí, he decidido prescindir de ello hasta la parte en la que me acuerdo de suficientes cosas como para hacer algo conexo. Aún así, es cierto que hay muchos detalles que no recordaba bien cuando desperté (por mucho que nada más despertarme escribiera todo rápidamente en plan lista en una libreta), así que para que pudiera ser un relato he metido algunos detallitos de mi cosecha, total, todo viene de mi imaginación xD Consciente o no. Así que poco más, solo decir que los nombres que he utilizado no son el mío y el de mi amiga. Cuando leáis Anne pensad en mí jaja Y Maia es el del personaje que sería mi amiga. Os dejo con la extraña lectura, no intentéis buscarle gran sentido, es solo que me ha parecido muy curioso y lo he escrito. 


-No es cierto… ¿De verdad es cierto? –exclamó la joven llevándose una mano a los labios-. No me lo puedo creer –y a continuación estalló en una sonora carcajada.
                -¡Claro que lo es!, sabes que nunca te miento –respondió su amiga, jugando con un largo mechón de pelo rojo entre sus dedos-. Fue muy frustrante.
                -Normal –contestó a su vez la primera chica, apoyándose sobre los codos descansando en la cama de colcha y sábanas blancas.
                -¿Y tú qué? –preguntó la pelirroja inclinándose hacia delante.
                -¿Yo?
                -Sí, tú, ¿quién va a ser? –dijo mientras rodaba los ojos.
                -Nada nuevo ni interesante –respondió despreocupadamente-. En casa con mi madre y mi hermana, lo de siempre.
                -Ya… -susurró golpeándole la nariz con un dedo.
                Un estruendoso sonido llegó entonces desde la ventana abierta y la pelirroja se dejó caer tumbada en la cama tapándose los oídos con gesto irritado.
                -Llevan así todo el día. Acabaré tirándome por la ventana –gritó.
                -¿Qué están haciendo? –preguntó su amiga alisándose el pelo castaño claro con los dedos.
                -Molestar, eso hacen –respondió la otra cabreada.
                Se levantó de la cama en un movimiento rápido y se asomó a la ventana.
                -¿Cuándo demonios vais a terminar? Esto es eterno.
                Un hombre de unos treinta y tantos años apareció colgado por la parte externa de la ventana, sorprendiendo a la chica castaña.
                -¿Pero qué…?
                -En unas horas, señorita –contestó el hombre con cortesía-. Sentimos el escándalo –añadió sonriendo.
                -Ya, bueno… -dijo la pelirroja haciendo un gesto con la mano-. Obras en la fachada… no sé, algo así –respondió  a la pregunta de su amiga.
                -Bueno, yo tengo que irme. Para mi desgracia tengo que ir a un sitio –intervino repentinamente ésta-. Mañana nos vemos, Anne.
                La pelirroja cerró la ventana y se acercó a su amiga.
                -Voy contigo, donde sea, cualquier cosa antes que quedarme aquí con este escándalo.
                -Pero…
                -¿No puedo ir contigo, Maia? –insistió con ojos de cachorro.
                -Está bien, como quieras, pero no te quejes.
                -Claro –gritó emocionada Anne mientras cogía el bolso de la silla del tocador-. ¡Vamos!
                Salieron a la calle la una al lado de la otra y recorrieron calles y callejones en los que Anne apenas se fijó, centrándose únicamente en seguir a Maia y seguir hablando despreocupadamente. Cuando llegaron ante la puerta de un edificio de aspecto viejo, Anne frunció el ceño.
                -¿Dónde estamos? –preguntó con evidente desagrado, y a continuación adoptó un gesto desconfiado en el rostro-. ¿Por qué narices tienes que venir aquí?
                Su amiga fijó sus ojos castaños en ella y frunció los labios con disgusto.
                -Ya sabes, a ver a mi padre –explicó, todo lo contrario a entusiasmada.
                -¿Tu…? ¡Oh! –exclamó finalmente comprendiendo-. ¿Y por qué sigues viniendo?
                -Bah… ni siquiera lo sé. Vamos – apremió entrando por la desvencijada puerta.
                Frente a ellas encontraron una habitación vacía, de tamaño medio, con unas escaleras metálicas en el extremo opuesto a la puerta. Maia se acercó sin vacilar a las descendentes y miró hacia atrás para asegurarse de que su amiga la seguía. Anne por su parte, andaba tras ella cautelosa, mirando a todo lados con recelo. Ninguna dijo una palabra mientras descendían por las escaleras, que parecían interminables, hasta que llegaron a un rellano en el que esperaba un niño de unos diez años, de pelo castaño oscuro y vestido con ropas algo antiguas.
                -Seguidme –se limitó a decir antes de encabezar de nuevo el descenso por las tortuosas escaleras.
                Caminaron sin cesar durante muchos minutos, hasta que un golpeteo rápido y cada vez mayor empezó a escucharse por encima de ellos.
                -¡Rápido! –exclamó el niño mientras comenzaba a correr.
                Las chicas le siguieron, sus respiraciones y latidos cada vez más alterados. Cuando las escaleras se acabaron, llegaron a un pasillo largo y oscuro, donde el niño siguió corriendo, esquivando extraños objetos que parecían salir volando de ningún lado. Maia y Anne continuaron tras él, agachándose y saltando como si les fuera la vida en ello. Unos minutos después del pasillo se acabó, viéndose solo una trampilla sobre sus cabezas, que repentinamente se vieron forzadas a atravesar por algo que las arrastró hacia arriba.
La mente de Anne estaba en un estado de confusión difícil de explicar. Conocía por boca de su amiga las excentricidades del lugar que acababan de recorrer, pero nada la preparó para encontrarse algo así. Suspiró exhausta y por fin se animó a recorrer con los ojos la estancia en la que se encontraban. Una mesa amplia y maciza, con mantel de encajes y bordados blancos, era lo que más llamaba la atención, con seis sillas a su alrededor, de las cuales tres estaban ya ocupadas al entrar. El curioso niño que las guió se sentó en la cuarta e indicó con la mirada a las visitantes que hicieran lo mismo. Estas obedecieron rápidamente y de pronto la estancia se llenó de calma. Los primeros tres ocupantes de las sillas, las observaban con una sonrisa de irritante y falsa felicidad en sus rostros de piel clara. El primero era un hombre de pelo negro ensortijado, alto y delgado, de rasgos afilados y ojos oscuros, cuya mano derecha reposaba sobre la de una mujer de cabello castaño recogido en un moño suelto, la cara empolvada y los ojos claros muy abiertos, que llevaba un vestido largo y abultado de color rosa palo. A la izquierda del hombre, una niña con coletas rubias bebía de su taza rosa, escondiendo parte de su cara con el objeto, dejando solo ver claramente sus ojos grises.
                -Que bien que hayas traído compañía, hija –exclamó el hombre-. Me alegro de volver a verte, Anne –saludó el hombre con excesivo entusiasmo.
                -Gracias, igualmente –respondió ésta educadamente tras regalarle una sonrisa forzada.
                -¡Comed! ¡Comed! –gritó el hombre señalando la abundante comida sobre la mesa-. ¿Unos gofres?
                Sin esperar una respuesta, vertió un poco de una masa clara sobre un recipiente liso y puso un gran trozo de mantequilla en el centro. Cuando todo estaba casi mezclado y cocinado, comenzó a marcar cuadraditos en la forma circular con un pequeño cuadrado de metal.
                -Probadlo –dijo aún sonriente empujando un plato con el extraño gofre hacia las chicas.
                -No, gracias –respondió Maia de malos modos.
                -Yo… -comenzó Anne-. Muchas gracias, pero no tengo hambre.
                -Como queráis –se limitó a responder el hombre llevando el plato de nuevo hacia sí.
                El resto de comensales miraban con infinito aburrimiento a las chicas, llevando pequeños trozos de comida a sus bocas de vez en cuando. El silencio parecía amenazar con tragárselos a todos.
                -Bueno, tenemos que irnos –dijo de repente Maia levantándose de la silla.
                Anne se apresuró a hacer lo mismo.
                -¿Tan pronto? –preguntó el hombre levantándose, dejando así ver bien su vestimenta que, al igual que la del resto de su familia, era de aspecto antiguo.
                -Sí, adiós –respondió Maia secamente.
                El recorrido hacia el exterior fue rápido y en silencio. Cuando estaban fuera Anne ni siquiera sabía cómo habían llegado a la calle.
                -Eso… -comenzó titubeante.
                -Vamos a tomar algo –la interrumpió Maia visiblemente más tranquila, recuperando su calma natural.
                -Claro –se limitó a decir Anne.

