Capítulo 6: Vino y confesiones
Flashback
-Será genial, llevo organizando esta fiesta mucho tiempo
–la voz emocionada de su hermana provocó una sonrisa tonta en el rostro de
Domenico.
-Claro, después de pasar unos durísimos años en el
extranjero “estudiando” –se burló él tratando de remarcar el sarcasmo en la
última palabra-, te mereces una buena fiesta que compense los años lejos de
casa, ¿no?
-Odio cuando te pones sarcástico, ¿sabes? –respondió ella
algo enfurruñada-. Y por supuesto que merezco esa fiesta. Cuando cumplí 18
estaba en la universidad y no tuve la oportunidad de celebrarlo, y así todos
los años hasta este. ¡Tengo derecho a mi fiesta! –gritó con voz de niña
pequeña.
-Yo no he dicho lo contrario, Ali.
A pesar de no obtener respuesta, Domenico sabía que esos
instantes su hermana estaría sacando la lengua al teléfono haciendo uso de su
habitual actitud infantil.
-Vas a cumplir 22 años Ali, ¿de verdad te parece maduro
seguir sacando la lengua al teléfono cuando te cabreas? –preguntó él sin
esperar respuesta, riendo al imaginar la cara de su hermana.
-¿Cómo…?
-Olvidas que soy tu hermano mayor y te conozco como
nadie, enana –se burló él remarcando el apelativo cariñoso.
-No, Mimmo, no lo olvido. Nunca dejas de repetírmelo
–bufó ella.
Domenico emitió un murmulló de asentimiento, y gesticuló
una sonrisa al oír el diminutivo de su nombre. Hacía ya tanto que nadie lo
llamaba así que casi lo había olvidado.
-¿Y qué tal van los negocios hermanito?
-Como siempre, Ali –contestó él algo incómodo recordando
a Cassandra.
-¿Por qué me ha sonado extraña esa respuesta? –preguntó
ella frunciendo el ceño.
-No entiendo por qué ha podido parecerte extraña. Es
igual de buena que cualquier otra –trató él de evadirse del asunto.
-No es la respuesta, idiota, es tu tono. Algo ha
ocurrido, ¿me equivoco?
Él no respondió.
-¡Mimmo! Sea lo que sea quiero que me lo cuentes ahora
mismo –ordenó con un deje de súplica en su voz.
-No me dejarás tranquilo hasta saberlo, ¿cierto?
-Has sido tú quien ha dicho que me conocías mejor que
nadie, así que ya sabrás la respuesta –le recordó ella con retintín.
-Como quieras –se resignó él, para a continuación
contarle todo lo ocurrido a penas media hora antes en el café.
Alice se mantuvo en silencio, escuchando a su hermano.
Domenico debía admitir que, a pesar de que el comportamiento de su hermana era
exasperantemente infantil la mayor parte del tiempo, pocas personas sabían
escuchar tan bien como Alice. Ella emitía sonidos de asentimiento invitándolo a
continuar y bufada, sonreía o exhalaba con asombro según el momento lo
requería.
-Vaya, vaya, Mimmo, creo que hemos encontrado a la única
chica que ha conseguido entrar en ese corazón de piedra desde… -en ese momento
guardó silencio, sintiéndose algo culpable e incómoda.
-Lo de Elisabetta hace ya mucho que lo superé. Puedes
decir su nombre tranquilamente, Alice –la tranquilizó él.
-Lo sé, sé que lo superaste es solo… -pero se interrumpió
a sí misma queriendo olvidar el asunto-. Da igual. Así que esa tal Cassandra ha
despertado una llamita en ese corazón apagado tuyo con su flamante pelo rojo,
¿no?
-No digas estupideces, hace solo un par de días que la
conozco. Y tan solo son negocios –extrañamente esas palabras no le sonaban
creíbles ni a sí mismo.
-Ya, claro –respondió ella secamente-. El movimiento de
Siena no fue muy inteligente que digamos, hermano mío. Yo misma le habría dado
una patada en el trasero a cualquiera que se tomara tantas confianzas conmigo
–confesó ella.
-Eso espero –saltó Domenico tomando su actitud protectora
de hermano mayor, provocando que Alice rodara los ojos.
-Pero ya que está hecho, se puede aprovechar de alguna
manera. Te ayudaré a conquistar a esa mujer de hielo –dijo ella riéndose-.
Pensándolo tiene mucho sentido lo vuestro, ambos tenéis piedras heladas en vez
de corazones. Sois perfectos el uno para el otro.
