Aquí traigo el primer capítulo de "Besos de rubí", estaba prácticamente terminado y con un repasito y poco más he podido subirlo hoy. Por el momento aquí queda, estoy de exámenes y hasta que termine abandono el blog. El miércoles que viene hago el último examen y si me veo con fuerzas y tiempo me dedicaré a escribir y a pasarme a leer lo que se cuelgue en los blogs que leo (que son muchos jaja). Un besito!!!
El insistente sonido de un teléfono en un elegante
apartamento en el Midtown Manhattan interrumpía el pacífico sueño de su
moradora. Cassandra alargó el brazo, tanteando su mesilla en busca del teléfono
que, contra sus deseos, no paraba de sonar.
-¿Sí?
–en la voz de Cassandra se distinguía el agotamiento que sentía tras la noche
del sábado.
-Hola
cielo, soy mamá. ¿Y esa voz? ¿Seguías durmiendo? –las insistentes preguntas de
su madre taladraban los oídos de la joven.
-Sí
mamá, seguía durmiendo. Es domingo y estoy agotada, más tarde te llamaré, solo
son las... –miró el reloj de su mesilla- ¿la una? Oh, mamá te llamo después, he
quedado para comer y llego tarde. ¡Adiós!
Colgó el
teléfono de golpe y se dirigió al cuarto de baño dispuesta a darse una ducha
rápida. Mientras el agua se calentaba abrió su amplio armario para sacar
precipitadamente unas medias negras, un vestido ceñido de color granate y sus
zapatos de tacón negros, después volvió al cuarto de baño y se duchó y secó el
pelo todo lo rápido que le fue posible. Cuando terminó esto, se dirigió, aún en
albornoz, a la cocina, para preparar un café. Volvió a su cuarto, se vistió y
maquilló apresuradamente, cogió su bolso y su café y corrió todo lo que sus
tacones le permitían. Parar un taxi en Manhattan no era precisamente sencillo
pero para Cassandra no era especialmente difícil, mérito que ella misma
atribuía a su belleza, por lo que en escasos minutos ya estaba en el asiento
trasero de un taxi camino de su restaurante italiano favorito, donde había
quedado con una amiga. Tras unos eternos quince minutos de trayecto, Cassandra
se bajó del taxi para encontrarse con el impaciente rostro de Lorraine.
Lorraine era sin duda alguna su mejor amiga, se conocían
desde niñas, cuando los padres de ésta decidieron volver a España, el país
natal de la madre de Lorraine. Allí conocieron a Cassandra y sus padres y
pronto todos se hicieron buenos amigos, por lo que las dos niñas estuvieron muy
unidas durante algunos años, hasta el día en que Leandro, padre de Cassandra,
quiso volver a Grecia, debido a la repentina y grave enfermedad de la madre de
éste. Durante cuatro años, y hasta que murió su abuela, Cassandra vivió allí,
en la casa de sus abuelos paternos, en una zona rural de Grecia que destacaba
por sus prados. Para entonces ya había cumplido los diez años y, a pesar de
eso, nunca había roto el contacto con Lorraine, pues hablaban a través de
cartas y se veían durante algunos días en vacaciones. Para cuando Cassandra
regresó a España la amistad con Lorraine era firme y no hizo sino asentarse más
con el paso de los años y al estar las dos jóvenes juntas gran parte del
tiempo. Ambas se graduaron y comenzaron la universidad, Lorraine cumplió su
sueño de estudiar arquitectura y Cassandra se sumergió en el mundo de la
economía y las finanzas, consiguiendo en su tercer año de carrera una beca para
terminar sus estudios en Nueva York. Durante dos años, y hasta que ambas
terminaron sus respectivos estudios se mantenían informadas de sus respectivas
vidas mediante cartas y video llamadas y pasaban algunos fines de semana juntas.