                Las chicas anduvieron tranquilamente por la calle, la una al lado de la otra, charlando y balanceando sus cabellos sueltos al viento, y se perdieron entre la gente.


Bueno,¿qué? ¿Estoy o no estoy un poco majareta? ¿Qué os ha parecido? Decidme como de extraña soy en los comentarios jaja 
Por cierto, lo de los gofres es difícil de explicar, algo así como si hicieran los "hundimientos" cuadrados, los que dan forma al gofre, pero con una cosa de metal. No sé, es algo entraño que no entiendo de dónde pudo sacar mi subconsciente xD

Saludos♥

jueves, 17 de octubre de 2013

=)

Primero de todo, dar mil gracias a Kashmir por el fondo y la cabecera, ME ENCANTAN. De hecho me encantan todo los fondos y las dos cabeceras, con el tiempo variaré un poquito y utilizaré también la otra cabecera y algún otro fondo ^-^ Eres un cielo, Kash :)


Y ahora informe de la situación xD



El caso, me queda bastante para terminar el siguiente capítulo de Besos de Rubí, así que toca tener paciencia, lo siento :'( Es que ando estancada con la historia, así que estoy refrescando la cabeza escribiendo otras cosas a ver si me viene una lluvia de ideas.

Además de la historia ya sabéis que están los relatos de las musas y los "cuentos" de Historias de un Caserón Victoriano, que la verdad que lo he dejado de lado de una manera... Soy una "escritora" muy desorganizada y poco centrada, he de decir xD Los relatos de las musas se me han quedado un poco estancados porque las que primero hice, para mi resultaban las más fáciles, pero Polimnia, Euterpe, Urania y Calíope se me están resistiendo.
Luego, por otro lado, estoy con un proyecto un tanto extraño que a veces lo saco facilísimo y otras veces me cuesta la vida seguir adelante, no estoy segura de si lo subiré en breves, porque quiero estar segura de que puedo seguir adelante con ello sin pillarme, así que no voy a hablar mucho de ello hasta que esté en marcha y a buen ritmo. Básicamente son cuentos, bastante cortitos, pero no del estilo de HDUCV, que todo va ligado y lleva a desenlace, esto será más bien una sucesión (sucesión cortita he de decir xD) de cuentos (poco realistas y bastante descabellados a veces) que se me han ido ocurriendo a raíz de ver ciertas imágenes (ya os diré en su momento cuáles, de quién son, dejaré el link a la web... ;P ). Creo que si lo enfoco bien puede ser entretenido, pero no esperéis grandes cosas emotivas y profundas, porque en mi opinión son cuentos que hasta mi hermano podría leerse sin ningún problema xD


Así que poco más ;D



Mi problema es que se me ocurren un millón de cosas y empiezo a escribirlas a lo loco y luego más de la mitad de ellas no las termino ni me llevan a ningún lado. A veces me dan ganas de pegarme  a mí misma.



Ah! Mi decisión al final con el empiece de BR no es exactamente ninguna de las dos opciones que me rondaban la cabeza, pero he tenido en cuenta las opiniones que me dieron Kash y Vi y creo que el resultado no va a ser malo. Un poco de paciencia, porfa, que además acabo de empezar a ir al gimnasio y hasta que me acostumbre con el ritmo estoy tan cansada que voy muriéndome por las camas y sillones de mi casa como una moribunda xD



Muuuuchos besos!!!♥

miércoles, 2 de octubre de 2013

Capítulo 15 (BR)

