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sábado, 12 de mayo de 2012

Eros y Psique


A ver!!! Que hoy tengo unas cuantas cosas que decir, y la primerísima de todas es....
El relato de Psiqe y Eros está terminado, YES!!! así que nada, Kashmir, ya lo puedes leer tranquilamente =)
Mi tardanza he de decir que es porque estoy hasta arriba de exámenes finales, porque en Junio tengo la selectividad y no me sobra el tiempo precisamente, y encima mi imaginación está al mínimo xD (Por eso mismo no me termina de convencer del todo como me ha quedado >.<) Pero bueno, algo hay que subir y hay trozos que me encantan, trozos que no... veremos jaja Es lo que tiene haberlo escrito en días distintos.Pero nada, aquí está y punto, he acordado conmigo misma que no volveré a decir que subiré un relato en "X" día porque luego nunca lo cumplo, siempre me surge algo, me falta tiempo o tengo que estudiar >.<
Ah! y os dejo AQUÍ el enlace al mito para que os lo leais si queréis, no es igual igual, porque he leído de varias páginas y he acomodado un poco a mi gusto. Y bueno pues od dejo este otro enlace AQUÍ, ya entenderéis porque jaja Y nada... tened en cuenta que estos son los nombres griegos, los romanos pues a lo mejor tiene alguna variación, como en el último enlace, haced click, cuando esteis ya ahí, en Voluptos y así investigais un poquito.
Y bueno después de mi aburrido monólogo os dejo el relato, porque creo que no tengo nada más que decir y si lo tengo pues ya escribiré otra entrada xD
Un beso enorme!!!!!! =D