-Alice, no vas a hacer nada –se apresuró él ignorando la
última frase-. Tú manía de meterte en vidas ajenas es irritante. Promete que no
tratarás de interceder –su tono de voz era ya más serio y enfadado.
-Como quieras. Ahora tengo que irme, todavía hay que
preparar muchas cosas de la fiesta. Te quiero, Mimmo –y colgó sin darle tiempo
a despedirse.
…………………………………………………………………..
Cassandra bajó del coche
con impaciencia, esperando a que el chófer hiciera lo mismo para seguirlo hasta
dónde fuera que se encontrara Domenico. El hombre permanecía en silencio, sin
decir una palabra. Salieron del garaje donde había aparcado el coche a través
de una puerta de metal pulcramente limpiada y recorrieron un amplio pasillo de
brillantes baldosas oscuras y paredes color burdeos hasta llegar a un ascensor
que les llevó al primer piso. Al abrirse las puertas Cassandra se encontró con
un pequeño recibidor decorado en tonos marrones en cuyas paredes colgaban
pinturas de figuras imposibles de definir de colores intensos.
-¿Señorita? –la voz del
chófer la sacó de sus pensamientos-. El señor Di Gennaro la espera en el salón.
-Gracias.
El hombre inclinó la
cabeza y se introdujo de nuevo en el ascensor, que segundos después cerró sus
puertas y se puso en marcha.
-Supongo que por ahí se
irá al salón –murmuró para sí misma mirando la puerta de madera que había
frente a ella.
Tomó el pomo con su mano
derecha y lo giró lentamente, con unos extraños nervios recorriéndola de arriba
abajo. Abrió la puerta lentamente, entró en la estancia y la cerró de nuevo
tras de sí. Ante ella estaba el salón más impresionante que había visto en toda
su vida. Ni siquiera la mansión de Taylor, su superior, dónde había sido
invitada un día de año nuevo, podía compararse a aquello. Era el equilibrio
perfecto de elementos modernos combinados con un estilo antiguo, al que se
sumaban las exquisitas vistas de un jardín bien cuidado.
-Buenas noches, Cassandra
–saludó Domenico con tono un tanto serio, mientras permanecía de pie con las
manos en los bolsillos de un desgastado pantalón vaquero.
-Hola –saludó ella
sintiéndose un tanto avergonzada.
El silencio entre ellos
era extrañamente tenso, y ambos temían romperlo. Pero, como tenía que pasar,
uno de los dos habló.
-Resulta curioso verte con
vaqueros –dijo él señalando con la mirada los pantalones de tela vaquera oscura
que llevaba Cassandra-. No te lo tomes a mal, es solo que acostumbrado a verte
arreglada…
-Tranquilo, sé que es solo
un comentario –le cortó ella con voz amable-. Es cierto que la mayor parte del
tiempo mi vestuario es bastante más arreglado que esto. Supongo que te ocurrirá
a ti lo mismo, por el trabajo.
-Sí, cierto –admitió
Domenico algo más relajado.
De nuevo el silencio cayó
entre ellos, y esta vez Cassandra no pudo soportarlo.
-Está bien, odio los silencios
incómodos, y este está siendo uno de ellos –dijo con sinceridad-. Creo que
tengo que pedirte disculpas por lo de la cafetería, y por haberte maldecido una
y otra vez a lo largo del día. Soy muy consciente de que tengo un temperamento
difícil de llevar, y suelo perder la compostura, así que lo siento –las
palabras salieron una detrás de otra sin pausa, sorprendiendo a Domenico e
incluso a la propia Cassandra.
-Acepto las disculpas
–titubeó Domenico-, pero soy yo quien debería decir lo siento. Mi proposición
fue totalmente inadecuada, ni si quiera lo pensé.
-Está bien, los dos nos
hemos disculpado, no me voy a enzarzar en una pelea sobre quien tiene la culpa
y quien no. De verdad que no podría aguantar otra discusión hoy, he tenido más
que suficiente por hoy –suspiró ella dejando caer los hombros.
-Lo mismo digo –asintió
él-. ¿Quieres tomar algo?
-Una copa de vino no me
vendría nada mal, si no es mucha molestia.
-Claro, espera un segundo,
siéntate.
Domenico se dirigió a la
cocina, donde descorchó una botella de vino blanco, para después servir dos
copas que llevó consigo hasta el salón.