Domenico se quedó mirando la puerta unos segundos, maldiciendo interiormente por no poder ir tras Cassandra.
            -Lara –dijo cortante, consciente de que la joven estaba diciendo algo pero ignorándola completamente-, la fiesta está en el salón y el jardín, vamos abajo.
            -No, Dome, abajo hay mucho ruido, y me encantaría charlar y ponernos al día –ella insistía y hacía un puchero inocente, tratando de convencerlo.
            Él suspiró cansado de tratar con ella. Cuando era un adolescente, el hecho de que Lara lo persiguiera con insistencia le resultaba gracioso e incluso halagador. Pero con los años se había ido convirtiendo en una molestia que lo perseguía cada vez que visitaba a sus padres.
            -Lara, por favor, volvamos abajo –su voz hacia equilibrios en la línea entre la súplica y el enfado.
            -No seas aburrido, Dome –dijo sonriendo de manera coqueta.
            -No me llames así, sabes que no me gusta –la exasperación se filtraba en su tono.
            -Oh, vamos, no seas…
            -Lara –cortó él con voz dura.
            Ella le fulminó con la mirada y se alejó un par de pasos de él, con las manos en las caderas y una expresión nada amistosa en el rostro.
            -Es esa estúpida pelirroja, ¿no? –atacó, toda su dulzura ya disipada-. No es de aquí, Stefano me lo ha dicho. Y no sé qué puedes ver en ella.
            A continuación salió hecha una furia de la habitación. Domenico oyó el sonido de los tacones repiqueteando en los escalones hacia la planta de abajo, y suspiró aliviado por haber conseguido librarse de ella. Al cabo de unos segundos se reprendió a sí mismo por pensar algo así, pero la sensación de liberación permaneció en él. Se decidió a volver a la fiesta y evitar a Lara en la medida de lo posible. Bueno, o a cualquiera de los hermanos Cacciatore, a poder ser. Por mucho que fueran amigos de la familia desde hacía ya muchos años, en aquellos momentos no podía evitar el sentimiento de desgana de hablar con alguno de ellos, en especial con los dos mayores.
Al final, abandonó el cuarto de Cassandra, echando un rápido vistazo antes de salir y cerrar la puerta tras él, pensando en lo que podría o no podría haber ocurrido de no haberse dado aquella inoportuna interrupción.

…………………………………………………………………..

