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martes, 26 de octubre de 2010

Ahogaba el amor en botellas vacías

-Bonita noche –comentó el señor del sombrero negro mientras descargaba su peso en la larga y negra barandilla de aquel olvidado pontezuelo, junto al desgarbado joven de la botella y la mirada perdida.

-Sí, podría decirse que lo es –respondió el otro con gran pesar en su voz.

-¿Mal día? –la curiosidad del tipo del sombrero lo empujó a preguntar.

-Mala vida –comentó sencillamente el otro sin ningún reparo, a pesar de no conocer de nada a aquel curioso.

-Mmm… lo lamento –trató de sonar sincero.

-No lo hagas, no sientas lástima por mí –contestó el joven aún sin haberse girado siquiera a ver el rostro de su curioso interlocutor.

Ambos callaron. El silencio era tal que podía oírse el susurro del escaso viento que aquella noche poco agitaba las copas de los árboles, que también parecían acompañar la melancolía del joven con su leve movimiento y las contadas hojas que quedaban en sus ramas.

-Es mejor así –dijo de repente el joven, más para sí que para su acompañante.

-¿Decía?

-Que es mejor así –repitió el joven.

-¿Así cómo? –insistió el hombre del sombrero sin comprender.

-Dejando todo, es más sencillo.

-¿Amor? –tanteó el hombre del sombrero sin todavía entender la melancolía del joven, ni el motivo de su desdicha.

El joven asintió penosamente, a la par que sacaba del bolsillo un cigarro.

-¿Problemas?

-Algo así.

-¿No es correspondido? –el hombre del sombrero insistía en conocer el motivo de la pena del chico.

-No…quiero decir…sí que lo soy.

-¿Y dónde está el problema? –el hombre del sombrero parecía desconcertado.

-Es demasiado difícil de explicar –a continuación giró, echó un rápido vistazo a su interlocutor y se alejo sin un simple “adiós” con las manos en los bolsillos del pantalón.

-¡Espere! –exclamó el hombre del sombrero-. ¿Cuál es su nombre?

-Daniel –susurró él sin fuerzas, sin tan siquiera esperar que el viento llevase las palabras hasta aquel extraño y curioso señor del sombrero negro, tras dar un largo trago a la botella que sostenía en la mano izquierda.

Daniel se alejó del maloliente lugar a las puertas de aquel pub de mala muerte que guardaba a las almas más melancólicas y olvidadas de toda la ciudad. Se alejó caminando sobre trozos de botellas de vidrio tiradas por desdichados como él, que sorbo tras sorbo se dejaban la conciencia y la felicidad. Dio un largo trago a su ya casi vacía botella de whisky y apuró las últimas gotas, desapareciendo en la oscuridad mientras un único pensamiento cruzaba su mente. Luego, como gran final de la noche, terminó ahogando su amor en aquella botella vacía de whisky pasado.

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