Eros y Psique

Maldita mortal. Si no fuera por el poder divino, tiempo hace la habría dado muerte” pensó Afrodita al descubrir que Psique había superado con éxito la tercera prueba que le había sido encomendada. La diosa se recostó sobre un hermoso diván hecho de oro y seda mientras deslizaba sus finos dedos por su sedoso cabello tratando de buscar una forma de acabar con su no deseada nuera.
-Esta vez no fallaré. La naturaleza no podrá ayudarla ahora. Conseguiré destruirla –dijo en voz alta para sí misma-. ¡Soledad! ¡Tristeza! Traed a la mortal ante mí.
Tras esto las dos criadas marcharon obedientes a buscar a Psique, quien aguardaba pacientemente a que la diosa mandara otro absurdo encargo con el que sabía que solo quería conseguir su muerte. Tras arrastrar las dos criadas a la joven ante la hermosa diosa, esta se puso en pie y se acerco a ella contoneando sus curvas y dejando ver sus largas piernas entre la fina seda que era su toga.
-Bien Psique. Está será tu última prueba. Tu hermosura y la debilidad que causas en los dioses te salvaron en las anteriores. Pero esta vez tu belleza no será de ayuda  –dijo Afrodita con la voz cargada de odio-. Debido al daño que causaste en mi hijo, mi belleza se ha deteriorado por atenderlo y cuidarlo. Ve al Inframundo y pídele a Perséfore que te entregue un poco de su ungüento de belleza para mí. Toma –añadió entregándole una hermosa caja de oro en la que debía transportar aquello que había demandado la diosa.
-Como gustes –dijo Psique secamente, y acto seguido salió de la estancia mientras su cabeza daba vueltas sobre cómo conseguir cumplir su última tarea. Tras horas pensando y estando al borde del llanto, la joven solo pudo pensar que la forma más fácil de llegar al Reino de los Muertos era ser uno de ellos, y por ello decidió morir lanzándose desde lo alto de una torre. Decidida a cumplir con su último encargo subió a la torre más alta que allí había y miró hacia abajo, reflexionando sobre los acontecimientos que se cernían sobre ella.
-Si tan solo no fuera tan hermosa… no habría despertado desde un principio la ira de Afrodita. Y si no hubiera escuchado a mis hermanas… seguiría reposando junto a mi amado cada noche –reflexionó Psique con gran pesar-. Pero nada de esto puede cambiarse, la única solución es conseguir cumplir el último encargo –sentenció para sí misma finalmente, ya dispuesta a arrojarse hacia una muerte segura.
-Apacigua tu mente, querida –una voz procedente de la propia torre detuvo a la joven de lanzarse al vacío-. Para llegar al Inframundo hay una forma de acceso más fácil que la muerte. Si  mueres nunca podrás salir del Inframundo y no podrás dar a luz a ese hijo que albergas en tu vientre. Escúchame atentamente, yo te guiaré hasta Perséfore.
Siguiendo las indicaciones de la torre, Psique llegó hasta el lugar indicado, la entrada al Inframundo, llevando consigo dos monedas de oro y dos pasteles de cebada. La entrada era oscura y lúgubre, pero para la joven esto era de suponer, pues jamás nadie pensaría que la entrada al Reino de los Muertos fuera de otro modo. Psique recorrió el oscuro corredor decididamente, y al llegar al final de este encontró al enorme y temible perro de tres cabezas, Cerbero, custodiando la entrada. Las palabras de la torre se repitieron en la cabeza de la joven: “Tu primer reto será enfrentarte a Cerbero. Solo conseguirás eludir su vigilancia arrojándole uno de los pasteles de cebada, el otro lo necesitarás para salir de allí. Cuando las cabezas estén disputándose la comida, corre”. Y así lo hizo ella, deslizándose por la entrada cuando las cabezas estaban demasiado ocupadas peleándose por el pastel como para advertir su presencia. Tras esto siguió su camino, ya algo más convencida de que sería capaz de superar la difícil prueba, y aligeró el paso con la intención de conseguir cuanto antes cumplir su cometido para salir de aquel lugar. Al poco se encontró frente a un ancho río de aguas oscuras y profundas que sugerían muerte y recordó así la siguiente indicación de la torre: “Tras eludir a Cerbero tu camino te llevará hasta el río Aqueronte, dónde debes entregar una de las monedas a Caronte, quien te llevará hasta la otra orilla”. Y de nuevo siguió la joven el consejo y subió a la barca para atravesar el temible río, sintiéndose algo temerosa durante su viaje con el barquero. Mientras, otra advertencia de la torre acudió a su mente: “Y sobre todo, no te entretengas con nada ni nadie, o jamás saldrás de allí”. Psique estaba confusa ante este último consejo, ¿con quién podría entretenerse en el inframundo? El barquero no parecía muy hablador y le había quedado claro que de Perséfore solo debía aceptar aquello que iba a buscar y rechazar todo tipo de lujos, pero no sabría a quien más podría encontrarse en un lugar como aquel. Y en esos pensamientos estaba sumida cuando una voz angustiada la distrajo de sus pensamientos. Dirigió la vista hacia la procedencia de semejante agonía y vio a un hombre ahogándose en el río. Su primer impulso fue el de ayudar a aquel pobre desdichado pero entonces recordó la advertencia y la comprendió, nada ni nadie debía entretenerla o no saldría de allí jamás. Así es como, aún con cierta angustia en su pecho, llegó a la otra orilla y bajó de la embarcación, con la esperanza de que su viaje terminara pronto. Tras no mucho tiempo de caminar la joven encontró a tres Tejedoras del Destino, pero de nuevo les denegó su ayuda, pues sabía que quedaría atrapada en sus redes.