            Cassandra bajaba las escaleras apresuradamente, con la imagen de Alice en la mente, aunque con tanta gente parecía imposible encontrarla. Atravesó el salón mirando de un lado a otro, tratando de vislumbrar una cabeza rubia y un vestido verde, pero no consiguió verla, así que entró en la cocina apresuradamente, donde encontró a Carola conversando con una mujer mayor aspecto afable.
            -¡Cassandra! –exclamó Carola abriendo los brazos para recibirla en un abrazo-. Estás preciosa, ¿qué tal la fiesta? ¿Lo estás pasando bien?
            Ella asintió mientras una dulce sonrisa se dibujaba en sus labios. La abuela de Domenico conseguiría hacer sonreír a una piedra.
            -Me alegro, querida, me alegro –dijo sinceramente-. Yo estoy aquí hablando con Lucilla, creo que te has cruzado en el salón con su nieto, Giulio.
            -Ah, sí –afirmó Cassandra mirando a su nueva conocida-. Un chico encantador.
            -Sí que lo es, ¿verdad? –contestó la mujer.
            Cassandra afirmó de nuevo con la cabeza y las tres se quedaron en silencio, sonriendo durante unos instantes.
            -Bueno, no os molesto más, os dejo charlando, estoy buscando a Alice –se despidió con una sonrisa y un gesto de la mano y salió por la puerta de la cocina.
            La suerte pareció sonreírle al fin cuando, al girar una esquina, se dio de bruces contra una figura envuelta en gasa verde que parecía haber atravesado un huracán.
            -¡Cassandra! Llevo un rato buscándote, ¿dónde estabas? –Alice, como siempre, sonreía con una alegría desmesurada y su cabello, horas antes perfectamente peinado, era ahora un caos de rizos que rebotaban y salían en todas direcciones, claro que a esto había que sumarle la evidente chispa provocada por un ligero exceso de alcohol.
            -Arriba… hablando por teléfono –mientras hablaba seguía observando el pelo de Alice con curiosidad.
            -Oh, ¿y está todo bien? ¿Hay algún problema?
            -Eeemm, no lo sé, mañana hablaré con mi madre. ¿Qué demonios te ha pasado? –acabó diciendo sin poder contenerse, mirándola de arriba a abajo.
            Alice se sonrojó levemente y, aunque trató de disimularlo con su habitual charlatanería, Cassandra lo notó.
            -Nada, nada, fuera la fiesta se ha descontrolado un poco, eso es todo.
            -No mientas –insistió Cassandra mirándola fijamente-. Eres tú la que insiste en que puedo contarte lo que sea, y eso debería ser recíproco.
            -Está bien, pero te lo contaré más tarde. Ahora acompáñame fuera y tómate algo, que tienes cara de no haberte divertido ni una pizca en toda la noche –Cassandra la siguió, tentada a soltar un enorme resoplido como refuerzo a la afirmación de Alice.
            El resto de la fiesta pasaron casi todo el tiempo juntas, bailando, comiendo y, sobretodo, bebiendo. La música estaba tan alta que si no estuvieran a kilómetros de la casa más próxima, excluyendo la de los Cacciatore, tendrían una multitud de vecinos quejándose por el ruido. Hacia las seis de la mañana la cantidad de gente en la casa o el jardín se había reducido drásticamente, quedando algunos regazados exhaustos sobre los sofás del jardín o bien sentados en pequeños grupos hablando de cosas sin sentido y comiendo los restos de la fiesta.
            -No puedo mover ni un solo músculo, estoy agotada –susurró Alice extendida en uno de los mullidos divanes blancos que había en la carpa del jardín-. No sé cómo pueden tener fuerzas para mantenerse en pie –añadió, refiriéndose al pequeño grupo de cuatro personas que salían por la entrada de la carpa en esos instantes.
            -Pues ya verás cómo llegas hasta tu habitación, porque la poca energía que me queda la utilizaré para meterme en la cama –Cassandra se incorporó lentamente, rogando para que el alcohol no decidiera atacarla con un repentino mareo en esos instantes.
            -Oh, vamos, ayúdame –dijo Alice estirando la mano derecha en su dirección.
            Cassandra dudó un instante y la miró frunciendo los labios, pero al final se levantó y se acercó a ella, parándose en el corto trayecto para deshacerse de los tacones, que parecían como mil cuchillos clavándosele en los pies.
            -Vamos, arriba –tiró de ella con sus escasas fuerzas y consiguió que ambas estuvieran en pie.