-Aquí tienes –le tendió la
copa a Cassandra, que se había sentado en un largo sofá de cuero blanco y
estaba con la mirada fija en sus zapatos, unos botines bajos de color negro.
-Gracias –levantó la
mirada de sus zapatos y cogió la copa que Domenico le ofrecía, dando un largo
trago con los ojos cerrados.
-Ha sido un día largo
–comentó él.
-He llegado a sentir
verdaderos deseos de ahogar mi móvil en un vaso de agua, así que sí, ha sido un
día largo –admitió.
Domenico emitió una risa
seca.
-No te ofendas, pero somos
un par de estúpidos.
-Lo somos –río ella a su
vez.
-Por nuestra estupidez –dijo
él acercando su copa hacia Cassandra, quien la chocó suavemente con la suya
propia.
Ambos tomaron un largo
trago de vino y Domenico fue a la cocina, saliendo de ella segundos después con
la botella de vino en la mano, que dejó en la mesa baja que había frente al
sofá y se dejó caer en este último junto a Cassandra con un pesado suspiro.
Sus cuerpos apenas se tocaban y los dos bebían de sus copas de vino con la
mirada perdida. El silencio en esos momentos no era tenso, sino más bien
necesario, por lo que ninguno sintió la necesidad de rellenarlo con palabras
estúpidas y sin sentido. Una de las veces que ella llevó la copa a sus labios,
su brazo rozó el brazo libre de Domenico y un escalofrío les recorrió a ambos
la columna de abajo a arriba. La sensación hizo que se miraran a los ojos con
curiosidad durante unos segundos, tras los cuales Cassandra apartó la mirada
ligeramente sonrojada.
-Debería ir a ver el horno
–recordó él levantándose-. ¿Has cenado?
Ella negó con la cabeza.
-He preparado pasta al
horno con repollo y queso fontina. ¿Te parece bien?
-Claro –asintió ella con
una leve sonrisa.
Domenico se dirigió a la
cocina con paso rápido. Aquella estaba siendo sin duda una de las veladas más
extrañas de toda su vida. Por una parte temía escoger las palabras equivocadas
y provocar un nuevo enfado en Cassandra, y por otra la extraña corriente que
había sentido al rozar el brazo de ella con el suyo le había hecho recordar las
palabras de su hermana en su última conversación:
-Domenico, sé que estás enfadado, y de verdad que siento lo que hice.
Pero ahora tienes la oportunidad perfecta para hablar con ella. ¿Crees que
habría vuelto a verte si no fuera por esa supuesta cancelación de la reunión? Es
la primera vez en mucho tiempo que tienes ante ti la oportunidad de conseguir a
alguien con quien de verdad quieras estar, deja de negar una y otra vez que no
te atrae esa mujer y conquístala de una vez por todas.
No supo que contestar ante
el pequeño discurso de su hermana, y en esos momentos tampoco sabría hacerlo.
La perspicacia de Alice lo sacaba de quicio. Su hermana siempre había tenido
una extraña capacidad para leer los sentimientos de otros cuando ni siquiera
ellos sabían lo que pasaba por su cabeza y su corazón, y esta vez él esperaba
que estuviera equivocada. ¿O no? En realidad no lo tenía muy claro. Cassandra
era simplemente una mujer asombrosa. Su sonrisa, su sinceridad, sus ojos e
incluso ese endemoniado carácter suyo le parecían fascinantes.
Sacudiendo la cabeza, trató de concentrarse en terminar la cena y comenzó a
sacar el mantel y los cubiertos.
Mientras tanto, en el
salón, Cassandra continuaba sentada en el sillón, bebiendo de su copa de vino. Se
levantó de un salto sorprendida cuando su móvil comenzó a sonar. Con razón
odiaba ella tanto los silencios. Miró el identificador de llamadas y vio que se
trataba de su mejor amiga.
-Hola, Lorri.
-¿De mejor humor, Cassie?
–preguntó su amiga con cautela.
-La verdad es que sí
–admitió ella con alivio-. Ya se han arreglado algo las cosas.
-Me alegro. Últimamente
hay demasiado estrés en tu vida.
-Tengo que darte la razón
en eso.
-¿Tú dándome la razón? –exclamó su
amiga exagerando-. No puedo creerlo.
-Déjate de bromas, Lorri –dijo ella
pero sin rastro de enfado en su voz.
-Lo siento, está bien –se disculpó
Lorraine-. ¿Qué haces ahora?
