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lunes, 12 de marzo de 2012

Verdades que duelen


Al final no me he podido resistir xD Mañana y pasado son los dos últimos exámenes de evaluación que tengo que hacer, y como estaba hasta las narices de estudiar historia (tremendamente divertida mi tarde como veis) en un descanso que me he tomado, he terminado un relato que tenía por ahí y me he dicho, vamos a subirlo!!!
Primero de todo, voy a aclarar algo, este relato está relacionado con otros, en las etiquetas (que están abajo del todo del blog) hay unas cuantas que son nombres, en concreto me refiero a las que pone, Mike, Rosse y Daniel, el caso es que los relatos no son continuaciones ni nada por el estilo pero los personajes son los mismos y leyéndolas todas se puede hacer una relación hasta sacar una historia entre todo. Bueno, tras esta breve explicación os dejo leyendo.
Un beso!! =)


-¡¿Por qué?! ¡¿Por qué simplemente no lo has guardado para ti?!
Él la miró con cara desconcertada. ¿Realmente le estaba preguntando por qué le había contado aquello? ¿De verdad podía cabrearse más por el hecho de que le hubiese desvelado todo que porque no la quisiera?
-Podíamos haber seguido así por años, para siempre incluso. No necesitaba saberlo, ¿no lo comprendes? –la sollozante voz de ella interrumpió sus confusos pensamientos-. Podías haber cargado con el dolor, tú solo, todo lo que fuera necesario. Pero preferiste desahogarte y dejar de sentirte culpable y desdichado, y para ello tenías que pasar sobre mí.
-¿En serio? ¿De verdad preferirías haber vivido en un engaño el resto de tu vida? –dijo él consiguiendo que su voz desconcertada saliera de su garganta.
Los ojos de ella eran un constante torrente de lágrimas, y aquello partía el corazón de Mike. Nunca quiso hacerla sufrir pero creyó que lo mejor era ser sincero y acabar con sus propios engaños y mentiras de una vez por todas. Pero ahora, ante las palabras de Lilian comenzaba a dudar si había hecho lo correcto.
-Nunca te amó y ahora, mucho menos podría hacerlo, Mike. Hace mucho que lo sabías pero eras tan estúpido como para creer que la podías arrancar de sus brazos y ahora que se ha ido sigues siendo tan estúpido que prefieres vivir de su recuerdo. ¡Está muerta!
Las últimas palabras de Lilian le llegaron como una bofetada, duras, frías y dañinas. Hacía ya mucho que compartía su día a día con ella, la dulce y delicada Lilian, que parecía una pequeña muñeca entre sus brazos, con su piel de porcelana, sus profundos ojos del color de la miel y su cabello dorado. Toda ella era luz dorada. Jamás pensó que de unos labios tan delicados y carnosos pudieran salir aquellas palabras que le desgarraban el alma. Pero no podía culparla, no ahora, no después de haber roto su pequeño corazón y haberla abandonado para regodearse a solas en su propio dolor. El dolor que Mike sentía por la muerte de Rosse, a quien amaba desde hacía tanto que le costaba recordarlo, lo dejó totalmente privado de razón. Huyó durante días de su casa, el acogedor piso que compartía con Lilian desde hacía cinco años, y se aisló en la pequeña cabaña que sus padres tenían en la montaña. Durante mucho tiempo ver a Rosse con Daniel le carcomía la entrañas, pero luego supo transformar ese ardor en una especie de felicidad, por ella, por verla feliz día tras día, aunque fuera en brazos de otro. Mientras él se entregaba a Lilian, a quien, antes de conocer a Rosse, amó con locura, pero cuya relación se había deteriorado. Mike sabía que la joven le quería como pocos sabían hacerlo y por ello, sabiendo que Rosse jamás sería suya, quiso darle a Lilian la felicidad que él mismo no era capaz de alcanzar. Pero ahora, cuando su dulce flor había fallecido de una enfermedad que había ocultado a todos los que la rodeaban, simplemente no podía aguantar el suplicio y creyó mejor darle a Lilian la sinceridad de un adiós que años de amargura a su lado. El día anterior Mike había regresado de su pequeña huída para hacer frente a Lilian, terminar con todo de una vez y volver a retirarse a la paz de las montañas, donde podía mantener la cabeza ocupada en arreglar el desvencijado cobertizo, recoger leña, cazar y muchas otras acciones que, para la hora de la cena, ya le habían causado tal agotamiento que caía rendido entre las sábanas de su pequeña cama sin tiempo para pensar en el camino de su vida.