            Alice, que en algún momento de la noche había perdido sus sandalias de tacón, se recogió el vestido por encima de las rodillas y caminó un par de pasos tambaleantes con sus pies descalzos.
            -Oh, por favor, ¿dónde están los hombres cuando se los necesita? Mi hermano sería de mucha utilidad ahora mismo –hablaba deprisa a pesar del cansancio, avanzando torpe y lentamente hasta salir de la carpa-. Y hablando de mi hermano, la última vez que me topé con él eran casi las doce, ¿tú le has visto?
            -Apenas –respondió Cassandra apresuradamente y un tanto nerviosa a pesar de que eso no fuese una mentira.
            -Entonces es más tonto de lo que creía –susurró. Cassandra la miró interrogante-. Si se apartó de tu lado un segundo después de verte con ese vestido es que necesita urgentemente ir al oculista.
            Cassandra rio interiormente al pensar que, de hecho, fue ella la que se apartó corriendo, casi huyendo, de él. A su reciente amiga no le gustaría lo que había ocurrido unas cuantas horas antes en su habitación.
            -Exageras, Alice, en la fiesta había gente mucho más interesante que yo con la que mantener una conversación. Y chicas preciosas –le rebatió con indiferencia.
            -Por esta vez dejaré pasar que digas una estupidez como esa, no quiero discutir contigo a estas horas, estoy demasiado cansada – reafirmó su última frase con un pequeño tropiezo en los escalones de subida a la terraza del jardín trasero-. Y posiblemente hemos bebido demasiado –añadió casi para sí.
            Continuaron andando en silencio, pasando por la cocina y el salón, hasta llegar al pie de las escaleras para subir a la planta superior.
            -Estoy planteándome dormir en el sofá –dijo Alice muy seria-. Esas escaleras parecen el Mont Blanc ahora mismo.
            -Exagerada –susurró Cassandra-. Vamos, sube –y la empujó ligeramente en la espalda hacia el primer escalón.
            -Si acabó rodando escaleras abajo será todo culpa tuya, tenlo en cuenta.
            -Como digas –contestó despreocupadamente, y cuando consiguieron llegar al último escalón le dedicó una mirada a medio camino entre la compasión y un “te lo dije”, que provocó que Alice le enseñara la lengua en una mueca divertida.
            -Me voy a dormir, hasta mañana.
            Cerró la puerta de su cuarto tras ella, no sin antes dedicarle una encantadora sonrisa a su amiga, y Cassandra oyó como se desplomaba sobre el colchón. Estaba segura de que aquella noche dormiría con la ropa puesta, y tenía que admitir que a ella misma le tentaba seguir su ejemplo.
Se apresuró hacia su habitación, desabrochando la cremallera lateral del vestido y tirando de los tirantes hacia abajo, entrando de espaldas en el cuarto para asegurarse de que nadie aparecía por el pasillo y la sorprendía desnudándose. Sabía que hacer eso era correr el riesgo de que cualquiera entrando o saliendo de su cuarto la viera y pensara que se había vuelto del todo loca, pero también sabía que no quería dormir en aquella seda ajustada, y que en cuanto viera la cama se desplomaría sobre ella sin molestarse en desnudarse.
Para el momento en el que cerró la puerta el vestido ya estaba deslizándose por sus caderas hacia el suelo, y tenía la sensación de que no había sido tan feliz de liberarse de una prenda de vestir en años. Tan solo tenía que coger la camiseta vieja que, prudentemente, había dejado antes de empezar la fiesta a los pies de la cama y podría deshacerse también del maldito sujetador.
            -Esto… ¿Buenas? –una voz a su espalda, que a esas alturas conocía muy bien, provocó que casi acabara en el suelo cuando se dio la vuelta.
            -¡¿Domenico?!
            -Hola.
            -¿Se puede saber qué demonios haces aquí? Pasas más tiempo en mi cuarto que en el tuyo propio. Si te gustan más las vistas te cambio la habitación encantada, ¡pero deja de entrar aquí sin permiso cada vez que te plazca! –soltó la reprimenda de carrerilla, elevando la voz a cada palabra que decía y apretando los puños.
            -Desde luego las vistas son espectaculares en este momento –comentó él sonriendo pícaramente.
