Al final no me he podido resistir xD Mañana y pasado son los dos últimos exámenes de evaluación que tengo que hacer, y como estaba hasta las narices de estudiar historia (tremendamente divertida mi tarde como veis) en un descanso que me he tomado, he terminado un relato que tenía por ahí y me he dicho, vamos a subirlo!!!
Primero de todo, voy a aclarar algo, este relato está relacionado con otros, en las etiquetas (que están abajo del todo del blog) hay unas cuantas que son nombres, en concreto me refiero a las que pone, Mike, Rosse y Daniel, el caso es que los relatos no son continuaciones ni nada por el estilo pero los personajes son los mismos y leyéndolas todas se puede hacer una relación hasta sacar una historia entre todo. Bueno, tras esta breve explicación os dejo leyendo.
Un beso!! =)
-¡¿Por
qué?! ¡¿Por qué simplemente no lo has guardado para ti?!
Él
la miró con cara desconcertada. ¿Realmente le estaba preguntando por qué le
había contado aquello? ¿De verdad podía cabrearse más por el hecho de que le
hubiese desvelado todo que porque no la quisiera?
-Podíamos
haber seguido así por años, para siempre incluso. No necesitaba saberlo, ¿no lo
comprendes? –la sollozante voz de ella interrumpió sus confusos pensamientos-.
Podías haber cargado con el dolor, tú solo, todo lo que fuera necesario. Pero
preferiste desahogarte y dejar de sentirte culpable y desdichado, y para ello
tenías que pasar sobre mí.
-¿En
serio? ¿De verdad preferirías haber vivido en un engaño el resto de tu vida?
–dijo él consiguiendo que su voz desconcertada saliera de su garganta.
Los
ojos de ella eran un constante torrente de lágrimas, y aquello partía el
corazón de Mike. Nunca quiso hacerla sufrir pero creyó que lo mejor era ser
sincero y acabar con sus propios engaños y mentiras de una vez por todas. Pero
ahora, ante las palabras de Lilian comenzaba a dudar si había hecho lo correcto.
-Nunca
te amó y ahora, mucho menos podría hacerlo, Mike. Hace mucho que lo sabías pero
eras tan estúpido como para creer que la podías arrancar de sus brazos y ahora
que se ha ido sigues siendo tan estúpido que prefieres vivir de su recuerdo.
¡Está muerta!
Las
últimas palabras de Lilian le llegaron como una bofetada, duras, frías y
dañinas. Hacía ya mucho que compartía su día a día con ella, la dulce y
delicada Lilian, que parecía una pequeña muñeca entre sus brazos, con su piel
de porcelana, sus profundos ojos del color de la miel y su cabello dorado. Toda
ella era luz dorada. Jamás pensó que de unos labios tan delicados y carnosos
pudieran salir aquellas palabras que le desgarraban el alma. Pero no podía
culparla, no ahora, no después de haber roto su pequeño corazón y haberla
abandonado para regodearse a solas en su propio dolor. El dolor que Mike sentía
por la muerte de Rosse, a quien amaba desde hacía tanto que le costaba
recordarlo, lo dejó totalmente privado de razón. Huyó durante días de su casa,
el acogedor piso que compartía con Lilian desde hacía cinco años, y se aisló en
la pequeña cabaña que sus padres tenían en la montaña. Durante mucho tiempo ver
a Rosse con Daniel le carcomía la entrañas, pero luego supo transformar ese
ardor en una especie de felicidad, por ella, por verla feliz día tras día,
aunque fuera en brazos de otro. Mientras él se entregaba a Lilian, a quien,
antes de conocer a Rosse, amó con locura, pero cuya relación se había
deteriorado. Mike sabía que la joven le quería como pocos sabían hacerlo y por
ello, sabiendo que Rosse jamás sería suya, quiso darle a Lilian la felicidad
que él mismo no era capaz de alcanzar. Pero ahora, cuando su dulce flor había
fallecido de una enfermedad que había ocultado a todos los que la rodeaban,
simplemente no podía aguantar el suplicio y creyó mejor darle a Lilian la
sinceridad de un adiós que años de amargura a su lado. El día anterior Mike
había regresado de su pequeña huída para hacer frente a Lilian, terminar con
todo de una vez y volver a retirarse a la paz de las montañas, donde podía
mantener la cabeza ocupada en arreglar el desvencijado cobertizo, recoger leña,
cazar y muchas otras acciones que, para la hora de la cena, ya le habían
causado tal agotamiento que caía rendido entre las sábanas de su pequeña cama
sin tiempo para pensar en el camino de su vida.