-He venido a casa de Domenico a
aclarar las cosas. Ahora estoy en su salón, él está preparando la cena, creo.
-Guapo, con dinero, encantador y
encima sabe cocinar. Eres una asquerosa con suerte –el humor en el tono de Lorraine
era palpable.
-Tendría suerte si fuera algo mío,
pero no lo es, ni lo será, no insistas con eso –replicó Cassandra.
-Eres una aguafiestas.
-Gracias, amiga mía por tan bonitas
palabras –contestó con sarcasmo.
Lorraine emitió una carcajada y suspiró.
-¿Bueno, entonces qué tal las cosas
con el bombón italiano? –preguntó está vez sin malicia.
-Lo cierto es que aún no hemos
hablado sobre la reunión. El ambiente es tan tenso que podría cortarse con un
cuchillo.
-Claro que hay tensión entre vosotros,
concretamente tensión se…
-¡Lorraine! –la reprendió Cassandra.
-Es la verdad –se defendió su amiga.
-Déjalo de una vez. Mañana hablamos,
hoy estoy ya cansada de estar pegada al teléfono.
-Está bien. Te quiero, aguafiestas.
-Te quiero, pesada. Adiós.
Unos metros más allá Domenico
permanecía en la puerta de la cocina, a espaldas de Cassandra, sosteniendo dos
platos de pasta con la intención de llevarlos a la mesa. Se detuvo al darse
cuenta de que ella estaba al teléfono, no queriendo interrumpir y también un
tanto interesado por la dirección que tomaba la conversación. Cuando ella colgó
y guardó el móvil en el bolsillo de su pantalón, se apresuró a retomar su
camino y depositó los platos encima del mantel ya colocado.
-¿Necesitas ayuda? –le sorprendió la
voz de Cassandra.
-No es necesario, tan solo trae
contigo la botella de vino y siéntate en la mesa, voy a por los cubiertos.
-Como quieras –dijo ella algo
agitada tras la conversación con su amiga.
Domenico regresó a la cocina y
volvió con un par de cubiertos y servilletas, que colocó en la mesa
rápidamente.
-¿Ocurre algo? –preguntó al ver el
rostro de ella.
-No, nada –se sobresaltó ella
saliendo de su ensoñación.
Con un leve asentimiento fingió
creerla y rellenó las copas de ambos. De pronto recordó una parte de la
conversación de Cassandra y su amiga, que accidentalmente escuchó unos
instantes antes, y no pudo evitar decir:
-¿De verdad crees que podría
cortarse la tensión con un cuchillo?
Cassandra levantó la mirada
sorprendida.
-Deberían haberte enseñado, señor Di
Gennaro, que no se escuchan conversaciones ajenas –dijo manteniendo la calma.
-Lo hicieron, Cassandra, no lo
dudes. No era mi intención escuchar, tan solo fue casualidad que entrara en el
salón en ese instante –se defendió él-. Pero no ha respondido a mi pregunta.
Cassandra parpadeó confusa un
segundo hasta que recordó a que se refería.
-¿No lo crees tú? –preguntó ella a
su vez.
-No sabría decirlo. Aunque es cierto
que la conversación hasta ahora no ha sido precisamente fácil y fluida.
Ambos bajaron la vista hasta sus
respectivos platos y tomaron un bocado. Cassandra se sorprendió al comprobar
que en verdad aquel hombre era buen cocinero, pero permaneció en silencio.
Domenico dejó los cubiertos sobre su plato repentinamente provocando un ruido
que hizo levantar la cabeza a su acompañante.
-Comparto su opinión sobre los
silencios incómodos, son insufribles –comentó él.
-Lo son –concordó ella
-Aclarado eso, ¿podríamos evitar que
la cena transcurriera envuelta en uno de ellos?
-Sería lo mejor.
Ambos esbozaron una ligera sonrisa y
bebieron de sus copas de vino. A partir de ese instante, la conversación fluyó
algo menos forzada, hablando sobre unas cosas y otras, y el ambiente se relajó
considerablemente. El vino corría por sus gargantas como si de agua se tratase,
y los espacios vacíos los rellenaban dando buena cuenta de la cena.
Recogieron la mesa
cuando terminaron y Domenico descorchó otra botella de vino, que dejó en la
mesa del café del sofá para después sentarse ambos en éste. Los dos percibían
su cabeza algo embotada por los efectos de la bebida, pero continuaron con su
charla mientras las copas de vino se llenaban una tras otra.