Cuando la desesperanza comenzaba a hacerse paso en Psique, la entrada a la estancia dónde se encontraba Perséfore se alzó ante ella misteriosa y esplendorosa, provocando una leve sonrisa en el rostro de la joven. Avanzó unos pasos y entró decidida en aquella enorme habitación de aspecto lujoso, donde la bella Perséfore y una mesa repleta de suculentos manjares aguardaban su llegada.
-Buenos días querida, veo que conseguiste llegar hasta aquí. ¿Qué te ha llevado a presentarte ante mí? –la voz de Perséfore destilaba orgullo y un matiz regio que casi consiguió amedrentar a su visitante.
-Afrodita desea que le lleve un poco de tu ungüento de belleza para reparar su cansado rostro por atender a su hijo Eros –dijo Psique automáticamente acordándose de las palabras de la diosa y entregándole la caja.
-Claro, tan solo espera un momento –aceptó la mujer, para después desaparecer tras unas pesadas cortinas granate, por las que escasos segundos después regresó-. Entrégaselo a Afrodita. Y recuerda no abrir la caja. ¿Entendido?
Psique se limitó a asentir.
-Ahora, ¿qué te parece si me acompañas y degustamos las delicias que hay en mi mesa? No podría comer yo todas –Perséfore sonrió.
-Lo siento, pero tengo que entregar esto cuanto antes. He de declinar tu amable ofrecimiento –se negó Psique recordando las palabras de la torre-. Ahora debo irme.
Y así la joven salió de la estancia con una leve reverencia sin dejar que la mujer insistiera en su ofrecimiento. Corrió tan rápido como sus pies se lo permitieron y deshizo el camino que antes había seguido, ignorando a todo aquel con el que se cruzaba y llegando de nuevo al río, donde de nuevo pagó a Caronte para montar en la barca, de la cual bajó también con premura hasta llegar de nuevo a la entrada del Hades, donde repitió el proceso con el temible Cerbero y huyó de allí con toda la ligereza que sus pies le querían dar. Cerca de la salida se encontraba ya cuando detuvo su marcha para regularizar su respiración y se apoyó en un leve saliente de roca a descansar. Volteó la cajita en sus manos mientras su pulso recobraba la normalidad y entonces una idea surgió en su cabeza: tras tanta agonía y días de llanto su cara debía de mostrarse terrible. Y fue entonces cuando la curiosidad la venció y abrió la caja con el objetivo de tomar solo un poco para verse bella ante su amado Eros.
En cuanto la joven miró en el interior de la caja el sueño estigio la golpeó rápida, eficaz y violentamente, haciendo caer a la muchacha como si de un peso muerto se tratase. En esto, su amado Eros, ya más recuperado de su dolor, se dirigió apresuradamente hasta la entrada del Hades, donde encontró a su amada Psique inconsciente, débil y expuesta bajo los efectos de la adormidera que la caja contenía. El joven apresó la adormidera de nuevo en la caja y despertó a su esposa suavemente, con un ligero roce que hizo a Psique abrir sus ojos lenta y pesadamente, encontrándose al abrirlos al ser más bello que hasta entonces había visto. Eros la ayudó a incorporarse y ambos partieron rumbo hacia Afrodita, quien aguardaba con cierta satisfacción la posible noticia de que había conseguido librarse de su no deseada nuera. En este pensamiento se encontraba cuando vio llegar a ambos y la imagen que vio la dejó desconcertada, era posible que su hijo y aquella mortal de verdad se amasen, como diosa del amor y la belleza debería de haber sabido algo así desde un principio, y en su fuero interno reconoció que había errado en sus actos, pero eso era algo que la bella y altiva Afrodita nunca admitiría, así pues calló y los observó llegar.
Eros decidió exponer su caso ante Zeus, pues deseaba pasar la eternidad junto a su amada. El dios intercedió por él y mandó convocar una asamblea, donde se decidió otorgar la inmortalidad a Psique y celebrar un esplendoroso y copioso banquete para celebrar la unión entre los jóvenes. La suave pero frenética danza de Afrodita culminó aquella alocada fiesta en la que la ambrosía se deslizaba dulce y adictiva por las gargantas de todos los presentes, deleitando sus paladares y almas.
Tiempo después de dicha celebración el embarazo de Psique llegó a su fin, dando así a luz a una hermosa niña, bella como ninguna, que embaucó a todo el Olimpo con su delicadeza y dulzura. La llamaron Hédone, voluptuosa y sensual como ninguna.


¿Os ha gustado? Pues dejad un comentario, que esto se ve muy vacío ;)

2 comentarios:

  1. Me encantó! *-* La espera valió la pena. Siempre he creído que Psique es caprichosa, vanidosa y egoísta, en un principio me caía muy mal. Eros a pesar de ser quien es me encanta en esta historia!

    Creo que es mi favorita en este estilo, aunque me falta aún mucho que saber sobre la mitología.

    A pesar de los fallos de ella me gusta que Psique y Eros pudieran terminar juntos, también estaría genial ver el punto de vista de él.

    Gracias por escribir el relato (: Haber si después te hago otra petición, & te entiendo completamente en eso de mejor no dar fechas que a mí siempre me pasa igual x)

    Muchos Besos!!

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  2. Bueno, como sabrás, no lo leeré jaja ^^

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