Y cuando por fin ambas terminaron de estudiar, Cassandra se estableció en un
pequeño apartamento en Manhattan y Lorraine volvió a su ciudad natal,
convirtiéndose en compañera de piso de su mejor amiga. Y, después de tantos
años, la amistad entre ambas seguía siendo fuerte y cada una había conseguido
un trabajo estable y con buen sueldo que les permitía vivir en amplios
apartamentos de Manhattan con soltura.
-Llegas media hora tarde, Cassie. ¿Alguna vez serás
puntual? –Lorraine reprendió a su amiga, aunque en su voz no había enfado sino
más bien un toque de burla.
-Lo sé,
lo sé. Lo siento mucho –se disculpó ella-. Pero no imaginas lo eternas que
pueden llegar a ser las cenas de trabajo. Entre negociaciones y copas llegué a
casa a las cinco de la mañana. Si no fuera por mi madre aún seguiría tumbada en
la cama.
-Entonces se lo agradeceré a tu madre la próxima vez que
hable con ella –contestó con sorna Lorraine-. Ahora vamos, o perderemos la
reserva.
-No te preocupes, Ángelo es amigo mío, incluso aunque no
hubiera reservado, con una llamada tendríamos mesa. Pero sí, vamos, no imaginas
el hambre que tengo.
Las dos amigas entraron al restaurante, dónde una
recepcionista de aspecto agradable las recibió con una sonrisa. Tras dar el
nombre para la reserva y seguir a un camarero hasta su mesa, Cassandra pidió
uno de sus platos favoritos, risotto
con gambas, y recomendó a su amiga los tortellini
a la carbonara. Tras terminar la comida y pedir de postre dos platos de pannacotta, el rostro de Lorraine
denotaba que tenía algo importante que decir.
-Lorri, lo que sea que quieras contarme hazlo ya. Ni tú
ni yo tenemos tiempo para perder todo el día mirando las migas de pan de la
mesa.
-A veces odio que me conozcas tan bien –bromeó la chica-.
Está bien. ¡Gordon me ha pedido que me case con él! –el grito de felicidad de
Lorraine atrajo las mirada de algunos comensales de mesas cercanas.
-Y, obviamente, has dicho que sí. Si no, no entendería
tanta emoción –se carcajeó Cassandra-. Me alegro mucho por ti, de verdad.
¡Felicidades! –añadió con una dulce sonrisa mientras se levantaba para abrazar
a su amiga.
-Y… querrás ser mi dama de honor, ¿verdad? –la voz
emocionada de la joven hizo sonreír a varios camareros que atendían mesas
cercanas.
-Pues claro que sí, me ofendería si no me lo pidieras
–Cassandra agarró la mano de su amiga-. Ahora dame un momento, voy al baño y
seguimos hablando sobre tus maravillosos planes de boda.
Cassandra se apresuró hacia el baño bajo la atenta mirada
de su amiga, pero cuando esta giró el rostro, cambio de dirección hacia la
cocina, dónde entró precipitadamente, mientras varios camareros la saludaban
con una sonrisa, buscando al cocinero jefe y amigo suyo.
-Cassandra, bellissima,
¿sabes cuánto tiempo hace que no tengo el honor de tener a una belleza como tú
en mi cocina? –las amables palabras del cocinero hicieron sonreír a la joven.
-Últimamente he tenido muchas reuniones y, por desgracia,
mis jefes no saben apreciar la delicia de tus platos, prefieren los
restaurantes de lujo del Upper East Side –dijo apretando la mano de su amigo.
-No, no, è imperdonabile. Esos necios no reconocen la buena comida. Esos restaurante solo sirven...
-No, no, è imperdonabile. Esos necios no reconocen la buena comida. Esos restaurante solo sirven...
-Cosas bonitas en pequeñas porciones. Lo sé, Ángelo
–interrumpió Cassandra con una ligera risa al mosqueado cocinero-. Pero ahora
necesito pedirte un favor –añadió con ojos suplicantes.