-Así que fue tu hermana Alice quien
casi provoca que mis jefes me despidiesen –comentó ella.
-Lo siento por eso –se disculpó él.
-No ha sido culpa tuya –le quitó
ella importancia-. ¿Pero por qué lo hizo?
-Alice está obsesionada con que
rehaga mi vida tras lo ocurrido hace un par de años.
-¿Y qué ocurrió? –ella se incorporó
en el sofá y le miró a los ojos.
-Dos meses antes de casarnos mi
prometida se fue con otro –respondió él aguantándole la mirada.
Sin saber exactamente el por qué, si
por efecto del alcohol o por el estrés que había acumulado durante días, un par
de lágrimas rodaron por su cara hasta caer en su regazo. Ni siquiera se molestó
el limpiarlas, solamente se permaneció mirándolo con expresión de tristeza.
La imagen
desconcertó a Domenico, que sufrió un pequeño momento de pánico interior, pero
pronto se recuperó y tan solo pudo pensar en la dulzura de ella, la expresión triste de su rostro, que le llenó de ternura.
-No sé que me ha pasado, lo sien…
-trató de disculparse ella, pero no pudo acabar la frase al sentir los labios
de Domenico sobre los suyos. Y, por mucho que le costara aceptarlo, no se había
sentido tan bien en mucho tiempo.
Lo prometido es deuda y aquí tenéis el capítulo 6 de Besos de Rubí.
Espero de verdad que os haya gustado porque a mí por lo menos me ha gustado escribirlo, sobre todo el final *.* No se si os lo esperabais o no, ¡decidme! Dejadme un comentario ;D
Y hablando de comentarios, he quitado lo de la ventana emergente y lo he puesto normal, porque aunque la ventana me parece más cómoda, me ha dado el punto de querer responderos a los comentarios y como estaba antes, pues la verdad no me parecía muy cómodo responder, y también pasar por vuestros blogs dejando un comentario y poniendo algo así como: "Ah! Y respecto a tu comentario...", pues no me convence, así que eso, así se queda lo de los comentarios.
Un beso!!♥
Woooo! Nada que decir, me mataste con este capítulo... Debo decir que está espectacular. Siendo muy sincera, me encantó.
ResponderEliminarTe comentaré cortito por el dolor de mis manos, pero intentaré decir todo lo que quiero, pero más resumido.
Primero, su hermana mmm por qué hace eso, tonta, tonta jaj ><. Aunque que bueno que hayan conversado y se nota que se quieren y se preocupan el uno del otro :').
Y Wooo... Me encanta :) que buena cena, en un comienzo lo único que yo pensaba era: "¿Y el beso, el beso?". Jajaj hasta que en el final se cumplió mi deseo ^^. Wii *-*. Ya quiero saber qué pasaraá con esta relación tan conflictiva... :D
PD: no había podido comentar por mi dolor de manos, pero SINCERAMNTE eras la primera que tenía en mi lista de "leer" porque tu nove me fascina. Te lo juro :) un abrazoooooo, carino! Y me parece genial que quieras responder a los comentarios :). Espero tu respuesta, ¿Eh? Jajaj :)
Caami!!! No pasa nada que tardes en comentar, los "recordatorios" y tal de que está el capítulo no los hago en plan para presionar, porque se que vosotras ya andáis liadas y tú estás con lo de tus manos, que por cierto ojalá se te pase ya porque tienes que ser horrible :(, entonces no me preocupo, se que tarde o temprano comentáis ;)
EliminarEl capítulo, solo decir que llamaba a beso todo el rato, se me hacía difícil no saltar en cuanto entró al apartamento y que le plantara Domenico un beso bien dado, porque sí, como escritora que soy de la historia incluso yo creo que debería haber pasado eso, pero hay que meter un poco de tensión hasta dar lo que se quiere jaja
Alice es.. será un personaje curioso. Extrovertida, algo metijona, pero es buena persona, y no digo más, que ya la iréis conociendo en breves ;D
Pues muchísimas gracias por comentar a pesar de tu dolor de manos guapa, de verdad. Y un beso enorme para ti♥
Estoy procesando lo que he leído.
ResponderEliminarEmpezaré desde lo último hasta lo primero porque creo que así podré desahogarme satisfactoriamente.
Una vez explicado esto, procedo a mis acostumbrados gritos escritos:
¡¿QUÉ?!