            Entonces Cassandra recordó su evidente y casi completa desnudez y recogió rápidamente el vestido, poniéndolo sobre su cuerpo para cubrirse. Se maldijo interiormente por haberse olvidado de algo tan importante, y se preguntó por qué diablos aquel hombre le hacía olvidar la mitad de las veces lo que llevaba, o en ese caso no llevaba, puesto.
            -Sal de mi habitación, ¡ahora!
            Él se levantó de la cama, donde había esperado sentado, y se acercó a ella despacio, lamentándose interiormente por ser un idiota de la más alta categoría al decir lo que había dicho.
            -Domenico, he dicho que salgas, fuera de mi cuarto, ya –repitió, todo el cansancio de hacía unos instantes ya desaparecido.
            -Cassandra, un momento, no esperaba que fueras a entrar medio desnuda en la habitación, lo siento de verdad. Por favor, espera –se paró frente a ella, cerró los ojos y cubrió estos con las manos-. Vístete, no miraré.
            Ella le rodeó, aún cabreada, y se colocó la camiseta, suficientemente grande como para cubrirle hasta medio muslo. A continuación se metió en la cama y se cubrió con las sábanas.
            -Tienes dos minutos para explicarme qué haces aquí, después te vas.
            Domenico se dio la vuelta y la observó, aunque no se atrevió a acercarse y sentarse al borde de la cama, tan solo asintió en silencio.
            -Quería pedirte perdón por lo de antes. Lara es… bueno, es Lara. No es tan mala chica si se la conoce pero… El caso es que siento que te hiciera sentir incómoda, y no quiero que estés enfadada conmigo, es solo una vieja amiga, poco más que una niña a la que nunca le han negado nada, y no sabe aceptar un no por respuesta –permaneció inmóvil cuando acabó de hablar.
            -¿Y qué se supone que intentas decirme con eso? –ella no cedería un ápice, jamás lo había hecho y no iba a empezar entonces.
            -Oh, vamos –exclamó el nervioso, pasándose la mano por el pelo repetidas veces-. Sabes qué quiero decir. No hay nada entre Lara y yo, y por mucho que lo niegues antes te has marchado de la habitación cabreada.
            Cassandra lo fulminó con la mirada.
            -Fue ella la que me puso furiosa no vosotros –hizo énfasis en ambos pronombres tratando de dar un significado que a ella le parecía muy claro.
            -¿Y qué fue exactamente lo que te molestó entonces, Cassandra? –no pretendía mostrarse cabreado ni elevar la voz, pero llevaba demasiadas horas sin dormir y su paciencia no estaba en su mejor estado.
            Cassandra por su parte cogió, retorció y soltó su cabello repetidamente, sin saber si responder o no a aquella pregunta. Seguía repitiéndose una y otra vez que su repentino e intenso cabreo no tenía justificación alguna, que no le incumbía en absoluto lo que Domenico hiciera o dejara de hacer con su vida, y menos todavía en lo referente a su vida amorosa. Pero la impotencia de no saber qué decir estaba consumiendo su tranquilidad a cada segundo que pasaba, y el sentimiento de furia e indignación que se negaba a abandonar su interior estaba comenzando a exasperarla. Notaba la mirada de Domenico sobre ella, sabía que tenía que decir algo, cualquier cosa por tonta que pareciera, que no podía permanecer en silencio como una niña enfadada, estúpida y confusa. Se retorcía las manos en el regazo con insistencia, pensando que cualquier respuesta que diera no sería la adecuada, que metería la pata hasta el fondo, a pesar de que siempre había sabido controlar todo tipo de situaciones, porque con Domenico todo era distinto. Podía perder los nervios en un instante sin un motivo suficientemente bueno para ello siempre que él estuviera implicado, y notaba como su autocontrol, o el control sobre cualquier cosa de su entorno, se escapaba entre los dedos de sus manos como si fuera agua cuando él le regalaba una de aquellas sonrisas que derretían al mismísimo hielo. Y aquella noche el control se había escapado de sus manos, había reptado hacia la puerta y había salido por la rendija de debajo para no volver hasta mucho después, y simplemente dejó todo ir.
            -Esa maldita actitud de niña arrogante a la que le han dado todo en la vida, y que se cree con derecho de tener para sí todo aquello en lo que posa su vista si llama su atención lo suficiente, ¡a pesar de que no sea suyo! –explotó sin apenas notarlo ella misma, se levantó de la cama y se plantó a centímetros de Domenico-. Y desde luego, tú no eres suyo.