-A ti, mia bella,
cualquier cosa.
-Mi mejor amiga está en la mesa 7 esperándome. Me acaba
de decir que se va a casar y me gustaría sorprenderla con algo especial. ¿Se te
ocurre algo?
-Naturalmente. Sabes que mi cabeza se desborda de ideas.
Adoro las bodas. ¿Quieres que prepare algún postre especial, que mis más guapos
camareros la canten hasta que sonroje o…? –la energía de Ángelo siempre hacía
reír a Cassandra.
-Cualquier cosa que pienses estará bien, pero intenta tenerlo
listo pronto, mañana a las cinco tengo que levantarme para coger un avión para una reunión en
Florencia y mi equipaje aún no está listo.
-Oh, Florencia, la
mia terra, hace ya dos años que no visito a mi familia allí. Disfruta del
viaje, es una ciudad molto bella, ya
lo verás –dijo emocionado el cocinero-. Y no te preocupes, tendré listo mi
pequeño espectáculo lo más rápido posible. Ahora, disfrutad de vuestra pannacotta, Claudio os la llevará en un
momento –añadió, para después besar la mano de Cassandra con ternura.
Cassandra volvió rápidamente a su mesa, donde Lorraine
estaba escribiendo un mensaje en su móvil. Se sentó en su silla con esa
delicadeza que la caracterizaba y alargó
la mano para coger el móvil de su amiga.
-¿Con quién hablas ahora? Deja eso y cuéntame tus panes
para la boda.
-Es Gordon, me estaba diciendo que va a pedirle a su primo
que sea nuestro padrino –aclaró Lorraine.
-¿Joseph? ¿El mismo Joseph que intentó meterme mano justo
después de que sonara la última campanada el año pasado? Estás loca si crees
que voy a pasar más de dos minutos a menos de 5 metros de él –el temperamento
de Cassandra comenzó a hacer notar su presencia.
-¡Cassie! Tranquila, si me devolvieras el teléfono, le
diría amablemente a mi prometido que, a ser posible, busque un padrino menos
baboso. ¿Vale?
-Está bien, lo siento. Toma –dijo ya más calmada mientras
le tendía el móvil.
-Salgo afuera un momento, trataré de convencer a Gordon
para que hable con otro primo o amigo o algo así. No tardo.
Cuando Lorraine cruzó la puerta del restaurante Cassandra
sacó su móvil y escribió un mensaje: Hola mamá, siento lo de
antes. Había quedado con Lorraine para comer. ¿Sabes? Gordon le ha pedido que
se case con ella. ¡Y voy a ser la madrina! Mañana tengo reunión en Florencia y
tengo que coger el avión pronto, así que ya te llamaré cuando llegue. Te
quiero.
Estaba realmente contenta de que su amiga se casara.
Ambas sabían que Cassandra no era muy partidaria del amor, o de los chicos,
pero ver la cara iluminada de su amiga hacía muy feliz a la joven.
Los pasos de uno de los jóvenes camareros de Ángelo
interrumpió sus pensamientos.
-Aquí tiene. Espero que esté a su gusto –los correctos
modales de los camareros de aquel restaurante siempre la hacían sonreír. Ángelo
era realmente estricto con ellos, y los tenía bien enseñados.
-Muchas gracias, Claudio –respondió ella regalándole una
dulce sonrisa.
Un par de minutos después Lorraine entró en el
restaurante algo enfadada. Cassandra presentía que la conversación con su
prometido no había ido todo lo bien que debería, y, en cierto modo, se sentía
culpable por haberse opuesto a que Joseph fuera el padrino de la boda de su
amiga.
-¿Qué pasa Lorri? –preguntó ante la cara de disgusto de
la chica.
-Gordon. Le he sugerido que buscara otro padrino para
nuestra boda y se ha puesto todo hecho un basilisco. Cuando quiera hablar
pacíficamente, contestaré sus llamadas, mientras tanto –cogió su móvil y lo
puso en silencio.