Primeramente no entiendo, ni entenderé a Cassandra. Supongo que es porque somos bien diferentes, no comprendí eso de las lagrimas. Es que fue de ser dura como una roca a suave como una almohada (?) ¡quién lo diría! ¡Punto para Domenico por sacar su lado sensible! ¡Nos ha demostrado a todos que también es una chica tierna! :DD Y pobre de él :S me da cosita que le hayan echo eso, pero a fin de cuentas que bueno porque así más que disponible que está para mí :DD ejem, que diga, Cassandra.
Hay algo que he notado en este capítulo (sonrisa pícara) si vas a hacer lo que pensé verdad:3 ese alcohol puede llevar a hacerlos locuras... locuras que seguro les gustarían mucho:DD Ya sabes lo que quiero decir (cejitas pecadoras)
Quizá me identifico un poquito con la amiga de Cassandra, ella entiende el arte de fastidiar a las personas :')
¿Sabes a quién me recuerda Alice? ¡A Alice Cullen! Y no sólo por el nombre sino por su forma de ver, es inevitable.
¿En qué te has inspirado para tus personajes? A veces creo que Cassie tiene un poco de ti ¿me equivoco?
Espero al siguiente capítulo Ainhoa:3
¡Muchos abrazos! ♥
Por cierto, ya que decías que necesitabas un trabajo te tengo una propuesta. Así como lo lees, una propuesta.
Eliminar¿Qué tal si vendes cenas con Domenico? *w* Yo pagaría por una de ellas, o si tiene un hermano... bueno, ¿por qué no? ;)
Me encantan tus comentarios Kash.
EliminarEmpezando por lo último. Sí, cualquiera diría que Cassandra es bipolar, pero no, en realidad la chica no es tan fría, solo lo parece, y el vino, la presión, estrés... Acumulación de cosas, vamos jajaja Pero sí, eso es un tanto sorprendente.
Sabía que te gustaría el capítulo porque el punto del alcohol, cierto es que me acordé de ti y me pegó mucho con la situación, pero ya te digo que no se van a casar en una noche loca y desenfrenada jajaja Espera al capi y verás ;)
Lorraine me encanta, de hecho, me gusta más que Cassandra jaja Es que cuando escribo sobre ella me la imagino superhabladora, animada y cosas en ese plan jaja :D
Vale, lo de Alice, cuando ya había subido el capítulo con el capítulo en el que salía el nombre me di cuenta de que TACHÁN, era igual que el de Alice Cullen!!! Y no, no lo hice aposta, de hecho ahora lo pienso y me fastidia un poco >.< Pero bueeeeeeeeeno jaja El personaje de Alice cierto es que puede que se parezca un poco a la de crepúsculo, pero porque es la típica hermana pequeña alegremente alegre que quiere que su hermano encuentre por fin el amor. Algo así jaja Pero lo del nombre te aseguro que no es por Alice Cullen, no tenía ni idea de como llamar a la hermana y me puse a hacer algo tan simple como buscar nombre italianos, y sí!! Alice es de origen italiano jaja Así que ese es el motivo del nombre de la hermana de Domenico.
Mmm.. pensemos. Cassandra es cierto que tiene algo de mí, osea no tan terminantemente exagerado, pero yo suelo ser muy cortante con los chicos [así no encontraré novio en la vida jaja] y soy bastante independiente en cuanto a chicos y tal.
Domenico por ejemplo es básicamente mi prototipo físico de hombre, exceptuando los ojos, mi chico perfecto los tendría verdes jaja Y es que los italianos siempre me han gustado mucho, así que nuestro Domenico tenía que serlo por narices xD
Alice no tiene ningún punto así de referencia, simplemente me gustaba la idea de que tuviera una hermana entrometida.
Lorraine es un poco como mi mejor amiga, bastante más fantasiosa con el amor que yo, aunque no desesperada por los chicos, que ella también es dura ¿eh? jaja Lorraine es una versión saltarina y megahappy de mi mejor amiga, digamos xD
Y los demás, pues son más bien de relleno y pequeños rasgos los cojo o de libros que haya leído o amigos, familiares... cosas así.
jajajaja Me hizo mucha gracia tu idea Kash. Yo también creo que sería un buen negocio lo de las citas con Domenico, me sacaría un buen dinero, estoy segura xD Pero el problema es que sacarlo de mi cabeza se me hace complicado por ahora, veremos en un futuro si avanzan las tecnologías jajaja
Un beso enorme guapa!!!♥