            Tiró de las solapas de su camisa hacia sí y estampó sus labios sobre los de Domenico, dándole muy poco tiempo a reaccionar. Jamás habría pensado que haría eso, ni en mil años. Si un par de días atrás le hubieran dicho que acabaría sucediendo algo así se habría reído en la cara de quien se lo dijese para a continuación largarse a seguir tranquilamente con su vida. Puede que hubiera admitido la atracción que sentía por Domenico, pero jamás pensó que sería ella la que mandaría al garete todos sus estúpidos principios y le besaría como si fuese lo único necesario para seguir viviendo. Pero, a pesar de todo, seguía repitiéndose que no era algo tan importante, que solo era una mujer, y que Domenico era demasiado apuesto para el bien y la cordura de cualquiera del género femenino, incluyendo, muy a su pesar, a ella misma.
            -¿Cassandra? –murmuró él de repente, sus labios aun tocándose pero sin moverse.
            En ese instante se dio cuenta de que había dejado de besarle cuando su mente comenzó a buscar excusas a su comportamiento. Se maldijo a sí misma interiormente, por su debilidad y por parecer estúpida, y apartó el rostro a un lado.
            -No lo hagas, Cassandra –él le giró el rostro suavemente y pasó la mano por su mejilla.
            -¿Qué no haga qué? –preguntó ella extrañada.
            -Eso –dijo señalando su rostro serio y pasando el pulgar por su ceño ligeramente fruncido-. Pensar que eres una estúpida, débil, que te has dejado caer como cualquier chica boba que se derrite ante el primer tipo guapo que la hace caso. Olvídate de eso, porque tú no eres ni serás jamás como una de esas chicas, o como cualquier chica, en realidad. Eres tú, preciosa, inteligente, desconcertante, malhumorada, pero con una sonrisa tan dulce que muchos morirían felices si fuera lo último que vieran… Eres tú, solo tú, y eso es lo que me gusta de ti.
            Cassandra estaba atónita, mirándolo como si fuera el ser más extraño que se hubiera cruzado en su vida. Su rostro se calentó en algo que hacía ya muchos años no sufría. Sonrojo. Estaba tan conmovida por lo que había escuchado que sus mejillas adquirieron un encantador tono rojizo, que Domenico adoró con cada fibra de su ser, sobre todo por ser él quien provocara algo tan poco común en ella.
            -Uh, eso puede haber sido muy empalagoso –comentó él sonriendo-. Pero sigue siendo cierto.
            Y ante eso ella no contestar nada. Su boca se negaba a cooperar, pero aun así ¿qué habría podido decir? ¿”Gracias”? ¿Habría tenido que salir con su típico “no digas tonterías”? No creía que hubiera una respuesta buena para aquello, así que simplemente permaneció en silencio. Ambos se limitaron a observarse, sin intención de moverse o hablar, hasta que Cassandra dejó escapar involuntariamente un bostezo que le hizo llevarse las manos a la boca y ampliar los ojos con sorpresa, lo que hizo reír a Domenico.
            -Me parece que necesitas dormir ya –comentó sonriendo.
            Ella asintió, y a punto estaba de darse la vuelta para meterse entre las sábanas, cuando él la alzó en volandas, provocando en ella un jadeo de sorpresa, y la dejó en la cama, depositando un tierno beso en sus labios antes de taparla con las sábanas de color melocotón.
            -¿Por qué has hecho eso? –preguntó Cassandra entré enfadada y divertida.
            -Porque sí –se limitó a responder él dedicándole una flamante sonrisa.
            Ella se encogió de hombros y se acurrucó en las sábanas mientras cerraba los ojos, notó el cambio de luz en el cuarto al apagarse esta y esperó a que sonara el ‘clic’ de la puerta al cerrarse, pero no ocurrió. Unos segundos después notó que la cama se hundía a su lado y se giró para ver a Domenico tapándose con las sábanas.
            -Pero, ¿qué…?
            -Shhh –siseó él poniéndole un dedo sobre los labios-. Duérmete.
            La atrajo hacia sí pasando un brazo por su cintura y la recostó en su pecho. Cassandra casi se quejó, casi, pero admitió para sí misma que estaba demasiado cansada y cómoda para moverse, así que no lo hizo. Murmuró un escueto “buenas noches” y cerró los ojos con cansancio.
            -Que descanses preciosa –notó el beso que Domenico depositó en su coronilla, y con un suspiro de agotamiento, se quedó dormida.