-Lo siento. No debería haberme enfadado así. Es tu boda y
no tengo derecho a decidir sobre quien será o no será vuestro padrino.
-No lo sientas –negó la joven sonriendo-. Yo tampoco
soporto a ese primo suyo, y por su absurda cabezonería me niego a que sea
nuestro padrino. Si hubiese acogido mi sugerencia con menos agresividad me lo
pensaría. Ahora que se aguante –Lorraine quitó importancia al asunto con una
sonrisa y agarró la mano de Cassandra, que mostraba un gesto triste en su cara.
Tras dejar de lado todo el asunto del padrino ambas
muchachas devoraron su pannacotta, y
coincidieron en que el cocinero era insuperable. La conversación se dirigió a
todo lo referido a los vestidos y accesorios que pronto tendría que comenzar a
buscar Lorraine para la boda, el suyo y el de sus damas de honor. Y casi como
en un juego, ambas acabaron configurando un boceto de lo que podría ser el
vestido de dama de honor para la boda. Mientras continuaban con sus risas y
alocadas ideas, las luces se apagaron repentinamente. Cassandra supuso que se
trataba de su “pequeña sorpresa” y sonrío mientras su amiga miraba a todos
lados confusa.
-Y ahora –la voz de Ángelo preparándose para mostrar su
pequeño show atrajo la atención de todos-, un regalo especial para una futura
dama casada.
Lorraine miró a su amiga con desconcierto mientras veía
como un joven y guapísimo camarero se acercaba a su mesa empujando un carrito
en el que reposaba un plato oculto por una grande y plateada tapa. El camarero
se acercó a Lorraine y, con una sonrisa, destapó el plato mientras le tendía
una rosa roja. Bajo aquella tapa se encontraba una verdadera obra de arte en
forma de comida: un fantástico pastel con tres clases de chocolates distintos,
una capa de un jugoso y mullido bizcocho también de chocolate y cubierto con
una capa de mousse de chocolate blanco. Cassandra pensó que, sin duda, era una
de las mejores creaciones de su amigo cocinero.
-Espero que te guste el chocolate bellissima –la dulce voz de Ángelo seguido de once apuestos camareros
con una rosa roja cada uno casi hace llorar a Lorraine.
Cassandra se levantó sigilosamente y la dio un tierno
abrazo desde su espalda.
-Me encanta. Gracias, gracias, mil gracias –de los labios
de Lorraine tan solo salían agradecimientos.
-No hay de qué, cielo. Ahora, me tengo que ir, mañana
tengo que coger un vuelo a la madrugada. Te quiero. Disfruta de tu sorpresa.
Tras esto Cassandra salió del restaurante con una dulce
sonrisa de agradecimiento para Ángelo y esperó a que algún taxi parara. Adoraba
a su amiga, y verla sonreír así la llevó a una felicidad que no se iría
fácilmente. Pero ahora tan solo quería volver a su casa y hacer las maletas
para acostarse rápidamente y dejar que su cuerpo terminase de descansar del
ajetreado fin de semana que había vivido.
Woooo, me encantó, se verdad... Primero que todo escribes GENIAL! Me encanta tu forma de expresar los sentimientos y todo, escribes muy bien, sin faltas ortográficas, buena redacción y además un buen trama. PERFECT! Hace mucho que no encontraba una historia así :))
ResponderEliminarBueno y mmm, me dio risa la primera parte jajaj a mí siempre me despierta mi madre, sino dormiría hasta mmm siempre(? Jajaja. Y Que buena amistad! Por Dios, es que es maravillosa su amistad, luego de tantos años seguir siendo amigas como siempre debe de ser maravilloso ^^. Y ah! Sorpresas, la boda, mmm Joseph? Mmm mucho que quiero saberrr! :D
Seguiré leyendo :) genial!