-Mike…
-la voz de Lilian sonaba débil, derrotada-, no me quieres, lo sé, hace mucho
que lo sabía. Y en cierto modo he sido tan estúpida como tú, creía que podría
hacerte feliz, que podría hacerte olvidarla, pero no he podido, ni podré. Te
quiero, pero no quiero vivir de un recuerdo, del recuerdo de tus ojos cuando me
mirabas entonces, cuando Rosse no se había cruzado en nuestra vida.
-Lo
siento –Mike no fue capaz de pronunciar otras palabras, y sabía que una simple
disculpa no lo arreglaba todo, pero no le quedaban fuerzas para seguir
hablando.
-Intentaré
ser feliz, der verdad que lo haré –dijo Lilian tratando de recomponerse-.
Encontraré a alguien, por mí, pero también por ti, para que algún día te
lleguen noticias de que vivo feliz con un nuevo amor, y puedas dejar de sentir
la carga por mi desdicha que sé que sientes. Trata de ser feliz tu también, de
verdad que me alegraría si lo hicieras, aunque… -dejó las palabras en el aire.
-Lo
sé. No crees que pueda llegar a ser feliz –dijo con pesar-. Pero no te
disculpes, yo tampoco lo creo –se envaró al ver la alarma en la cara de Lilian
y su gesto de disculpa.
-Te
quiero, Mike. Y en cierto modo, siempre lo haré.
La
despedida fue tranquila, sin más gritos ni revuelo. Mike cogió sus cosas y
salió por la puerta, no sin antes acercarse a Lilian, besarla suavemente y
susurrarle al oído: “hubo un tiempo en que te amé, no lo olvides”. Tras esto
montó en su anticuado coche y partió hacia su nueva y solitaria vida en las
montañas.
5 años después
Mike
salió de su pequeña cabaña con ojos somnolientos. El día regalaba un agradable
calor que invitaba a relajarse bajo él. Montó en su coche y bajó al pueblo a
recoger su correo y comprar algo de comida, su despensa estaba vacía. Cuando
volvió a casa dejó el correo sobre la encimera de granito y se dispuso a
preparar la comida cuando un sobre llamó su atención. Era de Lilian. Lo abrió
con curiosidad, hacía ya mucho que no hablaba con ella, la pequeña mujer que
emanaba luz dorada. Con lentitud sacó del sobre una elaborada tarjeta en color
crema, con flores secas decorándola y unas palabras escritas a mano en tinta
dorada. Reconoció la letra de Lilian. Sonrió, con una sonrisa que
verdaderamente le llegó a los ojos, al ver que se trataba de una invitación de
boda. Cuando se dispuso a devolver la invitación a su sobre vio que había una
carta acompañándola. La abrió con destreza y leyó:
Hola
Mike:
Sé
que hace mucho tiempo que no sabemos nada el uno del otro, pero te prometí
intentar ser feliz y, como puedes ver, he cumplido mi promesa. Realmente me
encantaría verte aquí conmigo el día de mi boda, así que te pido, por favor,
que no dudes en venir. Mi padre murió hace ya 3 años, fue una mala época para
todos, pero lo hemos ido superando con el tiempo. Por esto último quería
pedirte un favor: ¿podrías ser tu quien me acompañe al altar? Sé que es un
tanto inusual, pero sabes que siempre me gustó hacer las cosas a mi manera, y
no he encontrado a nadie mejor que tú para estar conmigo en un momento tan
especial. Espero tu respuesta.
Te
quiere,
Lilian
Mike
no había conseguido ser verdaderamente feliz, tan solo había conseguido buscar un
motivo para sonreír en las pequeñas cosas. Poco a poco había olvidado el peso
que le causaba el haber hecho sufrir a Lilian y, hasta entonces, no había
notado sentirlo, pero esa carta… Esa carta le había liberado de algo que no era
consciente que seguía allí, y por fin podía terminar de encontrar la pequeña
paz que otorgaba el no sentirse culpable. Mike dejó el sobre en la encimera y
sonrió. Iría a esa boda, claro que iría, por Lilian, y por él mismo.
Aww me encantó! Te juro, está preciosa la historia, me gustó demasiado... Y que lindo que fin Mike pueda vivir en paz luego de haber hecho sufrir tanto a Lilian. Me encanta cómo escribes :)
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