Espero que os haya gustado mucho el capítulo, porque yo solo sé que andaba emocionada escribiendo la última parte y escribía, borraba, escribía, revisaba todo, volvía a borrar, reescribía... toda una locura. Pero es que o la situación no me gustaba cómo surgía, o el diálogo me parecía muy tonto, o las escenas demasiado inverosímiles, pero mira, que después de darle mil vueltas me parece que el final ha quedado muy tierno *^*
Ahora tengo un dilema con el siguiente capítulo (SÍ, estoy como con ganas de escribir y quiero aprovecharlo jaja), y es que el despertar no lo tengo muy claro, osea el capítulo en sí creo que se cómo montarlo, tengo intención de meter pequeños flashback de la fiesta (porque lo cierto es que se sabe poco, y seguro que hay ganas de conocer detalles, porque en las fiestas SIEMPRE pasa algo jaja) y darle un poquito más de protagonismo a Alice, peeeeeeeero en el momento despertar tengo un dilema, y es, que en mente tengo dos escenas un tanto distintas. Puede ser un despertar algo así como confuso, incómodo, aunque algo más dulce por intervención de Domenico, o uno más romántico para mi gusto, pero también algo más acalorante (ya me entendéis), no demasiado y no sé hasta que punto, pero no considero esto una historia demasiado hot, así que nada muy descripctivo. Ains, no sé, tengo mis dudas, serias dudas, así que o espero a que mi cabeza quiera decidir (que eso puede llevarme un tiempo, conociéndome xD) o (y lo que yo creo mejor), hago esto un poco a demanda, osea, opináis que os parecería mejor para el momento despertar, podéis dar las ideas que queráis, comentarme cositas, todo me vale ^-^ Y así se un poco que es lo que se quiere ver en la historia y puedo escribir más acorde a ello.
Bueno, bloggeras mías, lo dejo en vuestra manos, que seguro que me sugerís lo más acertado :D
Besos mil!!!!