-Mike… -la voz de Lilian sonaba débil, derrotada-, no me quieres, lo sé, hace mucho que lo sabía. Y en cierto modo he sido tan estúpida como tú, creía que podría hacerte feliz, que podría hacerte olvidarla, pero no he podido, ni podré. Te quiero, pero no quiero vivir de un recuerdo, del recuerdo de tus ojos cuando me mirabas entonces, cuando Rosse no se había cruzado en nuestra vida.
-Lo siento –Mike no fue capaz de pronunciar otras palabras, y sabía que una simple disculpa no lo arreglaba todo, pero no le quedaban fuerzas para seguir hablando.
-Intentaré ser feliz, der verdad que lo haré –dijo Lilian tratando de recomponerse-. Encontraré a alguien, por mí, pero también por ti, para que algún día te lleguen noticias de que vivo feliz con un nuevo amor, y puedas dejar de sentir la carga por mi desdicha que sé que sientes. Trata de ser feliz tu también, de verdad que me alegraría si lo hicieras, aunque… -dejó las palabras en el aire.
-Lo sé. No crees que pueda llegar a ser feliz –dijo con pesar-. Pero no te disculpes, yo tampoco lo creo –se envaró al ver la alarma en la cara de Lilian y su gesto de disculpa.
-Te quiero, Mike. Y en cierto modo, siempre lo haré.
La despedida fue tranquila, sin más gritos ni revuelo. Mike cogió sus cosas y salió por la puerta, no sin antes acercarse a Lilian, besarla suavemente y susurrarle al oído: “hubo un tiempo en que te amé, no lo olvides”. Tras esto montó en su anticuado coche y partió hacia su nueva y solitaria vida en las montañas.
5 años después
Mike salió de su pequeña cabaña con ojos somnolientos. El día regalaba un agradable calor que invitaba a relajarse bajo él. Montó en su coche y bajó al pueblo a recoger su correo y comprar algo de comida, su despensa estaba vacía. Cuando volvió a casa dejó el correo sobre la encimera de granito y se dispuso a preparar la comida cuando un sobre llamó su atención. Era de Lilian. Lo abrió con curiosidad, hacía ya mucho que no hablaba con ella, la pequeña mujer que emanaba luz dorada. Con lentitud sacó del sobre una elaborada tarjeta en color crema, con flores secas decorándola y unas palabras escritas a mano en tinta dorada. Reconoció la letra de Lilian. Sonrió, con una sonrisa que verdaderamente le llegó a los ojos, al ver que se trataba de una invitación de boda. Cuando se dispuso a devolver la invitación a su sobre vio que había una carta acompañándola. La abrió con destreza y leyó:
Hola Mike:
Sé que hace mucho tiempo que no sabemos nada el uno del otro, pero te prometí intentar ser feliz y, como puedes ver, he cumplido mi promesa. Realmente me encantaría verte aquí conmigo el día de mi boda, así que te pido, por favor, que no dudes en venir. Mi padre murió hace ya 3 años, fue una mala época para todos, pero lo hemos ido superando con el tiempo. Por esto último quería pedirte un favor: ¿podrías ser tu quien me acompañe al altar? Sé que es un tanto inusual, pero sabes que siempre me gustó hacer las cosas a mi manera, y no he encontrado a nadie mejor que tú para estar conmigo en un momento tan especial. Espero tu respuesta.
Te quiere,
          Lilian
Mike no había conseguido ser verdaderamente feliz, tan solo había conseguido buscar un motivo para sonreír en las pequeñas cosas. Poco a poco había olvidado el peso que le causaba el haber hecho sufrir a Lilian y, hasta entonces, no había notado sentirlo, pero esa carta… Esa carta le había liberado de algo que no era consciente que seguía allí, y por fin podía terminar de encontrar la pequeña paz que otorgaba el no sentirse culpable. Mike dejó el sobre en la encimera y sonrió. Iría a esa boda, claro que iría, por Lilian, y por él mismo.

1 comentario:

  1. Aww me encantó! Te juro, está preciosa la historia, me gustó demasiado... Y que lindo que fin Mike pueda vivir en paz luego de haber hecho sufrir tanto a Lilian. Me encanta cómo escribes :)

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